«Está perdido», advirtió el mandatario correntino. El Presidente termina una semana para el olvido (¿definitivo?). Después de acusar a Corrientes de «vaciar» las reservas de combustibles favoreciendo el contrabando, fue a visitar a Milagro Sala. Este viernes, buscó pelea a la Vicepresidenta con un discurso lapidario. Lo hizo un día antes de que ella tomara la palabra en un acto en Ensenada. Llegó el sábado y mientras Fernández de Kirchner respondía en público a la embestida del Jefe de Estado, renunció Martín Guzmán al frente de Economía. Una cadena de sinsabores provocados -pareciera- intencionalmente por quien tambalea sobre el Sillón de Rivadavia.
03-POLITICA-2Alberto Fernández tuvo una nueva semana para el olvido. Estableció una agenda y una oratoria que lo dejó pedaleando en el aire, desorientando a propios y extraños.
En principio, y a contraposición de sus asesores respecto a exponerse sin guión, «mojó la oreja» a uno de los gobernadores de mejor imagen de la oposición: el caso de Gustavo Valdés. Después, mientras su Gabinete se reunía para ensayar soluciones a los mil y un problemas que afronta su gestión, el primer mandatario decidió ir a visitar a Milagro Sala a Jujuy, condenada por asociación ilícita, en 2019. Y en las últimas horas, se envalentonó en un acto de la CGT para lanzar tiros por elevación contra Cristina Kirchner.
Un itinerario errático que convalidó (tal vez, según la mirada de muchos albertistas ni qué hablar de los cristinistas y -claro está- de los opositores) la descripción del Gobernador correntino. Una nueva semana con tropiezos innecesarios que lo exponen como una de las figuras más debilitadas de la arena política nacional, seguida de la del libertario Mieli, con dislates de otros tenores.
RESPUESTA SOBRE EL GASOIL
Resulta oportuno recordar que el Presidente aprovechó una entrevista con un canal afín en la que se refirió a la escasez de combustibles. Allí, sin necesidad, apuntó contra las provincias de frontera. Pero no contra Misiones ni Formosa (aliadas estratégicas), sino contra Corrientes. Utilizó de ejemplo a la Provincia para acusar una habilitación implícita al contrabando de naftas. «Las provincias limítrofes que dejaron escapar el gasoil por la frontera, por ejemplo, Corrientes», lanzó Alberto.
El resultado de esta aseveración fue la contundente respuesta de Valdés: «Es mentira eso de que Corrientes subió sospechosamente el 40 por ciento de su consumo de combustible. Y es mentira lo de la fuga. Lo que ocurre en toda la frontera Norte argentina -donde hay muchas más provincias, pues no alcanza sólo a Corrientes- es que el combustible se iba por el diferencial de precio que conviene a nuestros vecinos. Más de dos meses después, el Gobierno salió a cobrarle más caro a los vehículos de patente extranjera. Esa no es una responsabilidad de las provincias», manifestó.
Esta postura del mandatario provincial llamó la atención de los medios porteños de alcance nacional, que al día siguiente lo tuvieron como entrevistado de «prime time». Allí, Valdés no escatimó en palabras y expresó que el Presidente «está perdido, a nosotros no se nos escapó el gasoil, al Presidente se le escapó la tortuga» y asestó: «Se está lavando la responsabilidad con los gobernadores de provincias fronterizas y poniendo de ejemplo a una provincia opositora».
A JUJUY, ¿POR QUÉ?
Otro de los capítulos cuestionables de esta semana que termina tuvo que ver con su visita a la provincia en la que se encuentra detenida Milagro Sala, que en 2019 fue condenada por asociación ilícita. El Presidente dejó una reunión de Gabinete para realizar el viaje, lo que provocó quejas internas solapadas.
Pero lo que más generó fue la crítica opositora. Una andanada de manifestaciones, con un comunicado de Juntos por el Cambio oficial en contra del apoyo a la dirigente social jujeña acapararon las redes y los medios. La mayoría, cuestionando que el Jefe de Estado ocupe recursos públicos para la utilización de un vehículo oficial, estadía, entre todos los demás gastos que conlleva una troupe presidencial, para visitar a una persona condenada por la Justicia, aprovechando además para cuestionar a dicho poder del Estado. «La visita de Alberto Fernández a Milagro Sala contiene una peligrosa amenaza a todo el orden democrático», remarcó Mauricio Macri.
«Me duele que el Presidente haya estado acá haciendo una visita personal y no me haya visitado. Inclusive lo estaba esperando en mi despacho. Comparto que tendría que estar en este acto. En medida que el país no rompa esta cultura de la grieta y de gobernar para las facciones, nos va a ir mal como pueblo. Y esto se ha profundizado hoy», advirtió Gerardo Morales, mandatario de Jujuy.
Para propios y extraños, otro paso en falso que era evitable y que sólo sirvió para «darle letra» a la oposición.
EL MENSAJE A CRISTINA
Por último, y no menos importante, Alberto tomó coraje en un acto de la CGT este viernes (por el aniversario de la muerte de Perón) y tensó aún más la cuerda que lo «une» a Cristina Kirchner. Tal vez se mimetizó con el ambiente y las arengas de barricada que hubo en dicho mitin, pero lo cierto fue que aumentó la tensión con su Vice.
«Perón no necesitaba una lapicera», fue una de las tantas manifestaciones del Presidente para responderle a Cristina, que le había pedido públicamente que la usara para hacer cambios en el rumbo del Gobierno.
«El poder no pasa por ver quién tiene la lapicera, el poder pasa por ver quién tiene la capacidad de convencer. Convencer es una tarea mucho más ardua, pero es más segura», agregó Fernández, ante la mirada incómoda de gobernadores y ministros que en sus semblantes ya avizoraban la respuesta de Kirchner en el acto de este sábado en Ensenada.
En concreto, el discurso de Alberto descolocó a los albertistas que no quieren romper con el kirchnerismo, reconociendo que «ahora nos va a tirar con una bazooka», a la espera de la estocada de la titular del Senado.
Según trascendió en los medios nacionales, el primer mandatario actuó de esta manera en un momento en el que su entorno le había recomendado bajar la espuma y no romper. Sin embargo, desoyó el consejo y decidió mostrarse belicoso, alejando encarar los últimos meses antes de la campaña en cierta calma.
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