Por Alcides Eduardo Hernández
Esta etapa del año y en especial el 3 de diciembre, es el momento propicio para testificar sobre momentos gravitantes para una experiencia vital como la fecha que se celebra hoy.
Es humanamente inentendible cuando son objeto de ataques verbales y hasta físicos, como en su momento se registró con horror en Buenos Aires en algunos centros de salud -execrables conductas que deben desecharse para siempre-, cuando con tanto peso sobre sus espaldas son como ángeles custodios de la vida, incluso con sus propias angustias y limitaciones, tan seres humanos como quienes deben acudir a su ayuda. Ellos son los profesionales de la salud, precisamente, los médicos.
Los médicos -como así enfermeros, e incluso administrativos-, cada uno en su labor son el continente primero para contener el dolor y hasta desesperación de quienes van en busca de su auxilio ante alguna dolencia o en situaciones límites.
Como en el ejercicio de un Sacerdocio, están consagrados también a lo más sagrado de toda persona: la vida.
Ellos están junto a sus congéneres desde la gestación y en similares veces en el último suspiro, siempre con todo amor y esfuerzo para asegurar la vida y el bienestar de los demás ¡Y en cuántos momentos superados por el cansancio!
Y así, quien tuvo la necesidad de recurrir a su atención, ya en una consulta o internación en alguna institución sanitaria, pública o privada, como en el caso de quien suscribe este sencillo reconocimiento y gratitud, sabrá de sus entregas generosas e incluso afectuosa con el doliente de alguna enfermedad.
Por eso no puede menos que reverenciarse su don y servicio invaluable, al mismo tiempo de expresar el anhelo de que sus recompensas, tanto materiales como espirituales, sean las merecidas. Y cabe insistir, tanto en la administración pública como en las privadas. Y contar con las condiciones óptimas en infraestructuras, recursos y para el despliegue de sus respectivas labores de dimensiones inimaginables.
A ELLOS, EN ELLOS, A TODOS
Cómo olvidar al estar en una camilla en un quirófano, el 15 de marzo de 2021, para una cirugía de columna el acompañamiento compasivo y con ternura, por mencionar a quienes lo hicieron en este caso, del médico traumatólogo, doctor Luis Fernando Lomónaco y su asistente, Corina Centurión, junto su colega, el doctor Enrique Palma.
Cómo encontrar otra palabra que supere a la de «agradecer», por otra cirugía, esta vez al traumatólogo, doctor Santiago Piasentini, y al propio doctor Lomónaco, el 29 de julio, en el hospital Vidal y a cada integrante del equipo, uno por uno, de los que se quisiera conocer sus rostros y nombres, pero que consuela saber que Dios sí los conoce, sabe y los ve.
Imposible dejar de recordar cada vez que se abren los ojos, al oftalmólogo Sebastián Romero Artaza, que con su asistencia brinda la salud a la vista, uno de los sentidos más preciados, dando la luz del cuerpo y como bien se los define, luminosidad a los espejos del alma.
Con la misma intensidad en homenaje, es un deber del corazón, justamente, nombrar a los médicos, el cardiólogo Marcelo La Rosa y el neurólogo, Martín Cedrolla.
Cómo no abrazar en el alma misma a los Enfermeros, cuyo Día es el 21 de Noviembre en la Argentina, por tanto ahínco en el cuidado. Sólo por mencionar a algunos de todos ellos, las enfermeras que por aquél entonces estuvieron en el turno tarde en el hospital Vidal, Rocío Ramírez, Delia Rolón, Lara Ibarra, Milagros Alegre, tanto como a quienes trabajaron por la mañana o toda la noche en desvelo, como ángeles de la guarda, con el acompañamiento de la jefa de Servicio del Área Quirúrgica, Susana Castelo.
Cuando una enfermedad visita a alguien, todo cambia, se ensombrece y hasta se oscurece, dificultando pensar u obrar con claridad; por eso en esos momentos también los que reciben a los pacientes, familiares o amigos al llegar para una atención, como son secretarios o secretarias o en las áreas administrativas tienen un rol impagable, pues la misión no es fácil, al tener que recibir padecimientos y cargar sobre sí muchas tristezas de los demás. Es justo homenajear aquí a todos, aunque sea al mencionar a los que uno conoce, como Corina «Cori» Centurión y Laura Esquivel.
Y debe incluirse asimismo a los que operan en las Obras Sociales.
Un apartado se debe a los Kinesiólogos, que celebran su Día cada 13 de Abril, porque en situaciones como las expuestas, desplegarán luego una función trascendente. Por eso, nombrar es reconocer con honras, más allá de un simple agradecimiento. Como a Gustavo Calvano y Rubén Darío Sosa.
Sencillamente, humanidad se llama. Aquélla, que a su imagen y semejanza Dios creó.
Por último, es necesario reiterar lo que en su momento ya se publicó, el lunes 8 de abril de este año en este mismo diario:
«…Y allí estaban ellos, los residentes, en el pasillo, sonrientes, amables, y quien suscribe, con bastón en mano por problemas de salud, lo atestigua. En las dependencias tras los vidrios, las tareas de los administrativos. En el acceso, Nora Vallejos, «Norita», la diligente y afectuosa jefa de Vigilancia. En su oficina, el director, Horacio Sotelo; todo en el Vidal».
En los asientos, en tanto, los rostros de muchos en busca de sanación para sus cuerpos a la espera del llamado para la atención del médico. Del médico, sí, de un ser humano que está para ayudar más allá de sus propios problemas; porque tiene su familia, sus dificultades personales y de seguro, sus angustias. ¡No son robots, son personas que padecen lo mismo que los demás o se alegran como todos los demás!
Y allí están, pese a todo contratiempo particular, para salvar vidas, para sanar.
«Está el Señor Jesús, e inmediatamente están ustedes, están los médicos», les dijo este cronista al salir de uno de los consultorios a los doctores Santiago Piasentini y Enrique Palma, como siempre suele señalar a modo de reconocimiento de la verdad más pura, y de gratitud, a ellos, a todos los que cuidan de una u otra manera la salud del cuerpo, e incluso del alma.
* Comunicador Social católico,
diario EL LIBERTADOR
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