El tiempo llegó y los deberes no se hicieron. El camino de la renuncia parecía el más indicado. Lo siguieron los anteriores interventores partidarios en periodos distintos. Frente a la imposibilidad de ajustarse a los plazos que se habían impuesto, “tiraron la pelota” para adelante, antes que tirar la toalla. En el peronismo logró el descontento de todos, cada uno por sus razones. Ahora, las miradas se volcarán a Buenos Aires, no precisamente al Consejo Nacional, que también fue desbordado como ámbito de decisión.
Era un secreto a voces. La cosa venía mal y no podía terminar de otra forma. A media tarde de ayer, terminaron por admitir que bajaban la fecha del 17 de noviembre y, para no quedar tan deslucidos, porque mal podrían convocar no estando firme la resolución que aprueba la carta orgánica, optaron por no sólo anunciar, sino darle aparente formalidad con una convocatoria que tiene el mismo vicio, esto es, se apoya en una carta orgánica cuya validez deberá ser determinada -en otro tiempo- por la Cámara Electoral Nacional.
Las críticas a nivel de indignación se extendieron por todo el peronismo, que tomó conciencia de la gravedad de las reformas. Como que se admite que el candidato a Gobernador del partido sea un afiliado a otra fuerza política o un independiente. Otro punto que levanta polvareda es que se deja a los congresales como actores secundarios en la vida del partido. Es que la mesa del Consejo, que puede funcionar con hasta 7 miembros, puede resolver aun sin anuencia previa del Congreso no sólo con qué partidos hará alianza, sino, además, intercalar nombres en las listas en detrimento de los que fueron votados en las internas, lo que supone un corrimiento decidido en la mesa chica y sin derecho a reclamo, como específicamente determina la nueva carta orgánica.
Las críticas se extienden a otra media docena de artículos, todos ellos de significativa importancia y marcan un hecho claro como es el hartazgo del peronismo correntino por el accionar de los llamados interventores políticos que contribuyeron de manera decisiva a los muy malos resultados de 2019 y 2021. Importa recordar que el PJ está intervenido desde 2019.
Algo grave
Desde mayo están dando vueltas y, pasados varios meses, perdiendo un tiempo precioso, las reglas de juego nunca se acordaron. De la nueva carta orgánica ningún sector del peronismo correntino se hace cargo. Las críticas son generalizadas. En los hechos, es un adefesio carente de lógica política, distante de cualquier estrategia que apunte a pelear la Provincia.
En la mesa de acuerdos se esperaba una carta orgánica “aggiornada”, un reglamento electoral, los criterios para la integración de la Junta y el cronograma electoral, así como precisión sobre la contratación del Correo Argentino y otros aspectos que evidencien la decisión de ir a las internas “con juego limpio”.
Nada de eso se dio. Una intervención a la distancia que, sobre el filo del plazo que se había autoimpuesto, (ayer vencía el tiempo para convocar) sale con un domingo 7.
No admite el fracaso y, aun a sabiendas de que no podía convocar, lo hace “allá ité”. Y sin integrarse la Junta Electoral, sin dictar ni darse a conocer el reglamento, procede la propia Intervención a aprobar el cronograma, lo cual es un disparate. Está claro que ello es competencia excluyente de la Junta Electoral, la cual es otro órgano del partido, independiente por naturaleza, como que, alguna vez, el Consejo Nacional intervino la Junta en el marco de un escrutinio traumático que no todos recuerdan.