Por Alberto Barbieri *
La educación técnica debería ser el eje de una propuesta formativa transversal para todas las escuelas. Dejando atrás la vieja antinomia entre las labores intelectuales y prácticas, y apuntando a establecer una sinergia entre las usinas de generación del conocimiento y las cadenas de valor y producción.
En el complejo mundo de la educación, los números no hablan por sí solos. Un mismo indicador puede ser evaluado de distintas maneras en función de los criterios que se apliquen. Al igual que un instrumento de navegación cuyo fin principal es orientar, el mal uso o una equívoca comprensión de los indicadores puede llevarnos a extraer falsas conclusiones.
Un ejemplo ilustra lo dicho. En la Argentina, la alfabetización hoy en día es prácticamente universal: el 99 por ciento de las personas mayores de 15 años tiene manejo de competencias básicas de lectura y escritura. Se trata de un valor positivamente alto respecto al contexto regional. Sin embargo, no es suficiente para resolver la actual crisis educativa, especialmente en el colegio secundario, donde se observan importantes falencias en la comprensión de textos y de la lógica matemática por parte del alumnado. Tampoco alcanza para abordar problemas más generales como el manejo de información, de datos y la brecha digital, los cuales tienen consecuencias nocivas en términos generacionales, económicos y geográficos.
Es a través de esta mirada contextual que debería ser abordada la pregunta acerca de cuáles son los desafíos de la educación argentina en la actualidad y, en especial, las respuestas que podemos construir para imaginar un destino distinto. Porque no nos conformamos con seguir haciendo diagnósticos sobre la crisis de nuestro sistema sino que apuntamos a generar soluciones para salir de ella.
En este sentido, la educación técnica debe ser uno de los ejes principales a desarrollar en el sistema educativo, para a través de un amplio acuerdo político, económico y social, lograr potenciar el desarrollo regional de nuestro país, conectando el conocimiento científico con los requerimientos estratégicos de cada localidad; facilitando así el arraigo territorial y un federalismo más equilibrado.
En concreto, proponemos que las escuelas incorporen a su currícula disciplinas ligadas al desarrollo tecnológico y la innovación. Una sólida formación técnica, basada en los nuevos modos de conocer y en la riqueza didáctica del aprender haciendo, renovando el formato y los contenidos educativos actuales. Esto permitirá a las nuevas generaciones no sólo una mejor inserción laboral, sino también mejorar sus habilidades tradicionales de lecto-comprensión y de matemática; desarrollar pensamiento crítico y ejercer los derechos y obligaciones que supone una ciudadanía plena y activa en las actuales sociedades del conocimiento.
Es importante remarcar que cuando hablamos de educación técnica no queremos reeditar el tradicional modelo de la escuela técnica, que fue pensado con otro objetivo y en otra época. Tampoco estamos de acuerdo con quienes ven a la educación técnica como una opción de descarte, destinada a dar capacitación básica a los sectores excluidos para su conversión en mano de obra. La educación técnica debería ser el eje de una propuesta formativa transversal para todas las escuelas. Dejando atrás la vieja antinomia entre las labores intelectuales y prácticas, y apuntando a establecer una sinergia entre las usinas de generación del conocimiento y las cadenas de valor y producción; donde los diseños curriculares reflejen las necesidades de la sociedad, adaptándose continuamente a los cambios tecnológicos.
Hay diversos datos que respaldan la necesidad de contemplar este enfoque: en la Argentina se gradúan aproximadamente 8.300 ingenieros e ingenieras por año cuando el sistema está demandando como mínimo 11.000. Eso significa que en nuestro país hay 1 ingeniero o ingeniera cada 5.700 habitantes. Cuando en Brasil, para mencionar comparativamente un ejemplo de la región, hay 1 cada 4.000 habitantes y en países con otros niveles de desarrollo como Alemania hay 1 cada 2.000. Otro dato a tener en cuenta es que entre 2011 y 2019, la matrícula de las escuelas técnicas ha crecido por encima de la matrícula general en los colegios secundarios (18 por ciento contra 11 por ciento, respectivamente).
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publicada en Infobae.
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