Por Graciela Villalba
EL LIBERTADOR
Con tan sólo 25 semanas de gestación, la pequeña Hanna Yasmin Florez llegó al mundo pesando 890 gramos; su condición de prematura extrema diagnosticaba una situación crítica, aunque contra todo pronóstico, la pequeña guerrera afrontó 83 días de internación y hoy con 4 años, sus padres cuentan su increíble historia.
En el Día Mundial del Prematuro, se busca visibilizar la problemática y sensibilizar sobre las necesidades y derechos de los bebés prematuros y de sus familias.
En diálogo con EL LIBERTADOR, María Galarza y Darío Florez, abrieron su corazón y contaron la experiencia que les tocó vivir con su pequeña hija, que nació antes de los pensado, con menos de un kilo. Los médicos no daban buenas expectativas, aunque ahora transita su vida totalmente normal y saludable.
Hanna Yasmin Florez nació el 25 de julio de 2020 en el hospital materno neonatal Eloísa Torrent de Vidal, con un grado de prematuridad extrema: tenía 25 semanas de gestación, 890 gramos y aproximadamente 30 centímetros.
«Es lo más chiquitito a lo cual puede sobrevivir. Eso es lo que me explicaban los doctores en nuestro paso por el hospital», recordó María tras relatar que el parto se adelantó a consecuencia de su alta presión. Si bien realizó todos los controles necesarios, no podía estabilizar su presión arterial al punto que un desprendimiento de placenta llevó a la decisión de interrumpir el embarazo.
Recuerda que estaba en una clínica privada y tras el criterio de su médico obstetra fue derivada al hospital materno neonatal, considerando el equipo especializado del lugar.
«Así como llegué, me hicieron pasar a la sala de Emergencias, y ahí estuvieron todo el tiempo los doctores, las enfermeras, encima de mí, haciéndome los controles. Tenía la presión alta, pero una vez que se equilibró, me subieron a una silla de ruedas, me llevaron a quirófano y nace la bebé. La sacaron y ahí ya la pusieron en la incubadora», relató.
INCERTIDUMBRE
María revivió el duro momento: «Apenas consciente luego de la anestesia, dos doctoras se me pusieron al lado y me preguntaron cómo estaba y me dijeron: ‘mirá mamá, tu bebé es una prematura extrema, está en un estado crítico, en un estado grave. Al ser tan prematura, está inmaduro todo. Todo lo que vos te puedas imaginar: pulmones, diferentes órganos, todo, vamos a ver, vamos a ver que pase la noche. Las probabilidades para ella son muy pocas'».
Por su parte, Darío dio su testimonio de aquel difícil momento: «Ni siquiera le daban que pase la noche. Nos dijeron que tenía que ser de hora a hora y de día a día».
Continuó: «Justo estábamos saliendo de la pandemia, no se permitía tanto el ingreso de las personas. Yo la vi solamente el primer día que nació».
Luego, su madre era la encargada de visitar a la bebé, donde la podían ver en un principio a través de la incubadora, apenitas «porque el calor empaña todo el vidrio»; rememoraron.
«Ella estaba entubada, y alimentarse todo era por sonda y medicaciones. No se la podía tocar, ni muchos menos alzar», agregaron.
Cada día era una nueva esperanza y así transcurrieron 83 días con altibajos, incubadora, terapia intensiva, hasta el alta definitiva que llenó de alegría a toda la familia de tres hermanos, abuelos y mucha gente que hacía fuerza por la recuperación de Hanna.
Hoy la niña tiene 4 años, va a salita de 3 de la escuela Misericordia, es totalmente sana, sin ninguna secuela y aunque los controles deben continuar hasta los 6 años, se puede decir que su vida es un milagro.
Un grupo de Whatsapp con mucha fuerza
Los 83 días del hospital fueron muy difíciles y pese al gran compromiso del equipo médico del hospital materno neonatal Eloísa Torrent de Vidal, todos los días era volver a empezar. Sin embargo, la mamá de Hanna, María contó que siempre confiaron en Dios y además, su marido, Darío tuvo la idea de crear un grupo de Whatsapp donde todos los días mandaba el parte de salud. Así se conformó una gran comunidad de personas queridas que además de mandar muchas fuerzas, realizaban cadenas de oración. Hanna, fue bautizada al segundo día de nacida, con un permiso especial, y luego fue el poder de la fe y la sabiduría de los profesionales. «La verdad que somos muy creyentes. Y te voy a ser sincera, yo en su momento, cuando el primer sentimiento, digamos, fue ese sentimiento de enojo, aunque yo siempre digo que fue la fuerza de Dios la que nos mantuvo firmes en todo el proceso», contó.
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