El conjunto de Boedo se impuso en una definición apasionante en el último juego frente a Quimsa, 82-77 y encadenó su quinto campeonato consecutivo para profundizar una hegemonía incuestionable.
Es irrefutable: San Lorenzo es la dinastía reinante en el básquet argentino. Después de cuatro títulos consecutivos, y pese a las dificultades que atravesó durante la temporada más complicada de su último lustro, el Ciclón celebró su quinta corona de Liga Nacional. El flamante Pentacampeón, único equipo capaz de hilvanar cinco anillos al hilo en la historia de la competición, despachó al Quimsa líder de la campaña regular después de un vibrante quinto partido para extender la vigencia de uno de los ciclos más exitosos de todos los tiempos.
No fue una aventura sencilla para el conjunto de Boedo, un elenco que debió afrontar múltiples contratiempos dentro y fuera de la cancha hasta alcanzar su consagración frente a la Fusión. Los obstáculos inherentes a la situación actual que atraviesa el mundo le agregaron dramatismo a un año distinto en un club que había hecho de la estabilidad su principal bandera.
Aunque el modelo 2020/21 de San Lorenzo tiene sus virtudes específicas y sus particularidades contextuales, existen argumentos históricos para entender los méritos detrás del quinto capítulo de la hegemonía azulgrana. Presente y pasado son indivisibles para explicar por qué el Ciclón es otra vez el monarca local.
UNA REVOLUCIÓN EN BOEDO
El aterrizaje de Marcelo Tinelli y Matías Lammens representó una inyección -no solo económica- en San Lorenzo. Al margen de la importancia lógica del fútbol, la dupla dirigencial enarboló al básquet como una de sus principales banderas. El Ciclón estaba hundido en el Prefederal, la cuarta división de la estructura vernácula, cuando se creó la subcomisión de básquet en 2011. Edificada sobre la experiencia de nombres propios con jerarquía y experiencia en el rubro, escaló rápidamente hacia la élite para consumar su retorno tras 19 años ausente.
La misión azulgrana tenía una obsesión como objetivo: hacer historia. La apuesta fue absoluta desde la primera temporada, donde armaron una primera versión del Dream Team bajo la conducción de Julio Lamas. Con una chequera abultada y el seductor padrinazgo de Tinelli para atraer nuevas marcas, para aquella 2015/16 incorporaron a una leyenda como Walter Hermann y a dos figuras resonantes del ámbito local como Marcos Mata y Nicolás Aguirre. El tridente fue determinante, con Herrmann como MVP, para levantar el primer título frente a La Unión de Formosa.
De cara a 2016/17, San Lorenzo se despidió de Herrmann pero mantuvo a la dupla Aguirre-Mata en una columna vertebral que definiría los próximos años del éxito azulgrana. De cara al nuevo desafío, otra vez con Lamas a la cabeza, incorporaron a un nombre propio que hoy juega en la NBA: Gabriel Deck. El chango santiagueño, después de lucirse con la camiseta de Quimsa, se mudó a Boedo y fue el jugador más valioso de un equipo que arrasó con los Playoffs y sufrió apenas una única derrota, frente a Regatas en la final.
En 2017/18 fue el primer cambio de entrenador. La salida de Julio Lamas para asumir como entrenador de la Selección de Japón representó un desafío: elegir a su sucesor. Gonzalo García, quien había sido asistente de Lamas en la Selección y había sido dos veces premiado como mejor entrenador local, asumió la conducción del bicampeón después de cuatro años en Gimnasia y Esgrima de Comodoro Rivadavia. Con la misma base y algunas incorporaciones de altísimo nivel, San Lorenzo derrotó a San Martín en la final de la Liga Nacional y exportó su hegemonía más allá de las fronteras argentinas: fue campeón de la Liga de las Américas. Deck fue el líder absoluto de un plantel plagado de talento que brilló dentro y fuera de casa.
