Por Andrés Klipphan
El tsunami de votos que cosechó, Javier Milei en el balotaje del domingo hay que buscarlo en el descontento social de las clases más postergadas con el gobierno de Alberto Fernández. El Presidente se rodeó de dirigentes sociales como Emilio Pérsico, Daniel Menéndez, Fernanda Miño y la camporista Laura Alonso, entre otros, para administrar programas, como el Potenciar Trabajo, la urbanización de los barrios populares y del Alimentario. A pesar de esto el libertario ganó también con el voto de los pobres.
Fernández ha destinado por año miles de millones de pesos a los sectores más vulnerables que, después de cuatro años de mandato, han quedado más retrasados que cuando le ganó la elección presidencial a Mauricio Macri.
Los números abundan, son conocidos y sólo hablan del fracaso estrepitoso de las políticas sociales y económicas de un gobierno en retirada. Encumbrados dirigentes populares que forman parte de Unión por la Patria y de la bancada oficialista de la Cámara baja de la Nación, son conscientes de esto. Puertas adentro reconocen que piqueteros y/o beneficiarios de planes, votaron por Javier Milei. Y, es más, por un lado, militaban las propuestas del ministro de Economía, Sergio Massa por pedido de los dirigentes sociales; y por el otro, sufragaban en favor del libertario pese a la «campaña del miedo» donde se dijo que les quitarían derechos, bajaría a la mínima expresión los programas sociales y pondría presos a quienes realicen piquetes cortando rutas, calles y avenidas.
Y más aún, después de su triunfo en las elecciones Paso sostuvo que si llegaba al Gobierno «se acabaron los intermediarios» en la entrega de planes sociales. A pesar de eso, familias que reciben la Asignación Universal por Hijo, pero sobre todo el Potenciar Trabajo, votaron al economista.
«Qué más me van a quitar si no tengo nada», le dijo a este cronista una mujer que marchaba en la puerta del Ministerio de Desarrollo Social con sus hijos de 8 y 5 años una tarde cuando la sensación térmica superó los 40 grados. Iba a piquetear sobre la avenida 9 de Julio, frente al área a cargo de Victoria Tolosa Paz, porque los alimentos no llegaban al comedor de su barrio San Alberto, en Isidro Casanova. También reclamó la «universalización de los planes» porque no le llegaban a quienes lo necesitaban, pero, en cambio, «lo reciben los que tienen trabajo o son amigos de los punteros y dirigentes».
La «tercerización» de los programas sociales, a través de movimientos sociales, como el Evita, tal como lo denunció la vicepresidente Cristina Kirchner terminó por profundizar la grieta entre los pobres.
El mayor porcentaje de planes y subsidios terminaron en manos de cooperativas y militantes de las organizaciones sociales oficialistas en desmedro de las opositoras. El despropósito es tal que Pérsico, dirigente del Evita y secretario de Economía Social, recibía a los delegados de la Unidad Piquetera que acampaba frente a su oficina y a la de Tolosa Paz.
Cada vez que una cámara de televisión se enfrentaba a ellos tratando de ridiculizarlos se escuchaba el mismo reclamo: «Queremos trabajar». Y aseguraban que peleaban por la dignidad de un empleo en blanco a cambio de la indignidad de seguir recibiendo un plan social; que, además, sirven para llevarlos a las marchas o a la militancia por un candidato electoral que, muchas veces, no los representa.
Por estas horas, decenas de analistas destacaron que la ola de votos que recibió el ahora Presidente electo se debe al hastío al kirchnerismo, a la corrupción, a los yates, a los chocolates, a las rutas de dinero, a los hoteles del Sur, a la inseguridad, a los narcos de Rosario, a la soberbia, a la tos en un debate, y a los bolsones de dólares, entre otras cuestiones. Es muy posible que todo eso haya influido, pero la inflación terminó de vaciar los flacos bolsillos de los habitantes de villas, asentamientos y barrios carenciados.
Ni la Tarjeta Alimentar ni los programas sociales multimillonarios que lleva en su título rimbombante las palabras «Potenciar» y «Trabajo» lograron palear las carencias más elementales de las familias que viven en esas barriadas dónde la desigualdad y la falta de empleo formal es el común denominador.
Los movimientos sociales fueron esenciales durante la nueva pandemia del Covid-19. Estuvieron en la primera línea de ayuda. Desinfectaban las casillas de los enfermos, alimentaban a los que se agolpaban en los comedores para llevar a sus hogares una vianda de comida caliente, llevaban en sus autos a pacientes a los hospitales porque las ambulancias no ingresaban a los asentamientos por el estado de las calles de tierra. A pesar de ese trabajo descomunal, la administración Fernández no destinó a esos grupos de riesgo, expuestos al Covid-19 las vacunas. Murieron cientos de militantes sociales, cocineras de merenderos y trabajadoras sociales.
A fines de octubre del año pasado Somos Barrios de Pie, una de las organizaciones sociales oficialistas referenciada en el funcionario Daniel Menéndez, realizó un trabajo muy poco difundido, que se le presentó a Alberto Fernández y Victoria Tolosa Paz, para que se tomen medidas urgentes.
El resultado del estudio, publicado por Infobae, revelaba, entre otras aberraciones, que en los barrios populares uno de cada cuatro niños dejó de recibir alguna de las comidas diarias y que en el 58 por ciento de las familias que asisten a comedores asistenciales se sirven porciones más chicas, una situación que «produce malnutrición».
En el 87 por ciento de las familias -destaca el impactante informe- «hay angustia» porque los alimentos se acabarán en su hogar por falta de recursos.
La situación se profundizó. El trabajo médico-social quedó archivado, no se reforzó la asistencia alimentaria ni se brindó atención sanitaria suplementaria.
Con este panorama, y aunque parezca contradictorio, por qué asombrarse cuando los «planeros» votan por Milei. ¿Qué más se le puede sacar a una familia que ya no come una de las cuatro comidas diarias? ¿Otro plato de comida? ¿Le van a dar un paquete de polenta menos, a veces con gorgojos? ¿O una lata de tomates aguada?
En las últimas horas los principales dirigentes sociales, pero también funcionarios de primer nivel, se siguen golpeando la cabeza en un intento por despertar a la realidad. Se preguntan qué hicieron mal. No deberían sorprenderse, en 2021 cuando Milei fue electo diputado nacional o cuando en las Paso de agosto fue el candidato único más votado, también lo fue en cuatro de las villas y asentamientos más importantes del territorio porteño: la Villa 20 de Lugano, la 31 de Retiro, la 1-11-14 de Flores y la 21-24 de Barracas. Pero también triunfó en distritos de la zona Oeste del Conurbano bonaerense como Hurlingham y Morón. También en Luján, donde el intendente es un camporista amigo de Juan Grabois, el líder social del Movimiento de Trabajadores Excluidos.
Otra vez, Milei ganó el alquiler por cuatro años de la Casa Rosada también con el voto de los más pobres.
Esto no quiere decir que muchos de los que lo encumbraron al sillón de Rivadavia salgan a la calle a protestar contra él. Pero esa es otra historia que comenzará a verse a partir del 10 de diciembre.
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