Por Jorge Raventos
El Presidente tiene abierta la vía de un diálogo directo con los gobernadores que supieron referenciarse en Juntos por el Cambio y no necesita pagar peaje en la ventanilla del ex presidente. El universo de los gobernadores con los que el Presidente electo tiene posibilidades de diálogo y negociación incluye a los que son de origen peronista: ellos tampoco necesitan intérpretes y el nominado ministro de Interior de Milei, Guillermo Francos, ya ha comenzado a tejer con varios de ellos. Francos se ha convertido en el blanco favorito de los operadores macristas de redes (los famosos trolls) y del propio Macri, que lo define como properonista. La respuesta de Francos fue breve pero eficaz: «Macri no compró acciones de nuestro Gobierno».
El primer producto de los diálogos y coincidencias con el gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti ya está. De esa cantera han surgido tres designaciones: los secretarios de Energía y de Transporte y el titular de la Anses (nombramiento que desplazó de la silla en la que ya empezaba a acomodarse a la libertaria Carolina Píparo). La próxima secretaria de Minería será Flavia Royón, la actual titular de Energía en el equipo que acompañó a Sergio Massa. Royón es salteña y llegó a la palestra nacional sostenida por el gobernador de su provincia, Gustavo Sáenz.
Los gobernadores serían la primera vía de entrada para conseguir apoyos legislativos. Aunque el Presidente electo pronostica estanflación para enmarcar un paquete de leyes muy exigente, esos proyectos que preparan los equipos de Milei probablemente tendrán que ajustarse o adaptarse al tipo de respaldos que se consigan.
El pragmatismo de Milei empezó a exhibirse en su actitud de diálogo con el presidente saliente, un paso que constituye una señal de civilización política. En ese encuentro, incidentalmente y con una sonrisa, Milei se describió a sí mismo como «menemista; no como Macri, que es más gorila». Era una broma, aunque no por ello carecía de sentido. Milei está orgulloso de su carácter de «primer presidente liberal-libertario en la historia del mundo», pero admira el pragmatismo de Menem y su capacidad para reformar el país tomando con eclecticismo los aportes de distintos sectores (por caso, el de su también admirado Domingo Cavallo).
«Si Milei dice que es menemista, le daríamos la bienvenida al menemismo -apuntó Carlos Corach-. Ahora, el futuro dirá cómo es su Gobierno, ¿no es cierto? Nadie puede anticipar cuáles van a ser las medidas que va a tomar, cuáles van a ser las conductas con que se va a manifestar ante la sociedad, cuál va a ser su tolerancia ante las opiniones distintas…».
A diferencia de Milei, sin embargo, Menem no era un outsider de la política: llegó a la presidencia con una historia y una identidad política sobre sus hombros y con la experiencia de haber gobernado su provincia casi tres períodos. Triunfó en una amplísima interna partidaria y de inmediato convocó a los mejores cuadros de la otra fracción a colaborar con él (integró a los derrotados en cargos de gran responsabilidad, pero no armó una coalición).
Es probable que Milei se autoperciba menemista en este último sentido: como el riojano, él parece dispuesto a aprovechar aportes de otros sectores, pero no a constituir alianzas que lo limiten o determinen.
El Presidente electo integró a Patricia Bullrich en Seguridad y a Luis Petri en Defensa como ministros de su Gobierno -es decir, subordinados- y su oficina lo destacó en un comunicado: «De esta manera la fórmula completa de Juntos por el Cambio ha quedado integrada al Gobierno de La Libertad Avanza». Viéndolos partir, el ex presidente los saludó con un pañuelo desde la costa: «Les deseo lo mejor».
La nueva Ministra recibió el sí de Milei después de que quedó públicamente claro que lo suyo era una conversación individual con el Presidente electo. Su nueva adhesión política la convierte en la jugadora política que más ha cambiado de camiseta en su carrera.
Macri, se sintió marginado por Patricia Bullrich y también por Milei. («Ella se cortó sola», se quejó el macrismo, como si el propio Macri no le hubiera hecho lo mismo a sus socios de Juntos por el Cambio cuando suscribió el llamado «Pacto de Acassuso»).
Había irritación en los ámbitos directivos de los libertarios cada vez que verificaban que desde fuentes macristas se filtraba la idea de que la designación de ministros como el de Economía, Luis Caputo, y la de Seguridad, Patricia Bullrich, habían sido obra de una imposición de Macri, o la de que presiones del ex presidente habían llevado a Milei a postergar sine die sus banderas emblemáticas de dolarización y eliminación del Banco Central.