Constante durante el último lustro, San Lorenzo siempre redobló la apuesta. Insaciable y voraz, nunca se conformó en los laureles conseguidos y rumbo a 2018/19 incorporó grandes cuotas de talento a una formación que sufrió la partida de Deck rumbo al Real Madrid. Dar Tucker, quien había llegado en 2017, asumió mayores responsabilidades y fue el emblema de otra formación inolvidable que tuvo en Marcos Mata al MVP de la temporada regular y en Tucker al más valioso de las apasionantes Finales a siete partidos frente al Instituto de Facundo Müller.
La pandemia de coronavirus interrumpió una temporada 2019/20 que se encaminaba hacia otro título pese a algunas dudas iniciales que obligaron a cambiar al entrenador: Müller, que se había mudado desde Instituto junto a varios de los pilares de aquella Gloria finalista para suplir la partida de García, fue despedido en enero de 2020 a sabiendas de que Néstor García aceptaría el cargo. El conjunto de Boedo era un Ciclón y había celebrado el Súper 20 pero el covid estropeó sus planes de Liga Nacional.
2020/21 representó un gran desafío con dificultades para armar el plantel, un sistema de juego totalmente rediseñado ante el amenazante coronavirus, los contagios, los contactos estrechos, las lesiones y la exigencia de un calendario condensado. En medio de esa vorágine, debió afianzar las incorporaciones de Silvio Santander como entrenador y de numerosos refuerzos en un Ciclón que despidió a uno de sus emblemas: Marcos Mata se marchó a la segunda división del básquet japonés.
San Lorenzo atravesó un periodo lógico de adaptación, despejó las dudas alrededor de sus primeras actuaciones y coronó su año como el primer pentacampeón de la Liga Nacional de la mano de Santander: «Cuando yo llegué a San Lorenzo, sabía perfectamente a qué organización llegaba: una estructura muy ganadora, con jugadores con perfil ganador, que habían sabido competir muy bien. Tenía claro que todo lo que podíamos hacer nunca iba a alcanzar, porque la realidad es que tanto Lamas, como Gonzalo y Néstor habían jugado y ganado varios torneos. Lo que me propuse hacer fue no cambiar dinámicas que estaban desde antes para acompañar al equipo en todo lo que podía, y ayudarlo a conseguir los objetivos».
El impulso económico que San Lorenzo ha recibido desde la llegada de Tinelli-Lammens al club es innegable, pero sobran los ejemplos de proyectos faraónicos que terminaron en fracaso. La billetera del Ciclón existe pero no deja de ser igual de abultada que la de otros equipos que se han consagrado a lo largo del tiempo. La gestión del básquet en el Ciclón merece un reconocimiento, al margen de los recursos de los que dispone: no es sencillo mantener una vigencia durante tantos años. Si la idea de Tinelli -hoy de licencia- era hacer historia, sin dudas podrá dormir tranquilo con un objetivo cumplido tanto a nivel nacional como en el plano internacional en donde alcanzaron proezas insospechadas como sus duelos frente a equipos NBA, NCAA y top de Europa con victorias incluidas frente al Real Madrid y al Barcelona.
LA ELECCION DE ENTRENADORES DE PRIMER NIVEL
Durante los últimos seis años, San Lorenzo incorporó a varias de las figuras más rutilantes del ámbito local y sazonó su estructura nacional con extranjeros capaces de darle un salto de calidad y jerarquía para completar algunas de las nóminas más impresionantes de la historia.
Pero el mayor secreto del Ciclón, la clave de su éxito, radica en el banco de suplentes. La contratación de entrenadores consagrados, de primer nivel tanto en el plano local como internacional, es un factor decisivo para las victorias del elenco azulgrana. No hace profundizar en los pergaminos de Julio Lamas, Gonzalo García, Néstor García y Silvio Santander para justificar que los cuatro pertenecen a la élite.
La elección de los coaches ha sido un pleno tras otro y cada uno de ellos le dio un plus específico a un equipo que se mantuvo siempre motivado, sediento y voraz pese a sus logros permanentes. Los cuatro compartieron méritos, aunque con diferentes estilos, que fueron fundamentales para cada una de las consagraciones del Ciclón. Los cuatro no tuvieron inconvenientes en domar los egos de un plantel plagado de figuras, un riesgo latente en nóminas conformadas por múltiples estrellas. También fueron capaces de convencer a aquellos que eran primeras opciones en otros equipos de priorizar lo colectivo por sobre lo individual y aceptar roles secundarios en pos del bien común.
