El 9 de octubre de 1994, mientras regía la suspensión de la FIFA, Maradona debutó como entrenador del Deportivo Mandiyú. Una racha de 12 partidos en un club que se hizo popular y la vez que casi vence a River.
El país era una caldera. Una mezcla de furia y angustia. De dolor y decepción. Diego Armando Maradona había sido suspendido por la FIFA a causa del inolvidable doping positivo en el Mundial de Estados Unidos de 1994 y en la Selección argentina el clima era sepulcral. 15 meses eran los que Diego debía permanecer sin jugar al fútbol, sancionado y con “las piernas cortadas”. Pero Maradona siempre se las rebuscó. Y un llamado de Sergio Goycochea fue el disparador para que el 10 no se alejara del deporte que lo había hecho tan feliz. Este 9 de octubre se cumplen 30 años del día que el ídolo se estrenó como DT de Mandiyú, en su primera experiencia del otro lado de la línea de cal.
Lo llamó un ex compañero suyo en la selección que atajaba en Mandiyú y sembró la semilla. “¿Por qué no te venís como entrenador?”, le dijo Goyco. La suspensión de la FIFA le prohibía jugar, pero no dirigir. Y Maradona iba a explotar ese “vacío legal”. Se reunió con el representante de toda su vida, Guillermo Coppola, y empezó a tramitar su llegada al Club Deportivo Mandiyú de Corrientes. Roberto Cruz era el diputado justicialista del gobierno de Carlos Menem que había comprado el club y traer a Maradona evidentemente servía para distraer a todos de la deuda de 1.200.000 dólares que tenía. El 3 de octubre, lo acordaron: Diego tomaría las riendas del equipo.
“No fue una sorpresa, porque yo necesitaba trabajar, lejos de los cortos, pero cerca de la pelota”, explicó poéticamente, como de costumbre, el Diez tras poner la firma. El 9 de octubre de 1994 fue su debut como entrenador en un equipo desconocido que inmediatamente se vio atosigado por medios y fanáticos, y al que había llegado, en parte, porque su papá Don Diego era correntino. Mandiyú enfrentaba a Rosario Central en la cancha de Huracán Corrientes, donde hacía de local, y Diego no tenía autorización aún para estar en el banco de suplentes. Por eso, se le diseñó un lugar especial, una suerte de palco, en el que vivió el partido junto a su hermano Lalo.
Se sentó con su camisa blanca y su corbata de colores. Con un reloj en su mano derecha y con Lalo en la izquierda. Y festejó eufórico el único tanto de Mandiyú de esa tarde indeleble, que marcó Ángel Bernuncio. Fue un verdadero golazo desde afuera del área que tuvo dedicatoria y señalamiento al flamante DT, aunque de poco sirvió, porque el Canalla ganó 2-1 con goles de Omar “el Negro” Palma, fallecido en la mañana de ayer, y de Pablo “Vitamina” Sánchez. Dio órdenes, motivó a los suyos, aunque todavía no asociara caras y nombres, y gesticuló como era habitual. Era el mismo Maradona, en un nuevo rol.
Su paso por Mandiyú fue corto: dos meses, en los que dirigió 12 encuentros y dejó un saldo de una victoria, seis empates y cinco derrotas. Pero fue intenso. El equipo correntino no podía escaparse de los medios y los jugadores debieron acostumbrarse a estar cerca del argentino más popular de entonces. “Nos acostumbramos a convivir con periodistas de todos los países. Tuvimos que entrenar a puerta cerrada porque era inevitable que lo fueran a ver. El primer entrenamiento fue explosivo. Él se movía y todos lo seguían”, explicó Bernuncio, quien alguna vez destacó sobre todas las cosas el aspecto humano del 10. “Conocerlo hizo que reafirmaramos un montón de cosas: desde los buenos tratos hasta la humildad. Tuve mucha amistad en ese momento porque él se brindó a eso. Todos los que hablan de Diego destacan lo mismo: su amistad y su cordialidad”.
El desempeño más destacado de aquel fugaz capítulo en la novela inabarcable que es la vida de Diego Armando Maradona se vio en el Monumental. El humilde Mandiyú se plantó en cancha de River con un líbero y dos zagueros que le hicieron (casi) imposible la vida a Enzo Francescoli y llegó a adelantarse 2-0 con tantos de Muller y Alvarenga. El batacazo parecía servido. Pero entró un juvenil rebelde de nombre Marcelo Gallardo que quebró el arco de Goycoechea; también lo hizo Francescoli. Y al final fue 2-2. De todas formas, un resultado más que positivo. Que inflaba el pecho de Diego: “Le podemos jugar de igual a igual a cualquier, viejo. Eso quiero que se lo metan en la cabeza. Viste vos la de Guido (Alvarenga), me quiero matar…. y la de (Carlos) Casartelli…”, se reprochaba mientras se tomaba la cabeza tras el empate.
Pero las sonrisas serían efímeras. A las pocas semanas, tras un empate 0-0 como local ante Racing, Maradona se iría de Mandiyú. ¿Feliz? En absoluto. “Me voy muerto”, de hecho, explicaría sin ambigüedades. “Cruz se metió en el vestuario y en el vestuario mando yo”, confesaría Diego sobre su salida, exponiendo los conflictos que existían con el dirigente que dos meses atrás lo había traído. Fue su primera experiencia como DT. Mala en cuanto a resultados. Intensa en cuánto a recuerdos. Inolvidable para los fanáticos del humilde Club Deportivo Mandiyú.