Milei aceptó que hubiera una etapa intermedia antes de la dolarización, pero reiteró que ese objetivo y la eliminación del Banco Central se mantienen, son «innegociables». Era una respuesta a las versiones sembradas desde el macrismo. El libertario resiste las presiones; si se adapta en los ritmos es por obra de su propio pragmatismo.
Otras muestras de pragmatismo: Milei instruyó a quien será su canciller, Diana Mondino, para que el presidente de la República Popular China, Xi Jinping, sea invitado a su asunción el 10 de diciembre. Xi Jinping envió un mensaje de congratulación al Presidente electo por su victoria y la canciller formuló la invitación. No se trató de una formalidad: Milei estaba rectificando en los hechos una afirmación equívoca de su campaña, que creaba cortocircuitos con el principal cliente de Argentina en el mundo.
Más pragmatismo: la misma Mondino viajó a Brasilia para dialogar en Itamaraty, con la influyente cancillería de ese país, y para entregar en mano una invitación personal de Javier Milei al presidente Lula Da Silva, para las ceremonias de asunción del domingo 10. Con ese gesto se rectificaban imprudencias vertidas durante la campaña. En la práctica y con prudencia, los libertarios van probando la temperatura del agua.
En ese viaje a Brasil de Mondino quedó ratificada con otra muestra de la plasticidad que inspira esta nueva etapa del líder libertario: se confirmó que Daniel Scioli seguirá a cargo de la embajada en Brasilia, donde ha cumplido una indiscutible tarea de aproximación entre los dos países, a través de un período que mostró cambios de tendencia en uno y en otro.
Más trascendente aún: el Presidente electo atendió con naturalidad el llamado del Papa Francisco, un gesto del Pontífice que permitió a Milei dar por zanjados los desatinos verbales (propios y de su mentor ideológico, Benegas Lynch) cometidos al calor de una campaña dura. Se afirma que uno de los primeros actos del Presidente, después de asumir, será formalizar la invitación para que Francisco visite el país el año próximo.
Se ha mencionado la gestión de esa llamada por parte de la Canciller y de un oftalmólogo que atiende al Papa. No habría que dejar de lado la prédica del arzobispo porteño, Jorge Ignacio García Cuerva que dijo el mismo domingo de los comicios: «No decidamos con miedo. Nada bueno podemos hacer si tenemos miedo (…) la crisis social se ha profundizado porque nos tenemos miedo unos a otros», había dicho entonces.
Quizás sea cierto que «todo tiene que ver con todo», como solía repetir la señora de Kirchner. El viernes, con una misa que presidida por el mismo arzobispo García Cuerva, se inauguró en el Museo de la Catedral Metropolitana una sala en memoria del ex presidente Carlos Menem.
Con Scioli en Brasil y con la designación de Rodolfo Barra como futuro Procurador del Tesoro, Milei dio nuevas señales de que la lógica con la que actúa no está impregnada del anti peronismo al que quieren inducirlo otros sectores.
En la Cámara de Diputados, Milei y sus hombres decidieron dar la espalda a la presión macrista en favor de Cristian Ritondo para la Presidencia del Cuerpo. Partieron de la idea de que el macrismo y sus aliados están en primera instancia forzados a respaldar al Gobierno (¿acaso van a ponerle la proa después de haber roto Juntos por el Cambio para apoyarlo?).
El primer beneficiario de esas reflexiones parecía ser Florencio Randazzo, que además de buen diálogo con muchos diputados peronistas, cuenta con el valor agregado de ser otro puente hacia Juan Schiaretti, que exhibió una propensión a los libertarios (olfateando cómo se iba a pronunciar el 75 por ciento de su provincia).
Milei, finalmente, zanjó la cuestión y optó por uno de los suyos. Curiosamente coincidió en la orientación que había sugerido horas antes Cristina de Kirchner: «Los titulares de las cámaras deben ser del ganador», había proclamado la ex vicepresidenta, contra la opinión de algunos de sus propios congresistas, que querían hacer valer el peso de sus bloques.
Milei eligió al diputado riojano Martín Menem, que no tiene ninguna experiencia parlamentaria, pero forma parte de una dinastía con historia política: es hijo de Eduardo Menem (presidente provisional de la Cámara de Senadores durante la década que gobernó su hermano Carlos, obviamente tío de Martín), hermano de Adrián, que también fue diputado, y primo de «Lule» Menem, libertario como él, militante y operador con tres décadas de experiencia en su provincia y en la escena nacional.
El domingo empezó un nuevo ciclo, pero probablemente no concluye el proceso de reconfiguración política. La transformación no para.
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