Primero fue el desaire del gobierno de los Fernández con el Papa al avanzar con la ley del aborto que, para Francisco, fue un antes y un después en su relación con Alberto y Cristina. Cierto es que, desde entonces, desde el Vaticano hubo mensajes cuanto menos confusos que generaron estupor en los unos y los otros, en medio de una grieta que fue la excusa para que, transcurridos diez años al frente de la Iglesia, el ex cardenal Bergoglio haya preferido no incluir a su terruño en las visitas programadas a distintos países del mundo.
Hace unos meses, pareció definirse finalmente el viaje de Francisco a la Argentina en 2024, una versión alentada desde la Santa Sede y admitida por el Papa como posible.
La incorporación del ex juez de la Corte Suprema, Eugenio Zaffaroni en un organismo dependiente del Vaticano pareció ser la gota que colmó el vaso. A partir de ahí, las aguas se enturbiaron y, con el resultado de las Paso del 13 de agosto todo pareció aún más complicado.
Hasta entonces, estaba claro que había una grieta entre dos espacios claramente definidos. Pero los números de las Primarias mostraron que la suma de ambos no alcanzaba el 40 por ciento de los ciudadanos habilitados para votar y asomaba en el medio otra figura, quizás menos simpática para el Vaticano que el propio Sergio Massa y Patricia Bullrich. Un personaje que en un pasado reciente había tenido conceptos altamente descalificatorios hacia la figura del jefe de la Iglesia Católica.
Desde un sector de la curia, con los llamados «curas villeros» detrás, se promovió una ofensiva contra Javier Milei que -como otros embates contra el líder libertario- parecieron lograr el efecto contrario al buscado.
En este marco, asoma como verosímil el paso atrás del Sumo Pontífice, que volvería sobre sus pasos en la decisión de pisar suelo argentino el año venidero.
Extraña paradoja la de un Papa que terminaría no llegando a su país de origen, acaso haciendo honor al refrán de que «nadie es profeta en su tierra».
.