De acuerdo con Sergio Britos, licenciado en Nutrición, las diferentes formas de malnutrición que afectan a 26 millones de ciudadanos argentinos, se debe principalmente a la falta de una información adecuada sobre salud nutricional y cultura alimentaria en los empaques de alimentos.
En ese sentido, la brecha alimentaria es un factor que viene afectando a la población argentina desde hace años. El experto apunta que existen déficits crónicos, como la poca ingesta en verduras, frutas, legumbres, granos, cereales integrales y lácteos en general.
Asimismo, la investigación menciona que existen dos excesos que son preocupantes. Por un lado, los azúcares en forma líquida, a expensas, por ejemplo, de bebidas azucaradas, pero también del azúcar que se agrega a las infusiones, en particular al mate.
Otro exceso tiene que ver con el consumo elevado de harinas refinadas en las dietas. Si bien la ingesta excesiva de estos productos puede perjudicar la salud, algunos especialistas indican que existen otras alternativas de harinas más nutritivas. “Las grandes cantidades de vitaminas B1, B3 y B5 son una de las mejores razones por la que es preferible el consumo de harinas integrales y no refinadas. Así lo determinó un estudio de la Fundación España de la Nutrición, en el que resaltó su valor nutritivo, por cuanto la harina integral es muy rica en hidratos de carbono, minerales como el calcio y ácidos grasos esenciales”, indica Beatriz Godoy, encargada de Salud y bienestar de GuíaDeSuplementos.
Por otra parte, la investigación de Britos determinó que, de cada 100 calorías que ingieren los argentinos, el sodio y azúcares tienen una mayor concentración de nutrientes cítricos y una concentración algo más baja de nutrientes esenciales (fundamentalmente vitaminas y minerales).
A lo largo de un mes, un argentino promedio suele combinar no más de 25 a 30 alimentos. En ese sentido, la forma en que organizamos nuestra alimentación cotidiana hace que combinemos no más de cinco tipos distintos de fruta, no más de cinco tipos diferentes de verduras, no más de cinco formas distintas y carne y unas ocho formas distintas de cereales o hidratos de carbono.
Según Daniel Stamboulian, profesor de Infectología de la Facultad de Medicina de la UCES, se trata de una medida de monotonía alimentaria, de una baja diversidad en nuestra dieta que también es sinónimo de calidad. Por esta razón, una dieta no diversa disminuye en materia de nutrición saludable y, a la vez, suma en materia de precios, pues cuanto más monótono sea la dieta, menos opciones tiene el consumidor para enfrentarse en aquellas situaciones en que el precio de la naranja o el tomate incrementa. En ese sentido, la discusión de algún modelo de etiquetado frontal de alimentos en Argentina, es fundamental para mejorar la calidad y la diversidad de los nutrientes. Sin embargo, no debe ser la única herramienta, ya que debe estar coordinada con otras medidas que formen parte de una verdadera política alimentaria en el país.