Santander, el último DT campeón, pone en su voz un denominador común de los últimos años: “Yo soy muy agradecido al plantel, porque tener buenos jugadores, con experiencia en el torneo, que pongan al equipo por delante, es lo más valioso y lo que necesita un entrenador para funcionar. Nosotros no podemos tener a un jugador en el equipo que no quiera cambiar o ceder algo de su juego porque se pone por delante del equipo. Eso termina siendo negativo y yo por eso le estoy muy agradecido a este plantel”.
UN ACIERTO EN CADA REFUERZO
Si las contrataciones de los entrenadores fueron una garantía, los refuerzos no se quedaron atrás. Desde aquella primera decisión que fue construir en torno a Herrmann, Aguirre y Mata, San Lorenzo prácticamente no se equivocó en las incorporaciones que sumó año a año. Penka fue, por supuesto, la más redituable al haber sido el único en participar de los cinco anillos del Ciclón pero lo cierto es que el porcentaje de acierto fue altísimo durante los últimos seis años.
Los nacionales fueron un pleno tras otro. Después del año fundacional, y sin escatimar en gastos, salieron al mercado e incorporaron al Gabriel Deck campeón de la LNB en 2014/15, sumaron a Matías Sandes y a Selem Safar, repatriaron a José Vildoza tras su experiencia en Trotamundos de Venezuela en una tendencia que se mantuvo durante los años siguientes con las contrataciones de Maxi Fjellerup, Facundo Piñero y Luciano Chuzito González. De cara a la presente temporada, también evidenciaron su agudeza para descubrir nombres por fuera de lo obvio con fichajes como el de José Defelippo desde Comunicaciones o Santiago Ferreyra de Barrio Parque.
El scouting funcionó no sólo puertas adentro: los extranjeros seleccionados fueron un salto de calidad en cada equipo. Después de un año con mayor preponderancia de los argentinos, los foráneos fueron aún más desequilibrantes en las campañas siguientes. Jerome Meyinsse, campeón con Regatas en 2012/13 y estrella del Flamengo, la rompió en el elenco de 2016/17 junto al uruguayo Mathias Calfani.
Dar Tucker, MVP de 2016-17, se sumó junto a su compatriota Joel Anthony y el cubano Javier Justiz en 2017/18 para extender su reinado más allá de la Argentina. Había dudas en torno a su ensamblaje en la filosofía San Lorenzo pero Tucker se adaptó rápidamente a Boedo, se afianzó como goleador y fue MVP de las Finales en 2018/19. Donald Sims y Ramón Clemente también habían sido elegidos por el Ciclón pero la historia terminó mal, el único lunar de su último lustro: FIBA suspendió al club por diferentes deudas con varios jugadores.
EL SEÑOR DE LOS ANILLOS
Fue la piedra fundacional de la era triunfal del Ciclón y es el dueño del equipo. Líder y MVP de la Liga Nacional en 2014/15 con la camiseta de Quimsa, se mudó de su Santiago natal a Boedo para sentar los cimientos del proyecto pentacampeón. El señor de los Anillos, que igualó a Martín Leiva y Diego Osella en cantidad de títulos y quedó a uno de Campana, Milanesio y Marcos Mata que escoltan al líder histórico Leo Gutiérrez (10).
Roberto Acuña, su compañero en el plantel actual, justamente trazó un paralelismo en el espíritu ganador que une al Penka con el más ganador de todos los tiempos: «Tenemos al Leo Gutiérrez de Peñarol. Penka Aguirre entiende todo. En los momentos difíciles, como el tercer cuarto y el último del tercer partido, cuando Quimsa se había acercado, sabíamos que la pelota había que dársela a él. Hablamos todo el tiempo de lo que a él le gusta, que quiere que yo haga. En la cancha se transmite eso, sabemos que él va a tirar al aro y yo voy a ir al rebote. Es parte del entrenamiento diario también».
