Por Noelia Irene Barrios
EL LIBERTADOR
El 10 de marzo de 1603, el Cabildo de lo que era una joven ciudad de Corrientes designaba a un hombre para que desempeñe la noble tarea de enseñar a leer y escribir a los hijos de los primeros pobladores del territorio provincial. Esta responsabilidad tan grande recayó sobre don Ambrosio de Acosta, quien la aceptó, sin saber que se convertiría en el primer maestro criollo de la historia argentina.
Si bien no hay muchos datos sobre el lugar exacto en el que nació, las fuentes históricas coinciden en afirmar que fue en territorio argentino. Algunos señalan que fue en el fuerte Sancti Spirutus (hoy Santa Fe), primer asentamiento español en el actual territorio nacional; otros, que nació en Santa María del Buen Ayre, (hoy Buenos Aires), entre 1540 y 1544.
También se sabe que se educó en Asunción y que fue uno de los 200 hombres que acompañaron la expedición del adelantado Juan Torres de Vera y Aragón en 1588. Es decir que, también fue uno de los fundadores de la Ciudad de Vera de las Siete Corrientes, el 3 de abril de ese año. Tiempo atrás ya había participado junto a Juan de Garay en la refundación de la Ciudad de la Trinidad y Puerto de Buenos Aires.
UNA NECESIDAD
Para el 1603, los pocos pobladores que ya habitaban en la joven ciudad hicieron notar a las autoridades la necesidad de que sus hijos fueran educados. Entonces, conscientes de que los niños debían aprender las nociones básicas de lectura y escritura y que no contaban con escuelas de la orden jesuita, se optó por la opción de que los vecinos más instruidos debían dedicarse a la tarea de enseñar a los pequeños. Fue de esa manera que la mayoría optó por don Ambrosio.
La decisión de la comunidad para designar a este vecino se debió a que era una persona formada que había sido educada como hijo de europeos en Asunción. Además, mencionaban que era un hombre respetado por sus pares y que tenía cualidades para enseñar a los demás.
Los detalles de su nombramiento constan en un documento se conserva en el Archivo Histórico de Corrientes. «En la Ciudad de Vera a diez días del mes de marzo de mil seiscientos y tres (1603) años, se ayuntaron en su cabildo como lo tiene de uso y costumbre (…) y, conforme nombraron a Ambrosio de Acosta, vecino de esta ciudad, para que enseñe a los niños», dice, entre otras cosas el texto. Esto ocurrió bajó la administración del Teniente de Gobernador, el mestizo Diego Martínez Irala y el texto fue redactado por él y las autoridades del Cabildo local.
El documento también menciona que don Ambrosio debía recibir «un peso plata por cada niño que enseñe, o su valor en moneda corriente de la tierra». Además se anticipaba que las funciones del flamante maestro se iban a extender por un año.
RELEVANCIA
La importancia de este nombramiento para un criollo se debía al hecho de que hasta entonces, los encargados de enseñar a los niños eran religiosos españoles. Don Ambrosio no contaba con ninguna de las dos características y además era laico. Por supuesto, la urgencia de contar con un maestro y el antecedente de que era un ciudadano de prestigio y uno de los pocos que se habían formado en la escuela de Asunción, tuvieron más fuerza a la hora de que los primeros correntinos lo voten.
A partir de entonces, hay pocos registros sobre su labor como maestro, por cuánto tiempo y a cuántos niños llegó a enseñar. Y, si bien, hay testimonios de al menos dos hombres que cumplieron la misma labor años antes, no hay certeza de que estas personas fueran de origen criollo como sí las hay sobre don Acosta.
Después de eso, se sabe que ocupó varios cargos públicos más y se cree que falleció a los 70 años. Pero lo cierto es que, gracias a él, como señala un documento del Instituto Histórico del Poder Legislativo provincial, Corrientes lleva el título de Precursora de los Maestros Argentinos.
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