Ni como Presidente de la Nación, ni del justicialismo nacional aprobó el examen. Las dos derrotas impactaron de lleno en él. Le erró en todo. Corrientes fue el primer turno electoral importante del año para el Gobierno central, en una elección llamada a tener una fuerte trascendencia nacional para el peronismo todo. Era necesario prever el efecto que podría tener un mal resultado. Todo lo hizo mal y tarde. Mantuvo por meses el partido acéfalo, sin atender el pedido del peronismo correntino, de designar a Aníbal Fernández, quien había anticipado que aceptaría el desafío, que conocía la provincia y sus actores, que tenía tiempo para recorrer Corrientes de punta a punta, instalándose en ella para conducir política, judicial y mediáticamente la campaña como un mariscal de campo. La propuesta tenía el aval del cristinismo. El propio «Coqui» Capitanich declinó de ubicar un nombre propio y el ministro del Interior, «Wado» De Pedro coincidían con su nombre.
02-POLITICA-3 03-POLITICA-18Ya desde mediados del año pasado, desde distintos sectores se pedía el recambio de Julio Sotelo cuya gestión languidecía al frente del PJ local. Finalmente, el chaqueño, sostenido desde Formosa, tuvo una señal clara del poder central y entregó su renuncia a término, con fecha 28 de febrero, en que la nueva conducción nacional debía asumir.
Dejó con ello las manos libres para una cirugía de fondo. Un volantazo que permitiera poner al justicialismo en condiciones competitivas. Por ese entonces, visitó Corrientes, llegando hasta la sede del PJ, el más poderoso de los ministros del Gobierno, «Wado» De Pedro, a quien se le planteó que desde semanas antes el Presidente tenía a su consideración la designación de Aníbal Fernández, propuesta con la que admitió estar de acuerdo y llegó a impulsar.
Los días pasaron y las decisiones no llegaron. Como otros temas de primerísima prioridad quedaron en la Jefatura de Gabinete, desde donde partieron señales confusas con la aparente nominación de un hombre de su riñón, el joven Sebastián Benítez Molas, al que rápidamente se asoció a la figura del hombre fuerte de la región, Jorge Capitanich, quien rápido de reflejos hizo saber que prefería no inmiscuirse en el tema y expresó su complacencia con el nombre de Aníbal Fernández.
Por varios días, Benítez Molas, ya en Corrientes, fue interventor sin papeles hasta que en un giro imprevisto se anunció que el Interventor sería un hombre de máxima confianza del Presidente. Se trató del Intendente de Hurlingham y actual Ministro de Desarrollo Social, uno de los jefes comunales importantes del Conurbano que, en medio de la pandemia y de sus responsabilidades institucionales, fue llamado a hacerse cargo de una tarea que largamente lo excedía.
En ese momento, Rodolfo Martínez Llano, que fue quien logró el «ok» de Aníbal para hacerse cargo -con la aclaración de éste que debían convencerlo antes al Presidente- alertó que no quería un «ave de paso» que viniera, asumiera y no se quedara en Corrientes.
Fue lo que pasó. Más allá de ser un hombre de diálogo y cordial trato, quedó de manifiesto que estaba condicionado, y falto de apoyo de parte de Alberto, tanto en lo logístico como en lo político. Al punto que estuvo en Yapeyú en la reunión de gobernadores y no tuvo los gestos lógicos para con la dirigencia peronista, que quedó a la intemperie pasando un mal momento frente al Gobernador de Corrientes y otros diez más que terminaron pagando en sus territorios con la implacable derrota.
Luego de ello, Alberto visitó Misiones y Chaco en dos oportunidades. Nunca cruzó el puente para involucrarse en una elección cuyo resultado lo dejó muy mal parado al plebiscitarse su propia gestión.
Entre los correntinos había confusión. Los mimos y las señales eran para Gustavo Valdés, quien a la hora de la verdad hizo lo lógico. Apostó por la UCR y Juntos por el Cambio, consciente de la proyección nacional que le daría un buen resultado.
¿Y AHORA?
Ahora, mantiene el mismo ritmo errático hacia noviembre, después de la paliza de las Paso. Sigue sin dar señales hacia una dirigencia provincial (y electorado) que padece de una acefalía local y a escala país, donde su presidencia partidaria parece más virtual. Algunos referentes locales que dependen de la digitación porteña mantienen una agenda donde no hay Norte. Nadie sabe quién resuelve ni con qué criterios. Mientras, los radicales y aliados celebran el 60 por ciento del 12-S, después del 76 por ciento del 29-A.
La impericia en los altos niveles institucionales y políticos se paga caro. También lo hace la cantidad de gente que depende de las decisiones que emanan de dicha ineptitud. El Partido Justicialista de Corrientes se convirtió en una muestra cabal de ello, así como los correntinos. Los resultados de las dos elecciones en la provincia expusieron ello.
