Las aguas cristalinas de la laguna de Ramada Paso motivaron, hace casi dos décadas, la construcción de un balneario local. Esas obras se retomaron con nuevo impulso hace diez años, pero un extraño suceso trajo a la memoria de los pobladores la historia del gaucho Jaime, de quien la laguna y el actual complejo recreativo tomaron su nombre para preservar su recuerdo.
El videintendente, Rubén Gauto contó a EL LIBERTADOR que al limpiar el predio donde las obras iban a llevarse a cabo, se retiró una cruz de madera que no tenía identificación y fue llevada hasta la comisaría local, donde sería resguardada.
Desde ese día, las lluvias impidieron la continuación del trabajo de construcción del complejo. Los vecinos de Ramada Paso estaban seguros que esto se debía a que la cruz había sido quitada del lugar, y así fue como la historia del gaucho Jaime volvió a los labios de los viejos pobladores que se encargaron de retransmitir una historia que estaba a orillas del olvido.
CAMINO DE TORMENTA
Antiguamente, ante la falta de colectivos y otros transportes modernos, los lugareños se trasladaban de un lugar a otro con carretas tiradas por bueyes, entre ellos, los comerciantes que traían productos de la Capital y llevaban otros de Ramada Paso. Jaime era uno de esos comerciantes, con su carreta y sus bueyes.
Los pobladores con mayor claridad en su memoria, contaron que en su recorrido habitual había llegado por la tardecita a la casa de Marta Trinidad Sotelo, una vecina del lugar que tenía un negocio, para cargar nuevos productos luego de haber vendido todo lo anterior.
Como se avecinaba el mal tiempo, le insistieron que se quedara en el galpón hasta que se calmara. Jaime se negó y continuó su viaje, el mismo recorrido de siempre, a través de un paso que se encontraba cerca de la laguna.
Al rato, cayó una tormenta de intensa lluvia y granizos. El relato local dice que los bueyes se asustaron y, perdidos en la oscuridad, se metieron en la laguna donde se ahogaron junto al mercader.
LA CRUZ
Al día siguiente, unos paisanos que pasaban por el lugar, desde lejos observaron en la laguna las maderas de la carreta flotante, los bueyes ahogados, pero el cuerpo del gaucho Jaime nunca apareció.
En el lugar que sucedió la tragedia, los pobladores colocaron una cruz («curuzú» en guaraní), y desde entonces se volvió un sitio al que acuden en tiempo de sequía, a pedir que llueva dejando como ofrenda botellas.
Esta cruz se conserva en el predio del complejo recreativo, con un cartel identificatorio que recuerda y preserva la historia del gaucho Jaime que, así como muchos mercaderes del Interior correntino, dejaron marca de su paso a través de caminos, lagunas y memoria de los pueblos.
RELAX Y NATURALEZA
El complejo recreativo Curuzú Jaime está ubicado sobre la ruta Nacional 12, como una parada que invita a quedarse a pasar el día. El atractivo de la laguna se complementa con un parque acuático que ofrece un toboagua, una pileta semiolímpica y una alfombra de agua, además de las canchas de canchas de paddle y fútbol 5.
También se encuentra disponible un sector de parrillas y camping, sanitarios, vestidores, estacionamiento, proveeduría y vigilancia.
El valor de la entrada es de 500 pesos para visitantes, a partir de los 5 años, con un descuento del 50 por ciento para vecinos.
Lo único que tiene un costo es el alquiler por día de quinchos que varia por su tamaño, el derecho de carpa a 1000 pesos la noche y los paseos en kayak a 200 pesos.
Hay 15 familias que alquilan sus casas para quienes quieran extender su visita a más de un día, anotadas en el registro municipal de prestadores.
El personal está comprendido por jóvenes locales capacitados por el Ministerio de Turismo en atención al cliente, para brindar una experencia de calidad como es política del Gobierno provincial en materia turística. También están formados en primeros auxilios y RCP.
«Invitamos a conocer este lugar, y los que ya nos conocen, con seguridad volverán porque encuentran aquí la paz y tranquilidad necesaria para pasar agradables momentos», expresó el intendente Arturo Puyol.