Fortalecer el territorio del guacamayo rojo es uno de los objetivos fundamentales de la política ambiental para la conservación de especies en el Interior de Corrientes, pero no sólo por su importancia en esta zona, sino para toda la región.
Así señala a EL LIBERTADOR Marianela «Mane» Masat, coordinadora del Proyecto Guacamayos de Fundación Rewilding Argentina, antes de viajar a Honduras, hasta donde, por sus propios medios, llegará para seguir investigando cómo ayudar a esta especie, a la que está dedicando su vida en el Portal Cambyretá, en el Parque Iberá.
«Es importante aclarar, ¿Por qué trabajamos con esta especie? El Guacamayo Rojo es un importante dispersor de grandes semillas y frutos de árboles nativos, y por eso se considera un regenerador de bosques», subraya Mane vía telefónica desde Santa Fe, donde se encuentra con sus afectos antes de volver a Iberá con su segunda familia, los guacamayos de Corrientes, para partir «tranquila» a bordo de tres aviones hasta Centroamérica.
«Los guacamayos que tratamos en Iberá habían perdido nociones básicas, pero logramos reinsertarlos, algunos ni siquiera sabían que eran guacamayos», recuerda, y remarca: «Pero ahora lo estamos logrando».
Esta población de animales extintos sigue avanzando en las áreas naturales del Parque Iberá, desarrollando su hábitat, extendiendo sus alas hacia límites, hace pocos años, impensados y aquí llegan los problemas.
«Para nosotros todo es un aprendizaje, pero poco a poco estamos viendo como todo está avanzando, pese a las quemas y los incendios, al mercado que acecha a estas especies y a los límites de nuestros propios conocimientos, estamos logrando buenos resultados», dice Mane.
Masat explica a EL LIBERTADOR, que para llegar a volar libres en Iberá, los guacamayos deben pasar por cuarentena y rehabilitación, lo cual implica un serio reacondicionamiento de sus conductas típicas en dirección hacia su hábitat natural, donde serán liberados en pares o en grupos.
«Lo sabemos ahora, que acá como en otras partes, los guacamayos son muy sociables y que al liberarlos en grupo hay mayores posibilidades de que sobrevivan; lo sabemos ahora, luego de considerar que la primera liberación fue un gran fracaso», explica.
Luego de la etapa de rehabilitación, llega la presuelta y el entrenamiento de túnel, otro momento de entrenamiento fundamental, indica Mane.
FALTA BOSQUE PARA LOS GUACAMAYOS
Masat señala que, en Iberá, el proyecto también se ha visto obligado a innovar en la instalación de cajas nido, debido a la deforestación a través de los años, en los que la actividad adversa a los ecosistemas se expandió y se llevó gran parte del bosque nativo necesario para la reproducción de la especie.
«Hacemos instalación de cajas nido porque esta especie no crea nidos, pero los necesita y para ello necesita de grandes cavidades en árboles que ya no están, antes estaban en el Iberá y en los montes, pero ahora no, porque los han usado para madera o los han talado para abrir paso a la ganadería o a la agricultura», señala.
Sin ello, la reproducción del guacamayo «sería imposible», concluye.
Los animales silvestres no deben ser mascotas
La coordinadora del Proyecto Guacamayos dice que tiene una opinión tajante con respecto al mascotismo, y manifiesta: «Los animales silvestres jamás deben ser mascotas».
Mane dice que por una razón muy simple, los argentinos y en especial los correntinos, deben entender que no deben tener de mascotas a los animales silvestres porque ello alimenta un mercado que es voraz con la vida natural.
Es por ello que esta posición debe endurecerse en relación a la protección de los guacamayos, porque en Argentina su cría sigue siendo legal.
Comprar guacamayos, reflexiona, lleva a que aunque sean ofrecidos de modo legal también se alimente un mercado ilegal que destruye su hábitat hasta llevar a la especie al borde de la extinción, como ocurrió en Corrientes.
«Mi opinión es tajante: los animales silvestres no deben ser mascotas, pese a que en Argentina tener un guacamayo puede ser legal, porque existen criaderos habilitados y es posible llevar uno a tu casa con papeles, eso genera que alguien quiera uno de manera ilegal y comprarlo por dos pesos en cualquier lugar», remarca Mane.
Fuego, preparados, con dolor
«Fue tremendo», recuerda Mane, el avance de las quemas que devoraron más de la mitad del territorio de Corrientes en 2022.
La especialista dice que desde entonces el Proyecto Guacamayos aprendió mucho, como todas las instituciones que debieron dejar el corazón y la vida en el campo para salvar a la vida silvestre.
Mane afirma que este fue un aprendizaje «muy fuerte» no sólo para los conservacionistas, si no también para los bomberos, los funcionarios, las instituciones y para todos los ciudadanos de las localidades afectadas.
El siniestro, expresa, enseñó a los biólogos a prepararse con mayor eficiencia en el rescate y la recuperación de los guacamayos afectados por el fuego y el humo.
«Estamos claramente mucho más preparados que el año pasado, cuando ninguna institución sabía realmente que estaba frente a una catástrofe», dice Mane.
«A nosotros, al Proyecto Guacamayo, nos golpeó muy duro; tuvimos que evacuar a los pichones, porque estaban respirado humo, y murieron dos, otros dos fueron salvados con ayuda del Centro Aguará», señala.
También recuerda que «a los que pudimos rescatar, pudimos entrenar y ahora están en el portal Cambyretá», comenta.
«Aprendimos mucho, pero principalmente que el fuego nos afecta a todos, esté donde esté, porque por más de que se encuentre a 70 kilómetros de este lugar, también ahoga a las crías», finaliza.
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