Los correntinos Federico Fa (50) y Miguel Terrasa (47) demostraron que la mente, el cuerpo, el alma y la voluntad no tienen límites, al participar recientemente de la competencia denominada Atacama Spirits, una carrera de Mountain Bike y navegación, por etapas y cronometrada. Se trató de una Ultramaratón de 7 días, 8 etapas y 650 kilómetros que cruza el Desierto de Atacama de lado a lado, muy cerca de su parte más ancha y que además conecta la Cordillera de los Andes con el Océano Pacífico. Fue un desafío único, siendo una prueba de resistencia tan exigente que provoca que los corredores deban prepararse durante largo tiempo.
Atacama Spirits es la carrera de Mountain Bike que alcanza mayor altura geográfica en el mundo, llegando en una de sus etapas a los 5.700 metros sobre el nivel del mar.
Y en ese evento, los correntinos Fa y Terrasa no sólo se dieron el gusto de cumplir el objetivo de terminarlo, sino que el primero finalizó en el cuarto puesto en su categoría, y Terrasa arribó segundo a la meta en la suya, entre más de medio centenar de competidores.
En un mano a mano con EL LIBERTADOR, ambos deportistas comentaron lo que fue esta inolvidable experiencia.
«El deporte y en este caso particular el ciclismo nos unió como personas», manifestaron ambos al unísono a modo de introducción.
El primero en tomar la posta con sus palabras fue Federico Fa: «Fue un desafío en el cual recorrimos 650 kilómetros para atravesar el Desierto de Atacama, desde la Cordillera de los Andes hasta el Océano Pacífico. Hubo dentro de la carrera distintos objetivos. Una es el ascenso al Volcán Sairecabur en el límite entre Chile y Bolivia, en una altura de 5.700 metros».
«Llegamos en condiciones y no nos imaginábamos lo difícil que era hasta que estuvimos ahí. Hubo que estar muy fuertes físicamente y de la cabeza. Nos fuimos apoyando con Miguel», puso de relieve Fa.
«Es complicado poder prepararse bien, porque en esta zona no tenemos montañas y por ello vamos a competir a lugares como Salta, Tucumán, Córdoba, para poder aclimatarnos», acotó Federico, señalando que: «En mi caso entreno con Carlos Bendersky, de Mega Bici. Me organiza los entrenamientos, nos diseña el trabajo, sabe mucho de esto. Somos un grupo grande amigos a través de la bicicleta».
Prosiguiendo con sus conceptos, Fede Fa expresó: «Me gusta mucho el deporte, tengo 50 y hace un par de años que mis rodillas no están bien. Disfrutaba mucho salir a correr con mi familia, hasta que la rodilla me dijo ‘basta’. Encontré en el ciclismo un deporte que lo podés practicar aún con los problemas físicos que acarreaba. Me fortaleció la rodilla, hoy no siento dolores. Hay competencias en todo el país para cualquier edad. La vara subió muchísimo estos años y hay un gran nivel competitivo y cada vez más gente se va sumando. Soy un apasionado el ciclismo y lo recomiendo en su práctica».
Para concluir, Fa dejó en claro que si bien es muy grato poder competir en este nivel, a la vez es «sacrificado, ya que uno le resta tiempo a la familia. Entrenamos tres veces por semana una hora y media como mínimo y otro día hacemos fondo de cuatro horas».
MIGUEL TERRASA
Miguel Terrasa, en primer lugar hizo público su agradecimiento a su entrenador Patrick Sassoli, responsable de su preparación en estos tres años y medio con los que llegó a punto para desafiar el Desierto de Atacama, tras lo cual dijo: «Un día vi lo que era esta carrera de Mountain Bike (MTB) y me dije, ojalá pueda estar alguna vez y lo hicimos. Encontré a Federico y nos animamos. Fue una competencia muy dura, hay noches que no dormís directamente y todos los días se afrontan carrera de entre cuatro y seis horas».
A lo que añadió: «Todas las etapas son arriba de los 2.500 metros de altura a nivel del mar. Muchas subidas, muchas trepadas y el terreno es con piedra y arena volcánica, con lo cual la bicicleta se hunde. Hay trepadas que hay que hacerlas con la bici al hombro, cruzando ríos. Es una de las carreras de MTB más extremas del mundo. Lo tomamos como un desafío y pudimos cumplir el objetivo de terminarla».
Terrasa señaló a su vez que para estar en condiciones hubo que trabajar también duro en el gimnasio y en ese sentido, el «profesor Claudio Ferrari nos dio una gran mano, trabajando en los últimos tres meses en doble turno incluso, lo que nos ayudó para poder estar en la montaña».
En tanto, Terrasa subrayó que en el ciclismo hay días que «estás bien, otros en el cual el cuerpo te pasa factura y como dupla nos apoyamos mutuamente cuando uno no estaba bien y parecía que podía aflojar. Fue un gran laburo en equipo que nos dio resultados. Fue muy emotivo terminar cada etapa. La de altura después de los 4.700 metros, en donde a veces el cuerpo y la cabeza no responden, no llega oxígeno y se presentan problemas estomacales, con náuseas. A esa altura ves una piedra a 20 metros y decís la tengo que esquivar, por derecha o izquierda y la terminás atropellando porque el cuerpo no te responde».
«Este es un deporte muy solidario. En la primera etapa me caí, sufrí un golpe y se me rompió la bicicleta y la misma gente compitiendo en mi categoría, es decir de Brasil, México, Argentina y Uruguay me ayudaron a reparar la bicicleta para poder continuar la etapa y terminarla», puntualizó Terrasa.
Otra anécdota que Miguel recordó tuvo que ver con un ritual, que el mismo lo contó: «Antes de subir al Volcán, que era la etapa más dura, el organizador de la carrera, con un lugareño nos llevaron a un santuario, porque nos explicaron que hay que pedirle permiso a la montaña, pensar en los familiares de uno y en las personas que ya no están más con nosotros. Eso es fundamental, porque nos decían que sin ese ritual, la montaña trata mal a quienes la desafían».
Y a modo de final, Miguel Terrasa, dejó un mensaje para la gente: «Si quieren sentirse bien físicamente, les digo que se animen de a poco a salir a bicicletear a la Costanera. Si ‘les pica el bicho’ como a nosotros, van a ver que los atrapa», y agradeció a «la familia, a los amigos, con quienes todos los sábados salimos a hacer fondo. El apoyo es clave, nos perdimos en el desierto y estuvimos siete horas para llegar a la meta y lo hicimos a las 22, (de noche) y cuando pensamos en la familia y los afectos, nos dimos una energía extra que no sabés de donde la sacás y eso nos permitió poder completar este desafío».
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