Por Noelia Irene Barrios
EL LIBERTADOR
Hace 250 años, cuando Argentina todavía era el Virreinato del Río de la Plata y Corrientes aún no tenía del todo definidos sus límites, un matrimonio se instaló en una zona poco habitada a orillas de Paraná. Fueron doña Gregoria Morales y su esposo, Bernardo de Olivera, quienes sin saberlo, iban a iniciar la historia de la segunda ciudad de la provincia. Juntos abrieron una pulpería que se convirtió en parada obligatoria de los buques que pasaban por el río entre Paraguay y el puerto de Buenos Aires. De todos los productos que vendían, un alimento que ella preparaba era más requerido y gustó tanto, que hoy es uno de los más apreciados en la gastronomía nacional. Esta es la historia del queso Goya, que lleva, por supuesto, el nombre de su notable creadora.
En el libro Los quesos argentinos, editado por Jorge Reinheimer para la colección Ciencia y Tecnología de la Universidad Nacional del Litoral, mencionan que el Goya fue el segundo queso elaborado en el territorio nacional y el primero en llegar a Buenos Aires gracias a los navegantes que se lo llevaron y expandieron su consumo.
Según las referencias, doña Gregoria (a quien pronto llamaron Goya) era correntina y su esposo, don Bernardo, portugués. Ambos llegaron a esa zona a principios de 1770. El lugar era la reducción de Santa Lucía de los Astos, un centro de aculturación y evangelización de la población nativa ubicada a orillas del Paraná. Don Olivera le pidió al Cabildo de Corrientes que se le concedieran tierras en depósito, para criar animales y mantener a su familia. En 1771 recibió la respuesta afirmativa y así comenzaron él y su esposa.
Al poco tiempo abrieron un almacén de ramos generales y como esa zona es un puerto natural, no tardaron en convertirse en parada obligatoria de los navegantes que llevaban y traían cosas entre el puerto de Buenos Aires y Asunción. La demanda de alimentos, bebidas y todo tipo de productos hizo que la pulpería que pronto se conoció como «Lo de Goya», fuera una de las más populares de la época.
LA DIFERENCIA
Pero, de todo lo que ofrecían había algo que destacaba. Gracias a la leche de sus vacas, doña Goya preparaba un queso artesanal, duro y con un sabor muy particular que pronto fue muy apreciado. Los viajeros comenzaron a llamarlo «el queso de la Goya» y de ahí la denominación.
¿De dónde venía el sabor particular que gustaba tanto a los que lo probaban? La respuesta está en una palmera típica de la costa del Paraná. Eran los frutos del Yatay, los que hacían la diferencia, porque las vacas de doña Gregoria y su marido, se alimentaban con ellas y eso le daba a su leche el gusto que luego impregnaba los quesos.
Este alimento, fabricado de forma artesanal por esta correntina se convirtió pronto en uno de los más solicitados en el país. Al punto que para la década de 1840, era uno de los más consumidos.
La fama del almacén de doña Goya fue tal, que pronto comenzaron a llegar más personas y poblaron el lugar que fue declarado villa en 1825.
El 7 de octubre de 1852 la población se elevó al rango de ciudad. Hay dos versiones sobre el porqué del nombre elegido para que fuera conocido. Pero la más difundida es la que sostiene que Goya se llama así para recordar a la correntina que deleitó a todos con creación artesanal.
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