Lejos del miedo que busca infundir Halloween, en Corrientes, cada 1 de noviembre una celebración demuestra el profundo respeto de la comunidad hacia sus difuntos. En la víspera y por las mañanas, los niños salen vestidos de blanco a pedir dulces por las casas para que las personas no olviden a sus seres queridos fallecidos. Es Ángeles Somos y, aunque un hubo un tiempo en que casi se perdió, la práctica va cobrando fuerza otra vez en distintas localidades, marcando la fuerza de una tradición que se remonta a cientos de años. Sobre el origen de esta celebración, aunque no hay una fecha precisa, los registros conocidos se remontan a la época en que llegaron los españoles. Por lo general, el primer día de noviembre se recuerda a los niños fallecidos. Mientras que, al día siguiente, a todos los «fieles difuntos».
En el Diccionario Folklórico Argentino, el investigador Félix Coluccio escribía: «Desde el clarear del 1 de noviembre, los niños visitan los ranchos vecinos con un ramito de flores en la mano izquierda y una campanita en la otra mano, haciéndola sonar repetidas veces en la vivienda y diciendo: ‘Ángeles somos, ángeles somos, bajamos del cielo a pedir limosna para los ángeles, a colación la bendición’. Tradicionalmente, los dueños de la casa se obligan a dar un chipá, galleta o cualquier golosina y a veces, un ramito de flores».
El historiador y folclorista completaba que una vez que los pequeños recibían la golosina, completaban su ceremonia con otro cantito: «Esta casa es de viña, esta casa es de tuna, donde vive la niña, donde vive la hermosa, donde vive la fortuna».
UN DÍA PARA
QUE VUELVAN
Finalmente y citando al historiador Gerardo Pisarello, el diccionario completa: «Esta costumbre proviene de la vieja creencia de que el día 1 de noviembre, los ángeles o almas infantiles visitan la tierra y, como las personas tienen niños fallecidos o parientes, vecinitos o amiguitos, a cuyo nombre es el obsequio».
Es que, «angelito», justamente es como generalmente se le dice al niño fallecido. De ahí que la celebración también lleve su nombre.
A su vez, el investigador y folclorista correntino, Ertivio Acosta, en su libro Cultura Popular Regional citaba los recuerdos de doña Juana Vallejos de Acosta, que vivió los festejos desde 1925 en Lomas de Vallejos. La mujer detallaba cómo entonces los días previos a la fecha, se llevaban adelante los preparativos. «Muchos días antes ya en todas las casas alistábamos las cosas para el día de los finados, había que preparar las cruces, confeccionar los paños, las coronas fabricadas sobre círculos de ramas secas adornadas con flores de papel y cintas moradas que el 2 de noviembre ofrendaríamos a nuestros muertos. Pero la mayor preocupación recaía sobre los regalos para los ‘Ángeles tomeros’, labor de las madres de cada casa. Los obsequios consistían en collares de caramelos, distintas comidas preparadas y diferentes clases de chipá».
Acosta completaba la descripción con una afirmación sobre lo que significaba esta tradición: «Es quizás el 1 de noviembre el día más feliz para los niños de nuestro interior guaraní, además de las abundantes comidas y regalos que reciben, son constantemente agasajados y no sufren ningún castigo por sus comunes fechorías, es más, los mayores creen que representan a sus hermanitos fallecidos y que sus cuerpos están poseídos por almas de algunos finaditos».
REVALORIZACIÓN
Si bien la práctica está más arraigada en las localidades del Interior, desde hace algunos años, en la Capital, la iniciativa de recuperarla fue tomando fuerza gracias al trabajo en algunas escuelas, jardines de infantes y Centros de Desarrollo Infantil. Las instituciones alistan la celebración e incluso llevan adelante caminatas con los niños por la peatonal Junín para que la gente también se familiarice con la práctica. Pero además, también hay festejos en sus salas con invitación a las familias para revivir la tradición en medio de una fiesta.
El objetivo sigue siendo el mismo que hace cientos de años: recordar a los seres queridos que ya no están con una nota de alegría, y que, estén donde estén, sepan que no son olvidados y que están siempre presentes.
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