Por un lado, el descontento de la ciudadanía con el Gobierno central, que votó a favor de un cambio. Las políticas sectarias apuntadas a cuestiones superficiales como el lenguaje que se dice inclusivo, sólo generan descontento. Al escuchar a los funcionarios kirchneristas hablar lejos del público (como en los audios de la Diputada K que «destruyó» al Presidente) siquiera se les ocurre añadir una «e» o una «a» a la finalización de una palabra determinada, que técnicamente, por su función, no termina con alguna de esas vocales. Ello deja en evidencia que se trata de un mero relato, apuntado a un grupo radicalizado, que sigue apoyando ciegamente la gestión, representando apenas por poco más del 30 por ciento del electorado.
Lo mismo ocurrió con las advertencias y retos en cadena nacional del Presidente para los que salían o hacían fiestas en cuarentena. Hasta que se conocieron videos y fotos de su fiesta clandestina en Olivos. Todos hechos que le quitan legitimidad a estrategias camufladas en políticas sociales.
Se podrían repasar muchas más situaciones de incoherencia total de parte del propio primer mandatario, así como de sus funcionarios que desencadenaron el desastre político institucional que en la actualidad se vive, con un recambio de Gabinete obligado que se conoció en la noche de este viernes 17.
Fue Cristina Kirchner quien entendió necesario patear el tablero, haciendo públicas críticas que desde hace tiempo hacía en privado al primer mandatario.
Hubo quienes criticaron las formas, aunque la filípica de la ex Presidenta dio resultados casi inmediatos con el cambio de rumbo que significó entregar las cabezas del Jefe de Gabinete y del Vocero presidencial, apuntadas por Cristina.
En el caso Corrientes, parece lógico poner también en blanco sobre negro la falta de diálogo. El escuchar y no actuar en consecuencia. Con la misma lógica el sacar a la luz las responsabilidades parece el camino más apropiado para hacer una mejor elección dentro de dos meses.
Corrientes, el mal ejemplo
En materia política, también se podrían recordar diferentes episodios sucedidos en distintos puntos del país. Más otros dentro de la propia Casa Rosada, con una pelea feroz entre «albertistas» y «cristinistas» que quedó expuesta después de la tunda electoral de las Primarias. Pero Corrientes resume sobremanera la desidia en el partido que dirige a escala nacional Alberto Fernández.
Comenzó como se dijo, cuando el chaqueño, Julio Sotelo fue eyectado de la intervención partidaria. Ello representó una pérdida de tiempo tremenda. Puesto que su legado siquiera se asomó a una unidad consensuada o elegida mediante internas.
Esta coyuntura colaboró con que las divisiones -siempre latentes en el partido de Perón correntino- se exacerbaran sin siquiera menguarse con la designación de un nuevo interventor, el caso de Juan Zabaleta, que lejos estuvo de lograr listas de unidad en lo nacional, provincial y municipal. La cadena de mandos quedó rota, sin candidatos en varias localidades y con acuerdos carentes de sustentabilidad en la mayoría.
«Juanchi» Zabaleta fue un cúmulo de buenas intenciones. Sólo eso. Intentó estrechar vínculos entre la Cooperativa del PJ, La Cámpora, la Liga de Intendentes y un sector de la dirigencia del Interior mediante Zoom. Una quimera en sí que, a la hora de la conformación de listas, terminó en lo previsible.
Y, sobre llovido, mojado, después el ahora ex Intendente bonaerense debió pasar a un cargo nacional. Hasta hoy es el Ministro de Desarrollo Social, en medio del desastre institucional generado tras la «carta bomba» de Cristina Kirchner contra los «funcionarios que no funcionan». Si bien es un actor secundario, es partícipe al fin. Por lo que lejos está de abocarse de la manera que requiere un territorio como el de Corrientes, conocido como «el cementerio de los interventores».
O sea, otro error contundente de Alberto Fernández que hace navegar a ciegas al peronismo de Corrientes sin siquiera un referente que oficie de instrumental para poder llegar a destino: el 14 de noviembre.
Como se pueda
Mientras, diferentes exponentes avanzan ungiendo candidatos en el Interior con un interventor ausente. Lo hacen sin los recursos ni la apoyatura estructural necesaria para lo que será noviembre. El PJ pondrá en juego 15 municipios. Según las encuestas del oficialismo, podrían perder 11 de ellas. Consideran que sólo en cuatro estarían en condiciones de dar batalla y a ellas apuntan. Los de ECO + Vamos Corrientes se relamen. Tienen en su paladar la dulzura de dos victorias. Una, la primera del 29 de agosto, por el 76 por ciento de los votos. La otra, la segunda del 12 de septiembre, por el 60 por ciento. Del otro lado, sólo sabor amargo.
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