Por Horacio Da Silva*
Aasesor de Medios de Comunicación
del Arzobispado.
Querido pueblo:
Que la Gracia del Señor, el amor del Dios y la comunión del Espíritu Santo este con ustedes.
«…Y Él les dijo: ‘No me escogieron ustedes a mí sino que yo los escogí a ustedes y les di mi mandato para que vayan y den frutos y ese fruto perdure, así el Padre les dará todo lo que les pidan en mi nombre».
Hasta aquí el texto santo.
Reunidos en este día, mirando al cielo diáfano y recordando a don Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano, sigamos sus preceptos.
Nos convoca acontecimientos memorables y trascendentales; recordar al mortal, prócer humilde y de grandes valores humanos, patrióticos y religiosos, que murió en la pobreza material absoluta, dando lección de honradez y entrega total.
Hoy enaltecemos su mayor creación, la Bandera nacional argentina, a la cual los civiles y los niños le prometen lealtad, comprometiendo valores que afianzan el respeto, la tolerancia, la libertad y la justicia; a diferencia de las Milicias que hacen Juramento y se da por testigo a Dios.
Ahora llamo a la reflexión y pensemos por un instante: si tenemos un solo Dios y que iluminó a Belgrano, que nos regaló lo más preciado de la argentinidad en la Bandera celeste y blanca ¿por qué quieren e insisten en levantar trozos de telas y trapos con colores de significados inventados que llevan a la muerte; con la droga y el aborto, a inclusiones ficticias y que mancillan la naturaleza tomando sus colores y desafiando, provocando la ira del Señor Altísimo, marcando más aún la grieta y las divisiones en el país? ¿Que diría don Manuel a todo esto? Entonces, la verdadera Bandera, que como argentinos debemos enarbolar, es el paño impoluto.
A ustedes niños, adolescentes, padres, no tengan vergüenza de decir con la mirada altiva, como en los versos: «Aquí está la Bandera idolatrada, la Enseña que Belgrano nos legó…», la única, la verdadera.
Les hablo así hermanos, porque ustedes han sido llamados a ser libres; pero no se valgan de esa libertad para dar rienda suelta a sus pasiones a falsos ídolos.
Más bien sírvanse unos a otros con amor y lealtad como el legado que nos dejaron a través de los tiempos y marcaron el camino de un terruño próspero y fructífero de enseñanzas que hoy no vemos. Debemos volver abrir los ojos a la educación y qué mejor ocasión que ésta, frente al templo del saber: la escuela.
El Señor les bendiga y les guarde: el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo.
Amén
* Párroco de la localidad
de San Roque.
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