Por Manuel Solanet (h) *
El imaginario colectivo supone que un país rico, con una sociedad pujante, es aquel que fue bendecido con grandes riquezas naturales. Esta característica sin dudas ayuda, pero no es necesaria ni excluyente. Paradójicamente, a veces actúa como un desincentivo a la verdadera creación de riqueza.
Japón, que es una isla rocosa, es uno de los países más ricos del mundo. Argentina, que ocupa el octavo lugar en el mundo por tamaño, que tiene enormes extensiones de tierra fértil, minerales, petróleo, superficie marina e incontables riquezas naturales más, año tras año desciende en el ranking de PBI per cápita. Este análisis estático, sólo mira el stock de riqueza posible; no tiene en cuenta que para obtenerla es necesario el trabajo, mental y físico de cultivar la tierra, extraer minerales, educar y usar la inteligencia.
Las pruebas de que la naturaleza no determina la riqueza están al alcance un clic.
Mirando fotos satelitales se ve como República Dominicana es de un verde intenso mientras que Haití se ve más apagada debido a la deforestación que se realiza para leña. También impacta ver fotos nocturnas de las dos Coreas. La del sur brilla, mientras que la del norte nos muestra una noche oscura. Esto obviamente, se refleja en los datos. El PBI per cápita de Dominicana es 4,6 veces mayor que el de Haití y el de Corea del Sur es más de 20 veces mayor al de Corea del Norte. En ambos casos hablamos de poblaciones de orígenes similares y de recursos naturales casi idénticos. ¿Que los diferencia? Las políticas públicas que promueven o desalientan la inversión y el trabajo.
El trabajo productivo es la verdadera fuente de riqueza. Y su productividad determina el nivel de riqueza de las sociedades. En la prehistoria el hombre no tenía herramientas ni conocimientos, por lo tanto tenía una productividad muy baja. Se dedicaba, casi exclusivamente, a buscar la comida y el día que no lo lograba no comía. A través de la historia la capitalización del esfuerzo y la creatividad humana han logrado que todos trabajemos mucho menos y que sólo una pequeña parte de la población produzca alimentos y el resto produzca otros bienes y servicios que nos permiten vivir más y mucho mejor que el hombre de Cromagnon.
Imaginemos un náufrago en una isla. Llegó sin nada y solo puede pescar con la mano. Esto, que le requiere mucho tiempo y esfuerzo, apenas le alcanza para sustentarse. Pero decide invertir su tiempo de otra forma, por más que pasará hambre un par de días, para armar una red que le permita pescar hasta saciarse. Y como luego le sobra tiempo, va arma una choza. Es clarísimo cómo la inversión en bienes de capital mejora la productividad y el nivel de vida de la sociedad.
Hay ciertas políticas que incentivan la inversión, la capitalización y logran el progreso. El repaso de ejemplos a través del mundo muestra que son las políticas que promueven la iniciativa individual y le permiten al individuo aprovechar el fruto de su trabajo. Para graficar esto retomemos el ejemplo de los pescadores, pero ya dentro de una sociedad. Si el gobierno decidiera sacarle la mitad de los pescados a los pescadores con red para incentivar el empleo más mano de obra intensivo de los pescadores a mano o para repartirlos entre la gente, ¿qué pasaría? Como mínimo habría menos pescadores y, en el extremo, podrían desaparecer las redes y poco a poco todos volverían a pescar con la mano. Esa sociedad sería más pobre y quizá el pescado ya no alcanzaría para alimentar a todos. ¿Parece absurdo? Sí lo es, pero abundan los ejemplos reales.
Para terminar, la riqueza surge del trabajo productivo el cual se logra, en gran parte, mediante la inversión. Las reglas que promueven la inversión son aquellas que dan certeza que conviene posponer un beneficio ahora para obtener un bien mayor en el futuro. Si no, ¿qué sentido tendría estar peor ahora para estar igual en el futuro? La decadencia argentina deriva de la voracidad del estado que se ha convertido en un gigante hambriento que devora los frutos del trabajo de la sociedad destrozando las posibilidades de progreso.
Para volver a crecer, los próximos gobiernos deberán dar señales muy claras de respeto hacia la iniciativa individual y al fruto del trabajo personal. Sino seguiremos siendo cada vez más pobres, aunque nos creamos el granero del mundo.
- Publicado en Infobae.
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