Después de un breve paso por el Fuerza Regia mexicano durante la incertidumbre que causó la pandemia, Penka regresó al Ciclón y fue el metrónomo del elenco con su experiencia, su jerarquía, su talento y su estirpe ganadora. Su influencia fue tanto en el juego como en el vestuario, máximo referente de un conjunto que pretende seguir sumando cinturones con Aguirre como emblema. Director de la orquesta matadora, una garantía en la postemporada, fue el cerebro detrás del último lustro de gloria azulgrana.
Durante la presente campaña, y ante el crecimiento ineludible de Vildoza, demostró su temple y su altruismo para ceder el mando sin dejar de estar preparado para cuando su equipo necesitara la aparición de su viejo héroe. Si pudieron complementarse, una sociedad que causaba dudas en la previa, fue en gran parte gracias a la capacidad del Penka de compartir su protagonismo.
En palabras de Facundo Sucatzky, analista de la Liga Nacional: “Penka sabe que debe darle la bola a José aunque tiene claro que hay momentos suyos de tomarla y distribuir juego al resto, sobre todo cuando hay compañeros que están pasando un buen pasaje de juego. Se notó, sobre todo en semi, cuando hubo momentos en los que José no estuvo bien y Aguirre le hizo llegar la pelota a otros que dieron un paso al frente. Penka es un jugador maduro que le da equilibrio al equipo. Es un gran defensor y un líder que sabe hacer jugar a sus compañeros, sabe cuándo correr, penetrar, asistir o parar la pelota”, escribió el base devenido en columnista en la previa de la final.
En la final se repitió el guión: cuando Vildoza tuvo inconvenientes frente a la férrea marca de Quimsa, Aguirre apareció en todo su esplendor en ambos costados de la cancha: además de su manejo ofensivo, el Penka es uno de los mejores defensores perimetrales del certamen local. Su impacto fue determinante en el quinto juego para domar a un imparable Brandon Robinson que, tras lucirse en la primera mitad, apenas pudo anotar cinco unidades en los últimos dos parciales. Aguirre fue una estampilla sobre el estadounidense para negarle la participación en el rediseñado entramado defensivo por un Santander que elogió a su líder: «Pudimos bloquear mejor a Robinson porque el ‘Penka’ (Aguirre) tiene una mentalidad salvaje».
UN TALENTO DE MVP
Segundo en la votación al jugador más valioso de la temporada regular, la irrupción de Pepe como una de las figuras de la Liga fue determinante para encauzar una campaña que había arrancado torcida para el Ciclón. Mejor Sexto Hombre en 2016/17 con la camiseta de Libertad, su transformación fue absoluta desde aquella Liga de las Américas 2019 hasta convertirse en uno de los máximos referentes del campeón en un rendimiento que lo llevó a vestir la camiseta de la Selección argentina.
Con 25 años, el base fue descollante durante la campaña y, si bien tuvo que afrontar mayores escollos ante la presión al convertirse en el principal foco de las defensas rivales durante semifinales y las finales, siempre se las arregló para aportar su desequilibrio, su creatividad y su insondable repertorio. El principal anotador del Ciclón fue capaz de producir incluso en escenarios de mayor adversidad, una prueba irrefutable de su talento.
Feroz anotador, capaz de castigar prácticamente desde cualquier sector de la media cancha, anotó 14.6 puntos durante la temporada regular y su producción aumentó considerablemente con 16.9 unidades por juego en la postemporada. Si San Lorenzo se atascaba, especialmente en ataques estacionados, siempre encontraba a su disposición sus trucos de magia: un bombazo desde el perímetro, una bandeja, una penetración con tiro desde la media distancia.
Vildoza fue el goleador de San Lorenzo en los cinco partidos de las Finales y fue premiado como el jugador más valioso de las Finales. Tras una temporada consagratoria, solo el tiempo será capaz de responder si fue el último partido de Pepe, preparado para hacer sus valijas y emigrar a Europa a cumplir un nuevo objetivo con el título y el premio al jugador más valioso en su valija.
