Por Noelia Irene Barrios
EL LIBERTADOR
El 26 de mayo una celebración pasó casi desapercibida, al menos mientras duró la luz del sol. Fue el Día Mundial de Drácula. La fecha recuerda el aniversario de la publicación de la novela del personaje que universalizó a estas criaturas míticas, temidas y nombradas por diferentes culturas desde tiempos remotos. El Norte argentino, por supuesto, no escapó a la regla y de hecho hubo un pueblo que desde mucho antes de la llegada del hombre blanco mantuvo viva la leyenda de su propio vampiro. En realidad, vampiresa. La llaman Ehéie y ésta es su historia.
A esta leyenda la cuentan los miembros de la etnia chorote, habitantes de la región del Gran Chaco. En el libro Seres Mitológicos Argentinos, de Adolfo Colombres, se cuenta que Ehéie es el nombre de una bella mujer que cometió un pecado imperdonable para esa cultura y por tanto, recibió un castigo divino.
Por ese castigo, «numerosas víboras anidaron en su vientre, las que dieron muerte primero a su marido, picándole el pene, y luego a los jóvenes que se acostaban con ella». También se dice que «como todos la deseaban, por ser muy atractiva, fueron muchos los que perdieron la vida a causa de los reptiles venenosos, sin que ella pudiera evitarlo». «Afligida, la gente pidió ayuda a Ahóusa, el dios Carancho, quien descubrió la causa por la que morían los hombres y ordenó que quemaran a la mujer maldita incendiando el monte en el que vivía».
Según el relato, lo peor vino después. Ehéie no murió con el fuego. Al menos, no del todo. «Cuando Ahóusa fue a remover lo que había sido su cuerpo, vio que algo se movía: era un vampiro que había nacido de sus restos. Antes de volar, éste le anunció que se dedicaría siempre a chuparles la sangre».
ALECCIONADA
«La impúdica suciedad de la que se acusa a la mujer es el disparador para acabar sus días como un ser espeluznante que arrebata vida y bebe sangre. Vida que ella misma es capaz de dar y líquido elemental que nutre la existencia», escribe Gabriela Córdoba en su blog académico sobre vampirología Miacgc (Murtuus In Anima Curam Gero Cutis) Investigación sobre Vampiros.
Allí mencionan también que Ehéie es la mujer vampiro de la Argentina. Y esto se debe a que no hay registro, hasta el momento de otra leyenda en la que se nombre un ser femenino con estas características. Real o no, los chorotes le tienen mucho respeto y como buenos precavidos, evitan acercarse a los montes, especialmente cuando cae el sol.
Un miedo que resultó inspirador
Vampiro, Nosferatu, no vivo o chupasangre, esta criatura, al igual que el hombre lobo, es uno de los seres más conocidos y más temidos. Con relatos que se remontan a varios siglos atrás, en los que se habla de la presencia de un ser que sale de noche a beber el líquido vital para seguir siendo inmortal, la literatura se nutrió notablemente de sus ocasionales apariciones.
En el caso de las letras argentinas, sólo por nombrar un ejemplo, hay dos cuentos famosos de Horacio Quiroga en los que las criaturas terroríficas que se alimenta de sangre, son las figuras principales.
Del otro lado, el relato policial también se nutrió de estas historias y usó la palabra «vampiro», para nombrar a asesinos sanguinarios, que, sin llegar a beber la sangre de sus víctimas también cometieron crímenes atroces, dignos de historias de terror.
Las mutilaciones en los campos
y una vinculación con este mito
Cada tanto, en diferentes puntos de la región vuelve a la escena otra criatura mitológica que es vinculada con los vampiros. Se trata del chupacabras, el ser al que se responsabiliza por las mutilaciones de animales en los campos y que sigue, al igual que sus pares de leyenda, escapando al registro científico y la explicación racional.
Sin embargo, a diferencia del vampiro o el lobizón y otras criaturas, el mito del chupacabras es más actual. Se dice que fue a mediados de los 90 cuando se comenzó a hablar de la presencia misteriosa y tenebrosa de este ser.
Ocurrió en Puerto Rico, cuando una mujer denunció que sus animales de granja aparecieron muertos y con marcas de pinchazos en el cuello. Todos, gallinas, cerdos, y especialmente, cabras, estaban secos. Les habían vaciado de sangre.
Ese fue el comienzo y con el correr de los meses, otras personas en otros países lindantes empezaron a denunciar hechos similares. Los animales morían en extrañas circunstancias y no tenían sangre. El nombre con el que se responsabilizó a la criatura detrás de estas matanzas fue precisamente, el chupacabras, por la predilección por esta especie.
A los reportes de casos, se sumaron testimonios de algunos que tuvieron la oportunidad de ver o escuchar al extraño ser. Unos decían que era una especie de perro muy flaco con dientes puntiagudos, otros que era una criatura con púas en la espalda y que caminaba en dos patas. Había también algunas coincidencias en las versiones, por ejemplo, en las que afirmaban que tenía los ojos rojos.
Y de esta forma, el mito se extendió hacia casi toda Sudamérica. En Argentina, los reportes de casos se dieron con mayor frecuencia en las provincias del Norte. Corrientes, por supuesto, también registró apariciones de animales mutilados. Las explicaciones son tan vagas como insatisfactorias.
Real o no, los animales morían y algo o alguien los dejaba sin sangre. De ahí su relación con el temido vampiro.
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