Por Andrea Lippi
En las últimas dos décadas, la industria textil argentina ha experimentado una montaña rusa entre aperturas y cierres al mercado global. Este vaivén ha dañado profundamente el tejido productivo nacional. Sin embargo, es crucial comprender que Argentina no es solo un país agroganadero; necesita mantener y fortalecer una industria que genera una cantidad significativa de puestos de trabajo.
Desde el uso limitado de la capacidad instalada hasta la carga salarial de los operarios (que en dólares aumenta día a día) la industria textil argentina enfrenta numerosos desafíos que la hacen menos competitiva en comparación con otros países. La situación se complica aún más cuando consideramos los altos costos asociados a la producción nacional de cualquier rubro.
Es importante reconocer el esfuerzo de las empresas del sector, que han invertido en equipamiento y mejorado sus procesos productivos en los últimos años. Entre los años 2020-2023 se destinaron más de 700 millones de dólares a potenciar la industria textil en el país, incluyendo bienes de capital, infraestructura, maquinarias, tecnología y ampliaciones. Sin embargo, con un mercado interno en retracción y una alta carga impositiva, las perspectivas de crecimiento son limitadas.
En un país que ha atravesado fuertes cambios en poco tiempo, la industria textil se reconoce resiliente para superarlos y sostenerse. A través de los años, se trabaja incansablemente para acercar novedades tecnológicas a miles de emprendedores que lograron mantener una fuente de ingresos en sus hogares y que han progresado mejorando su diseño y su calidad. Los espacios de encuentro internacionales demuestran los esfuerzos de la industria por mantener su competitividad y rentabilidad.
La apertura indiscriminada al mercado exterior no es la solución a los altos precios de la ropa en Argentina. Nunca abrir la importación redujo precios al público, si generó enormes ganancias a los importadores. No olvidemos que la ropa es un producto de temporada y los saldos de productos que los países del hemisferio norte no hayan podido comercializar serán enviados a precios ínfimos. Vale solo observar el fenómeno chileno que recibe toneladas de sobrantes textiles y se forman inmensos basurales de ropa.
En el complejo mundo de la moda, se distinguen tres tipos de países. Los países «A», principalmente europeos, destacan por su excelencia en diseño y liderazgo en el ámbito global. Mientras tanto, los países «C», India y Sri Lanka, se caracterizan por sus bajos costos laborales y son los principales fabricantes mundiales de prendas. Argentina, por su parte, se encuentra en una posición intermedia, orientada hacia su mercado interno, lo que limita su capacidad de crecimiento y aumenta los costos de producción.
Enfrentamos un momento crucial para la industria textil argentina. Debemos tomar medidas concretas para fortalecer y desarrollar nuestro sector, asegurando así un futuro próspero y sostenible para la industria y sus trabajadores. En el pasado y en el futuro la importación indiscriminada solo conduce a un aumento del desempleo y a una reducción del consumo interno, creando un ciclo perjudicial para la economía del país.
Es fundamental promover el crecimiento de las empresas locales y trabajar en colaboración con el gobierno para reducir costos y hacer que nuestros productos sean más competitivos a nivel internacional.
La mayoría de las fábricas de indumentaria en nuestro país son talleres medianos o pequeños, a menudo de índole familiar, y carecen de acceso a tecnología avanzada y formación especializada. Esta situación ha generado críticas debido a la percepción de no alcanzar los estándares internacionales de calidad. Para mejorar es necesario implementar políticas productivas que contemplen un horizonte mínimo de mediano plazo.
Estamos esperanzados de que en los próximos meses mejore la capacidad de compra de la población, con una disminución de la inflación, y que encontremos un camino positivo hacia el trabajo, la inversión y la producción.
La autora es gerente de Emitex,
Simatex y Confemaq
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