Ayer, se celebró en la Capital la Fiesta de la Cruz de los Milagros. La misa central de la festividad, que se realizó en el templo que alberga el madero sagrado, fue encabezada por el arzobispo de Corrientes, Andrés Stanovnik, quien compartió una homilía con un fuerte llamado a preservar los rasgos y valores que identifican al pueblo correntino.
Por las restricciones vigentes, la celebración religiosa fue seguida por el público a través de las redes sociales. En el templo hubo un grupo reducido de fieles, entre ellos funcionarios y legisladores provinciales y municipales, encabezados por el gobernador, Gustavo Valdés, el presidente de la Cámara de Diputados, Pedro Cassani y el intendente, Eduardo Tassano.
En este marco, Stanovnik expuso una extensa homilía, que comenzó de la siguiente manera: «Durante el período transcurrido, que va desde los orígenes hasta nuestros días, se fue conformando un pueblo de procedencias muy diversas, que aportaron cada cual sus propias cosmovisiones y sus particulares modos de ser y de estar en el mundo. Podríamos decir que, a lo largo de los siglos, se fue gestando lentamente el ñaderekó, que distingue hoy al pueblo correntino con una identidad que le es propia. Esa identidad hunde sus raíces en los valores del Evangelio, que fueron predicados desde los inicios de la fundación de nuestra ciudad, y somos nosotros los que hoy tenemos la gracia y la responsabilidad de celebrar esa identidad, de cuidarla y transmitirla a las generaciones venideras».
Luego, resaltó que «un pueblo que ha arraigado en su memoria el misterio de la Cruz y ama a la Virgen, tiene todo para ser un pueblo libre y soberano». Y agregó: «Estamos aquí para celebrar y agradecer a Dios el inmenso don de la vida de nuestro pueblo que, a lo largo de estos más de cuatro siglos, con sus luces y sus sombras, ha logrado que prevalezca providencialmente la conciencia y la práctica de los valores cristianos».
«Los más de cuatro siglos que estamos conmemorando deben suscitar en nosotros profundos sentimientos de confianza y gratitud. La memoria agradecida evoca nombres de personas, recuerda lugares y acontecimientos que renuevan la esperanza de una familia, de un pueblo», describió posteriormente.
En ese sentido, planteó: «Una persona o un pueblo que no cultivan sus raíces, debilitan también su identidad, su autonomía y su soberanía. Esa condición es hábilmente aprovechada por extraños que les dictarán lo que tienen que hacer, dónde tienen que estar y hacia dónde tienen que ir. Es necesario estar atentos frente a los que lucran con la debilidad de la condición humana, ofreciéndole chatarras de embriaguez y satisfacción para tenerla cautiva y atontada».
Ampliando lo anterior, dijo: «La mejor defensa ante el ataque colonizador y también el recurso más beneficioso para el intercambio con otra persona y con otro pueblo, es tener una buena, agradecida y fiel memoria. Y esta debe cuidarse y cultivarse con esmero y perseverancia, sobre todo en tiempos de crisis, como son los que nos toca vivir hoy».
Respecto al arraigo que tiene el catolicismo en el Taragüí, el Arzobispo destacó: «Corrientes nació creyente, se desarrolló creyente y no puede dejar de cultivar con todo cuidado el don de la fe, en este caso, la fe cristiana y católica».
Además, ponderó: «Con todo rigor podemos afirmar que Corrientes nació española y guaraní, se fue desarrollando en el tiempo mediante una asociación de rasgos provenientes de ambas culturas, enriquecidas luego con otros grupos humanos que se integraron a su convivencia. Hoy, pronunciar la palabra correntino es nombrar un largo proceso de encuentros y desencuentros, donde prevaleció, a pesar de todos los contratiempos, la fuerza de la vida y del amor por sobre el odio y la destrucción».
En este contexto recomendó: «Debemos cuidar y madurar consciente y creativamente esos rasgos que se expresan mediante un modo original de ser y estar… Es necesario discernir lo que proviene de afuera, para ver si es digno de ser incorporado y si colabora a una mayor fraternidad y solidaridad en el pueblo, o, por el contrario, es un veneno cultural que aplana las mentes y convoca a que cada cual disfrute a su modo y como quiere, indiferente a lo que sucede a su alrededor… Nadie es dueño de esta identidad común que nos pertenece a todos, pero todos somos responsables de cuidarla y cultivarla».
Para finalizar, el líder de la Arquidiócesis de Corrientes expresó: «Conmemoremos agradecidos lo que somos y nuestro peculiar modo de vincularnos con otros pueblos, buscando establecer más bien alianzas que nos ayudan a progresar, en lugar de provocar discordias para satisfacer intereses propios. Pero para poder establecer esos vínculos de cercanía y de amistad con otros pueblos, es necesario cultivarlos en nuestra convivencia social».
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