LA PROFUNDIDAD EN SU PLANTEL
Aguirre y Vildoza son la media cancha, y los símbolos principales, de un equipo repleto de recursos en ambos costados de la cancha. Aunque a simple vista las ventajas de tener una nómina profunda son evidentes, no son pocos los equipos plagados de opciones que han terminado en frustración. Santander, el coach que construyó al campeón, reconoció que es todo un desafío: «No es fácil trabajar con equipos largos porque el básquet es un juego hermoso donde cada vez se destacan más las estadísticas individuales y los jugadores no están ajenos a eso. Entonces necesitan tener números, necesitan que les cierre su aporte, su prestación, y que no sea siempre un trabajo invisible. Entonces no es fácil administrarlo».
Más allá de la sociedad Penka-Pepe, San Lorenzo tiene jugadores que serían titulares indiscutidos en muchos otros equipos. Máximo Fjellerup, que en 2018 se sumó a la disciplina azulgrana desde Bahía Basket, fue el tercer elemento ofensivo arrastrando por momentos en soledad al equipo como tercer máximo anotador con 13.3 unidades por juego. Su impacto defensivo, alternándose para intentar diezmar el impacto de Brandon Robinson, fue desequilibrante y terminó la postemporada como el máximo reboteador de su equipo con 6.5 por partido.
¿Quién fue su segundo goleador durante la postemporada? Nicolás Romano con 13.8 unidades y una altísima eficacia durante toda la serie con un 61.6% de eficacia de dos, 47.3% de tres y 91.6% desde la línea de libres. La pieza con mayor valoración del campeón, fue un perro de presa en defensa y por momentos asumió como el principal foco ofensivo. Kevin Hernández, su compañero en la zona pintada, fue su socio ideal mientras en el banco de suplentes esperaba un Roberto Acuña que salía desde el banco para aportar su impacto desde los dos costados.
José Defelippo fue una grata sorpresa que incluso fue titular durante las Finales, Facundo Piñero también salió desde el banco como un buen complemento y Luis Montero le dio buenos minutos a Santander tanto en ataque como en defensa. La ausencia de Dar Tucker redujo las posibilidades de un equipo que se dio el lujo de prácticamente no utilizar a Mariano Gago, Facundo Rutenberg y Leandro Cerminato.
EL SELLO SANTANDER
Con los nombres propios y las opciones que integraban el plantel de San Lorenzo, su rendimiento ofensivo era inevitable: fue el equipo más goleador de la temporada regular con 83.4 puntos por juego durante la temporada regular e incluso mejoró su producción en una postemporada en la que registró 83.8 unidades por juego. Pero las dudas radicaban en su funcionamiento defensivo aunque la presencia de Silvio Santander representaba una garantía. Si algo distingue al entrenador que ahora sumó a sus vitrinas su segundo título de Liga Nacional es su capacidad de construir esquemas inexpugnables pero convencer a tantas estrellas de calzarse el overol no es una tarea sencilla.
Sin embargo, Santander lo logró en apenas un año y con las dificultades propias que afrontó durante su primera experiencia en el Ciclón que hacen más loable aún su logro. San Lorenzo fue el equipo con mejor rating defensivo, permitiendo apenas 96.9 puntos por cada 100 posesiones durante la temporada regular. y mantuvo la tendencia durante una postemporada en la que permitió 75.2 unidades a diferencia de los 78.5 que le anotaron a Quimsa.
