Mario del Tránsito Cocomarola, hijo del Taita, padre del Chamamé, reflexionó entrevistado por EL LIBERTADOR, sobre el legado musical de su familia y la importancia de la música como una representación del alma.
Distinguió su importancia como patrimonio cultural, y su tránsito por transformaciones a lo largo de cientos de años, con la introducción de nuevos instrumentos, siempre manteniendo su esencia.
Destacó el reconocimiento que el chamamé se ha ganado tanto en Argentina como en el mundo, gracias a su capacidad de conectar a las personas, independientemente de su lugar de origen.
Subrayó la relevancia de los creadores de su época, como su padre, Mario del Tránsito Cocomarola, quien dejó una huella profunda en la idiosincrasia del pueblo, y destacó la presencia del género en países como Brasil, Paraguay, y en continentes como Asia y Europa.
Fiesta mundial del Chamamé, cuarta celebración, en Corrientes. En el Anfiteatro Mario del Tránsito Cocomarola, con el legado de su familia, se refleja el «avío del alma». ¿Qué le trae a la memoria esa expresión?
- El avío es lo que llevamos, lo que preparamos para una eventualidad, para cuando estamos en otro lugar, haciendo algo distinto. Yo lo interpreto como una acumulación de experiencias de vida que uno guarda en el corazón. Esa carga te hace más experto en lo que haces y te da seguridad para desenvolverte. Es como el respaldo que uno tiene, algo que puedes sacar cuando lo necesitas, como la comida que llevas en el viaje. Así entiendo el avío del alma.
NUEVAS INFLUENCIAS
El país vuelve a poner los ojos en Corrientes, recordando a Carlos Gardel en Buenos Aires y a Mario del Tránsito Cocomarola en el litoral. ¿Cómo siente ese reconocimiento hoy?
- Lo que siento es un agradecimiento de la gente. Mi padre, Cocomarola Tránsito, vivió en una época en la que la gente necesitaba algo que lo identificara. La música cumplió ese papel. No digo que mi padre haya sido el mejor, pero hablo de él porque es el que conozco. Fue un tiempo en el que las cosas estaban maduras para que se hicieran y quedaran. Lo que hicieron marcó la idiosincrasia de su pueblo, y eso quedó claro. Los creadores de esa época, como él, son muy importantes porque dejaron huella. Hoy, muchos se preguntan por qué no hay temas nuevos, pero la música es como el vino, necesita madurar para convertirse en un clásico. Por eso las canciones se transmiten de generación en generación, porque se quedan en el oído de la gente. Canciones como El niño del alma, El niño de Ñangapirí, El forastero y Volver en guitarra, están en camino de ser clásicos. La música y el artista tienen un proceso de maduración. Uno empieza tocando como otro, pero luego, cuando logras dominar ese estilo, te das cuenta de que lo que realmente importa es lo que sientes. Ahí es cuando te expresas con tu propio estilo. Es por eso que se perdona a los músicos como Cocomarola, Montiel, Isaco y otros, porque no solo crearon, sino que le dieron personalidad a su música.
El Teatro Vera está por reinaugurarse. ¿Cree que el chamamé podría volver allí? - Sí, sin duda. Hay músicos muy capacitados, tanto jóvenes como de todas las épocas, que merecen estar en ese teatro. Además, te diría que, en esta edición, se le está dando mucha importancia a los músicos locales de Corrientes, Chaco, Misiones, Formosa, y Santa Fe. Hemos perdido un poco la costumbre de poner a los invitados en primer plano, ¿te acuerdas que lo comentábamos? Ahora, se están haciendo conferencias de prensa para los músicos de acá, como Raulito Barboza, Cacho Espíndola y Brunito. Ellos son productos de nuestra tierra, y lo que tenemos que mostrar al país y al mundo es lo que somos nosotros. Claro, no desmerezco a ningún músico bueno, pero un músico nacional lo escuchás todos los fines de semana en los festivales. Nosotros, en cambio, mostramos la idiosincrasia de nuestro pueblo a través de la música, y eso es muy importante porque es una parte fundamental de nuestra identidad. La Mesopotamia es grande, y tenemos el chamamé la música que bien nos representa.
Además de Mario del Tránsito Cocomarola, ¿quiénes son los imprescindibles en el chamamé? - El chamamé tiene una columna vertebral, que es su legado, algo que nunca debemos olvidar. La esencia del chamamé no se puede forzar, no se puede decir «hoy voy a tocar con esencia». La esencia es algo que brota de uno mismo, de lo más profundo. La forma de tocar no se trata de hacer fuerza con el instrumento, sino de darle expresión, de transmitir con el cuerpo lo que uno siente. Es como el mate: un mate mal cebado no te llena, pero un mate bien hecho te satisface. Con la música pasa lo mismo. Un buen chamamé te llena el alma, pero si escuchás algo que no te convence, sabés que no es lo mismo. Hay que saber reconocer qué es y qué no es chamamé. No se trata de decir quién es bueno o quién no lo es, sino de ser transparente en la creación de la música. Hacer música que guste a la gente, que la haga bailar. Y con caer en extremos, eso es lo importante. ¿Te imaginas un mundo sin música? Sería impensable.
Del norte argentino al mundo
¿Qué opina de la influencia del chamamé en lugares tan lejanos como Brasil, Paraguay, España, Francia o Japón?
- Bueno, no tuve la oportunidad de ir a esos lugares, pero sí estuve en Brasil y Paraguay, y por toda Argentina. Y ya sabemos que en Europa hay muchos músicos que están influenciados por el chamamé, como el Changuito, Raulito, Nini Flores, Rudy, entre otros. Los brasileños, por ejemplo, tienen una música muy linda, el Vanerao, que se parece al chamamé, especialmente en el rasguido doble. Los brasileños están muy conectados con nuestra música, y eso nos ha dado un impulso. Cuando los brasileños vienen a escuchar chamamé, eso nos hace importantes. Nos da un reconocimiento, porque si la gente se interesa por nuestra música, es porque tiene valor. Lo mismo pasa con los paraguayos, que también tocan el chamamé. No es difícil, pero hay que hacerlo bien, y eso se logra al encontrarse con diferentes lenguajes musicales.
El chamamé tiene una particularidad: brota como la savia del árbol y llega como el río que moja la orilla. ¿Qué opina sobre cómo otros géneros se refrescan con el chamamé? - Yo creo que todos los que vivimos en esta región somos descendientes de italianos, españoles, ucranianos, pueblos originarios. Mi abuelo era italiano, y mi papá nació en Corrientes. ¿Cómo surge la inspiración para la música? Mi abuelo, aunque no conocía el chamamé, seguramente traía algo de su tierra, tal vez tocaba tarantela o algo parecido. Y esa mezcla, esa influencia, se transformó en música aquí. La música es algo que brota del corazón, de la vida, del alma. Nadie nos enseñó a tocar el chamamé, pero antes de mi papá ya había músicos que lo interpretaban. El chamamé, en sus inicios, se conocía como motivo popular, con temas como «La Llorona». Los paraguayos ya lo tocaban, aunque no de manera ordenada, como lo hicimos después con Cocomarola. Él fue quien organizó la estructura del chamamé, con la introducción, el canto, el contracanto, el estribillo y el final. No es que lo inventaron, simplemente les brotaba. Y así seguimos tocando el chamamé hoy.
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