Luego del Mundial de Qatar, muchas cosas quedarán para el fútbol en todo el mundo. Qatar 2022 fue el Mundial de los datos. Con el armado de una estructura propia de recolección y análisis de las estadísticas del juego, la Fifa cumplió con las expectativas y con sus pronósticos sobre la «revolución de los datos» que organizó con sus brigadas de 25 analistas por encuentro y la promesa de capturar 15 mil data points por partido, cuando el promedio de información habitual en el fútbol oscila entre los 2.500 y 3.000 datos de eventos.
La Fifa anunció en diciembre de 2021 que el Mundial tendría once nuevas métricas. Algunas de ellas ya existentes, pero novedosas para los mundiales y otras literalmente nuevas, porque nunca antes se habían utilizado. Se espera que a partir de ahora, en todas las competiciones de Fifa, se mantenga en pie todo este ecosistema de datos.
Los parámetros fueron los siguientes: control de posesión; tiempo de recuperación de balón; ruptura de líneas; altura de la línea defensiva y longitud del equipo según las fases del juego; incursiones en el último tercio del campo; pérdidas de balón forzadas; presión sobre la pelota; goles esperados; formación promedio del equipo, recepciones detrás del mediocampo y líneas defensivas, y las diferentes fases de juego
Sobre este grupo de estadísticas avanzadas, hay otras métricas que se desprenden y crean subgrupos. Fifa innovó en el concepto de posesión de la pelota. La introducción de la variable in contest (en disputa) apuntó a la búsqueda de mayor exactitud para determinar qué selección controlaba más el balón en un partido. La pelota en disputa se refería, por ejemplo, a cualquier destino incierto que tuviera en una situación del juego como puede ser el despeje de un defensor o un corte de jugada cuando la pelota se va de los límites del campo.
En los debates futbolísticos ya está aceptado que el dato absoluto de la posesión no explica demasiado sobre cómo fue un partido. Nada mejor que dos ejemplos cercanos y felices de Qatar 2022 para comprender eso: contra Croacia en semifinales, la Argentina tuvo 34.4 por ciento de posesión, y contra Francia un 46.5 por ciento, en un partido que controló casi hasta el minuto 80 y que fue al tiempo extra. Dos datos diferentes, dos formas de dominio que revelaron cambios en el modo de jugar.
El otro dato novedoso que ofreció Fifa fue el denominado offers to receive, que apela a una noción tradicional del fútbol: qué jugadores se ofrecen como opciones de pase para un compañero. Acá los datos no crean un concepto, sino que es un viejo elemento del juego el que finalmente consigue su manera de ser cuantificado.
Rodrigo De Paul (137 veces, contra Australia), Enzo Fernández (94, ante Países Bajos) y Alexis Mac Allister (51, contra Croacia) fueron los que lideraron ese rubro en la fase definitoria. Son datos acordes a un mediocampo que «voló» durante el Mundial y que se suelen escapar de la percepción visual original cuando se mira un partido, entre otras cosas, porque no es posible capturar con la mirada todo lo que sucede. Lionel Messi fue el jugador que más veces se mostró como opción de pase en Argentina contra Francia: 90 veces.
Es un apartado en el que Messi no suele liderar, ya que es el jugador más marcado del equipo, pero es el que mejor suele explotar los pases que recibe, siempre por encima de un 43 por ciento de conversión sobre las búsquedas de sus compañeros.
Que Messi haya liderado esa estadística revela la manera en la que Argentina desarmó la mitad de la cancha de Francia, en una «paliza táctica» que será recordada con datos o sin ellos.
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