Por Noelia Irene Barrios
EL LIBERTADOR
Hay un vals que tiene la capacidad de despertar la nostalgia en la gente que hace mucho tiempo vive en la Capital provincial. De hecho su nombre, Corrientes Soñadora, alienta la imaginación sobre paisajes y espacios locales característicos. No por nada sus estrofas, autoría del multifacético Rodolfo Seoane Riera, son desde 2015 la Canción Oficial de la Ciudad. Y es que entre sus versos abundan las referencias a sitios que una vez fueron emblema del encuentro para los vecinos y visitantes. Este es un pequeño repaso de las historias de los puntos más significativos que fueron inmortalizados en su melodía.
La letra de esta canción hace referencia a la vida y las costumbres de la gente en la Capital correntina durante la década de 1940. Es por eso que muchos de los edificios, y espacios que se mencionan ya solo quedan en el recuerdo de los vecinos de más edad y las antiguas fotografías que algunos aficionados comparten en grupos de redes sociales.
El primero, sin embrago, sigue en pie en la esquina de la calle 9 de Julio y Mendoza: «(…) Retozando en los corsos de barrio, o en el cine La Perla de un matiné olvidado…».
Sobre este emblemático lugar, el tomo tres del libro La historia de Corrientes va a la escuela, decía: «En 1918, la familia Liotti inauguró La Perla, con un monumental edificio destinado a confitería y cine que inició su larga vida con una función a beneficio de la filial correntina de la Cruz Roja».
Otro espacio que se nombra casi al pasar fue bar que estuvo ubicado sobre la calle Junín, entre San Juan y Mendoza y que fue punto de encuentro de jóvenes y adultos: «(…) y aquellos estudiantes en el Bar Asahí».
Algunos miembros de los grupos de Facebook Corrientes del Ayer y Fotos Antiguas Corrientes Capital, hicieron referencias a este bar que hoy ya no está en pie. Incluso compartieron fotografías de tarjetas que repartían a los clientes. En las publicaciones coincidieron en que la ubicación era Junín al 1.118, y que el propietario era un hombre de nacionalidad japonesa de apellido Higa. También, que «asahí» en su idioma significa «sol naciente». Dicen que fue el primer comercio en tener máquina para servir helado trenzado de dos gustos, y resultaba convocante para los jóvenes por las mesas de billar, los juegos de catas y ajedrez. Hoy, en ese punto, sólo hay edificios con distintos comercios.
OLVIDADOS
La canción de Seoane Riera también hace mención a un hito del deporte local y a un estadio del que hoy ya no queda nada: «Cuando el terceto de oro jugó en el Field Ferré».
El Field Ferré fue el nombre del estadio de fútbol que se encontraba en la actual manzana entre la avenida 3 de Abril y las calles Córdoba, Mendoza y Rivadavia. Según los registros, fue construido entre 1927 y 1928 y fue el epicentro de todos los encuentros de fútbol de la zona. Lo demolieron hacia finales de la década del ’40, cuando comenzó la construcción del hospital Escuela José Francisco de San Martín.
En cuanto al Terceto de Oro, ese fue el nombre de la que se consideró una de las mejores delanteras de la historia del fútbol mundial: la alineación con la que San Lorenzo de Almagro ganó el Campeonato 1946. Estaba conformada por Armando Farro, René Pontoni y Rinaldo Fioramonte Martino. El equipo visitó Corrientes en 1946, cuando disputaron un partido contra la Liga Correntina de Fútbol y el campo fue el antiguo estadio donde hoy está el gran hospital y también la Facultad de Medicina.
Finalmente, entre tantas referencias, queda nombrar al salón que recibió a importantes figuras del espectáculo y del boxeo nacional. «(…) el viejo Salón Monumental».
Este gran salón estaba ubicado por Junín, entre Santa Fe y España. Era famoso por las fiestas que organizaban las familias más poderosas de la ciudad y porque fue ahí donde se inició la actividad de boxeo en la provincia. Además, no son pocas las personas que recuerdan que allí llegó la reconocida actriz Isabel «Coca» Sarli, cuando visitó Corrientes hacía 1955. Actualmente, es la sede de un supermercado.
La canción abunda en las referencias pasadas y es una ventana a lo que una vez fue la joven Corrientes: las parejas en punta Tacuara, los corsos de barrio, las calles y plazas arboladas, o las filas para esperar la balsa antes del puente. Recuerdos de una ciudad transformada por el progreso que, sin embargo, como dice el autor, no pudo cambiar el romanticismo de su paisaje en flor.
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