Después de resaltar la alegría del reencuentro presencial en el aniversario de la Coronación Pontificia de la Virgen de Itatí, este año el 122º, tras los dos por la restricción de la pandemia y elogiar la capacidad de los miles de fieles de soportar estóicos la lluvia de la medianoche para el Saludo a la imagen peregrina que se trasladó al atrio de la Basílica, porque «nadie se movió», el arzobispo de Corrientes, monseñor Andrés Stanovnik en la homilía de la misa central al mediodía de ayer, advirtió sobre las actitudes negativas entre los argentinos que provoca profundos daños, por lo que pidió suplicar a la Virgen que los cristianos testimonien su forma de convivir, que «se distingue porque le abre la mano a todos, no le cierra el corazón a nadie».
Tras nombrar a las autoridades provinciales, legislativas y municipales locales y de otras localidades que participaron en la multitudinaria celebración en un templo desbordado incluso afuera, donde muchos desde las 5 ya estaban con sus silletas, sostuvo que «hoy nos damos cuenta mucho mejor qué importante es ‘caminar juntos’ -como señaló el lema de estos festejos- y qué bien nos sentimos cuando logramos hacerlo. Y, por el contrario, estar lejos, nos entristece. En lo profundo del ser humano de todos los tiempos, independientemente de las diversas ideologías, religiones y culturas, hay un profundo anhelo de encontrarnos y de caminar juntos todos», para admitir seguidamente que «sin embargo, y aun persistiendo ese anhelo hondo, ¡cuánto nos cuesta concretarlo y mantenerlo en el tiempo! La historia humana, la historia de nuestra Patria y sobre el momento actual que nos toca vivir a los argentinos, nos muestra qué difícil resulta caminar juntos. Desde los que convivimos bajo un mismo techo, pasando por los vínculos que tenemos con nuestros vecinos; hasta la convivencia social más amplia, está marcada por la desconfianza, la incertidumbre y el malestar, más que por tiempos de paz, de desarrollo equitativo y de esperanza para las generaciones futuras».
UN ESTILO, LA
DESILUSIÓN
Apuntó que «en nuestro modo de ser y de caminar prevalece, lamentablemente, un estilo sectario y excluyente: miramos con recelo a los que viven de otra manera, o piensan distinto que nosotros. Nos agrupamos más bien para defendernos de los que tienen otros valores y estilos de vida, que para buscar convivir pacíficamente en las diferencias y valorar lo que hay de bueno en los que consideramos que no son de los nuestros. Y así nos debatimos continuamente entre quién es el más fuerte, gastando lo mejor de nuestras energías en anular al otro hasta hacerlo desaparecer. Ese otro puede ser puede ser tu pareja, tus vecinos, el que pertenece a otra comunidad religiosa, o es de otro signo político. La finalidad ilusoria que se persigue así es una sola: ser dueños de todos y de todo. Los que lo logran se desilusionan. Ese es el pecado original que está adherido como un carcinoma al alma del ser humano, lo daña, engaña y confunde».
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