Hubo varias escaramuzas previas, la mayor parte de las cuales no salió a la superficie. Aunque fueron sumando presión a las ya indisimulables diferencias que separan al mandatario provincial de su antecesor, quien no se resigna a un rol menor que lo descoloca en el pretendido liderazgo que cree todavía tener como Presidente de la UCR provincial.
Aun así, quienes minimizan el poder de fuego y la voluntad de lucha de Ricardo quizás se equivoquen. Siente que le vienen tocando la oreja. Muchos son los alfiles del Gobernador que, de tanto en tanto, le tiran misiles cuando no lo ningunean, algo que para quien se sentó tres veces en el sillón de Ferré no se olvida fácilmente.
Desde estas columnas, más de una vez advertimos que, más allá de la disputa sórdida que -por meses- se libró en torno a la candidatura mayor, lo más importante era quién ejercería la conducción política para la conformación de alianzas y la definición de los candidatos municipales, provinciales o nacionales. Además de las cuestiones operativas y logísticas propias de una campaña electoral que, hasta hace poco, estaba bajo la órbita excluyente de quien fue por dos décadas el dueño de la birome, en un unicato donde la palabra «internas» fue desterrada como método democrático para la selección de candidatos.
A regañadientes, claro está, Colombi vino cediendo y cediendo ante el avance sostenido e incesante de su sucesor que, desde hace tiempo, tiene en claro que el poder es uno solo y no se comparte.
En las últimas semanas, el Gobierno y la propia UCR debió sufrir el desplante del número dos, Gustavo Canteros. Al principio, parecía una estrategia de reposicionamientos dentro de la alianza, pero con el correr de los días, el Vicegobernador mostró una decisión muy fuerte de ir hasta el final, incluso con la posibilidad de cruzar el Rubicón, algo que siempre se minimizó como posibilidad dentro de Encuentro por Corrientes.
Por estas horas, más allá de las formalidades, el pase de Canteros al peronismo es ya un hecho.
En el Gobierno, el portazo de Canteros sigue haciendo ruido, aunque ya no se ensayan alternativas para retener al díscolo hombre que tejió su trayectoria política con singular habilidad, escalando posiciones con una audacia propia de una desmesurada -para algunos- ambición de poder dentro de la cual, si fuera ungido finalmente Intendente, está claro que desde el primer día de su gestión, apuntará a la sucesión de Valdés o de quien, en definitiva, termine quedándose con el sillón de Ferré en este turno electoral de 2021; en el cual, más allá de las encuestas, hay más interrogantes que certezas con final abierto frente a un peronismo capaz de sacar de la galera un conejo.
LA PREGUNTA
DEL MILLÓN
Hay un dicho que reza: «El que se quemó con leche ve la vaca y llora». Y otro que señala: «Nadie se tropieza dos veces con la misma piedra».
Lo de Colombi en 2017 da para pensar. De cuatro candidatos en carrera: Sergio Flinta, «Peteco» Vischi, Carlos Vignolo y Gustavo Valdés, terminó, más que eligiendo, imponiendo al que menos peso político propio tenía. Fue un acto de autoridad que dejó un tendal de heridos. Elección que se fundó, seguramente, en el hecho de que, a criterio del mercedeño, su delfín era el que mejor aseguraba su retorno al sillón de Ferré cuatro años después.
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¿Era un valor entendido? ¿Se habló claramente o se firmó algo? Nadie lo sabe. Sólo que, para un hombre de la experiencia de Colombi, que ya había sufrido algo más que una desilusión, por no decir traición años antes, cuesta creer que no haya tomado sus reparos. Quizás, un acto de exceso de confianza o de creer que era algo que era un valor entendido.
Lo que comenzó a suceder después mostró que, al menos, algo no fue como se pensó o pudo pensar, con algo de ingenuidad inexcusable, quien ocupó ya tres veces la Gobernación y no se resigna a colgar los botines; más allá de que, prominentes figuras del oficialismo, como Any Pereyra y varios otros hablan de una jubilación que al mercedeño molesta y mucho.
LA REEDICIÓN DE
UN ERROR
QUE COSTÓ CARO
En 2005, Ricardo manejó distintas variantes. El candidato natural parecía ser Sergio Flinta. El armador histórico del radicalismo vernáculo. Finalmente, terminó ungiendo, en un acto de arbitrariedad política, a su primo Arturo Colombi, persuadido de que sería quien mejor le cuidaría su retorno a la Gobernación cuatro años después.
Los hechos mostraron que se equivocó. Aunque, una gestión gris y un candidato opositor sin fuerza ni consenso, aun dentro del peronismo como lo fue Fabián Ríos, contribuyó a que desde el llano, y contra viento y marea, volviera en 2009 luego de una elección en la que pasó de todo.
Otra hubiera sido la historia si el peronismo hubiera puesto en la cancha un peso pesado con voluntad de triunfo. Algo que no fue y facilitó que la polarización se dé entre dos radicales.
¿Y AHORA QUÉ?
El cuerpo electoral de Goya es quizás el más complejo de toda la Provincia, según coinciden todos los encuestadores. Hasta la lista de concejales es puesta bajo la lupa por la sociedad goyana, algo que no ocurre en el común de los municipios.
El episodio de Martínez, en el fondo y sus formas, ha calado hondo. Valdés puede imponer su autoridad y perfeccionar la remoción. Hay que ver el efecto en lo electoral en la localidad y el efecto reflejo sobre otros municipios donde hay muchos cabos sueltos aún. Tampoco es menor la incipiente puja por las candidaturas electivas provinciales y nacionales.
Hasta dónde pesará la opinión de Valdés y cómo conjugará propuestas comunes con un Colombi herido que no tiene espacio para retroceder más sin resignar un liderazgo que no quiere ceder.
Como telón de fondo, los aliados, que por primera vez no tienen en claro hasta dónde repercutirá la pelea dentro de la propia UCR. Porque no de otra forma se puede llamar a esta puja indisimulable que enfrenta a sus dos líderes.
¿Y LA FECHA?
Colombi habló, Valdés calla. Lo que está claro es que en el marco del peor momento de la pandemia, si hay algo que el Poder Ejecutivo no puede hacer sin pagar un alto costo político es convocar antes de fin de mes a elecciones. Esto lleva a que la fecha del 29 de agosto esté definitivamente caída, como la de cualquier fecha de septiembre. Al menos si se respeta una línea de coherencia en el tratamiento de una pandemia que no da tregua y que pone en jaque a todos los oficialismos.
LA FRAZADA CORTA
Los que conocen el paño hablan de una elección cerrada, con final abierto, polarizada y muy pareja. El que gane se llevará ocho diputados y tres senadores. Y el que pierda, siete y dos senadores.
En este marco, la tensión en el oficialismo es creciente. Los dos sectores radicales pelearán espacios como nunca antes y sólo los socios principales lograrán colar alguna ficha. En el Senado, está claro que serán radicales de paladar negro, sin lugar para los socios.