Si bien todo equipo campeón tiene una buena defensa, San Lorenzo tiene una singularidad: cuando estaba en problemas, cuando las Finales parecían perdidas, su intensidad, su energía y su sacrificio lo rescataron del abismo. En el tercer cuarto del segundo juego, con Quimsa en ventaja y encaminándose a un triunfo que hubiera significado casi una partida de defunción, Santander pidió minuto y resumió su esencia frente a sus dirigidos: «No vamos a tener la inspiración, que todo lo vamos a meter, y tenemos que ganar igual. ¿Qué tenemos que plantearnos? Hay que empezar a defender, vamos a bajar todos. Tenemos que mostrar la mejor versión defensiva de la temporada, no de los Playoffs, de la temporada. Se lo tienen que plantear de atrás para adelante, de atrás aparece el contragolpe que es lo que mejor hicimos, y después los tiros van a venir solos. Acá, para acomodar la cabeza, tenés que sentirte fuerte en defensa, y correr algunas situaciones. Después todo lo van a ver mejor. No se frustren por un tiro errado, sepamos que vamos a convivir con eso, castiguémonos con lo que no tenemos que tener que son errores atrás».
San Lorenzo defendió como nunca, remontó aquel partido y ganó también el tercero. En el quinto, Santander volvió a lucirse desde la pizarra para frenar el recital de Brandon Robinson durante la primera mitad en el Templo del Rock. De cara al tercer cuarto, Santander tomó una decisión arriesgada: hacerle un box and one para aislarlo del juego, una defensa poco común que consiste designar un jugador que ejecute una asfixiante marca personal para negarle la pelota y, en caso de que reciba, automáticamente activar una ayuda para obligarlo a desprenderse del balón. Con Penka como estampilla, el estadounidense apenas sumó cinco unidades y San Lorenzo revirtió la desventaja que llegó a ser de quince unidades para quedarse con el título.
LA RESILIENCIA DEL CICLON
Santander asumió como entrenador del Ciclón en agosto de 2020, con el mundo y la Argentina sumidos en la pandemia que aún azota al planeta. Cuando estampó su firma en el contrato que lo vincula con la entidad de Boedo, ni siquiera hubiera sido capaz de imaginar la cantidad de dificultades que afrontaría durante los meses siguientes.
«Me encontré con una suma de adversidades que no esperaba, esto que hablamos un poco de no tener los jugadores durante un buen tiempo, lo que pasó con muchos equipos respecto al coronavirus y las lesiones, que no nos pasó a nosotros solos y le pasó a muchos otros equipos. Me encontré con situaciones de no tener a los jugadores a veces, los equipos completos, y tener que echarle mano a jugadores jóvenes. Eso nos hizo alargar el plantel, nos hizo más fuertes porque tuvimos que resolver a cada momento lo que sucedió. Me hubiese gustado no tener que haber administrado tanta situación de complejidad, pero a veces las temporadas vienen así y también está bueno», reflexionó el flamante campeón.
Desde el primer día, con varios jugadores lejos de Boedo al estar jugando fuera del país, Santander debió sortear múltiples contratiempos. Los contagios por coronavirus, sumado a las lesiones que fueron sufriendo, le impidieron definir una rotación: «Es atípico y le cuesta tanto al entrenador como al jugador. El jugador quiere tener en algún momento su rol, ver cómo funciona la estructura matriz para a partir de eso ver dónde se acomoda y qué puede aportarle al equipo. Y siempre querer más, porque el jugador siempre tiene que querer más, se tiene que enojar cuando sale, tiene que quedarse disconforme, pero dentro de una estructura que le siente cómoda. Noté que tuvimos que trabajar mucho sobre eso, porque nos fuimos encontrando con distintas realidades pero también siento que eso fue lo que nos potenció. Creo que todo lo que hemos tenido que cambiar, y corregir sobre la marcha, terminó potenciando al equipo».
Los desafíos aparecieron incluso durante las finales, en las cuales no pudo disponer de Dar Tucker como a lo largo de toda la temporada: Luis Montero, quien había sido importante en los primeros tres juegos frente a Quimsa, se lesionó y no pudo participar de los últimos dos encuentros. Pese a todas las complicaciones en un año de por sí complicado por la exigencia de un calendario condensado y después de dos series sumamente parejas frente a San Martín y frente a Quimsa, San Lorenzo celebró su quinto título consecutivo y extendió una hegemonía que nadie se anima a advertir cuándo finalizará.
Fuente: LNB/ La Liga Contenidos