Con una mezcla de historia y religiosidad, el 3 de mayo es una fecha significativa para la Capital provincial. El llamado «milagro de la cruz» une a miles de católicos que año a año celebran el aniversario del prodigio atribuido al madero que data de la época fundacional de la ciudad. Sin embargo, aunque es menos sabido, la misma jornada es igualmente importante para dos localidades del Interior y por motivos que también son de carácter religioso. Es que ese día la devoción popular recuerda a dos personajes cuyas leyendas los convirtieron en «santitos» muy respetados en cada lugar: Curuzú José, en Palmar Grande y Antonio María, en Concepción del Yaguareté Corá.
De Curuzú José, hoy patrono de Palmar Grande, dicen que fue uno de los pocos sobrevivientes de la sangrienta batalla de Vences Rincón, ocurrida a finales de noviembre de 184. Las historias coinciden en que este soldado logró escapar malherido y llegó hasta el poblado vecino y allí fue protegido y curado por la gente del lugar.
Cuando se recuperó comenzó a trabajar en una estancia. Nadie supo jamás otro dato de él, además de su nombre, José. El extraño soldado se quedó allí hasta su muerte y como no se sabía su origen lo sepultaron en el campo que cuidó. No le pusieron una cruz a su tumba, pero la gente sabía dónde estaba enterrado y es así cuando aparece el mito.
Las fuentes del área de Cultura de Palmar Grande explicaron que el culto a este hombre surge con una anécdota. «Un día, el dueño de la estancia había preparado una tropa de bueyes y cuando fueron a arrearla, no encontraron ninguna cabeza. Pero si advirtieron que la tumba de José no tenía cruz. Entonces, el estanciero del lugar lo invocó y dijo: ‘Yo le hago la promesa de que con el mejor poste de mi rodeo vamos a hacerle una cruz’. Al otro día, aparece la tropa íntegra», cuenta el relato más difundido. Fue entonces cuando los otros peones exclamaron: «¡Parece que José tiene crédito allá arriba!», y así comenzó la devoción.
Desde entonces, la historia es más terrenal. El soldado desconocido pasó a llamarse Curuzú José. El estanciero cumplió su promesa y le hizo una cruz con la madera de uno de sus mejores árboles y ésta ha sido venerada por los pobladores que le hacen pedidos y le encienden velas todos los años.
La elección del 3 de mayo como fecha de celebración se debe a una relación con la Cruz de los Milagros de la ciudad de Corrientes.
Sanador y asesino
La historia de Antonio María es muy diferente. El Diccionario Folklórico Argentino cuenta de él que era paisano de Concepción del Yaguareté Corá, que vivía en una isla del Iberá y que se hizo «afamado curandero y amigo de los pobres». Pero al mismo tiempo se señala que también «era amigo de lo ajeno, pues se asegura que también cuatrereaba y era pendenciero».
En la versión popular se agrega que tenía una banda a los que les decía «sus discípulos». Pero sus hazañas llegaron a su fin cuando asesinó a su concubina embarazada a quien acusó de gestar un niño del Diablo. La Policía no le perdonó este crimen y una patrulla lo cercó y mató junto a sus seguidores.
«Como ocurre generalmente en el ámbito popular, la devoción supersticiosa no se hizo esperar y al pie del timbó donde sabía guarecerse, plantaron varias cruces. Desde entonces el lugar se llama Curuzú Jethá y cada 3 de mayo Día de la Cruz, llegan hasta allí los promesantes, quienes encienden velas, formulan pedidos, cumplen promesas y, además, con las ramitas del timbó hacen cruces que dicen que son milagrosas…», completa el Diccionario.
Hoy en día, en Concepción hay una capilla en su nombre. La levantó una familia del pueblo con la llegada de una imagen de Antonio María hecha de timbó. Como la estatuilla les fue entregada un 27 de agosto, cada año en esa fecha se hace un gran almuerzo y baile para cumplir con todas las promesas.
.