Qué podemos hacer para ayudarla?», le preguntaron a la profesora Nidia Fernández, sus alumnos del colegio secundario José Hernández de Laguna Brava. Fue durante un taller extracurricular cuando hablaron de otra docente que conocían y que padece cáncer. Las respuestas que ellos mismos comenzaron a idear fue el origen de un proyecto solidario con el que demostraron que la empatía es un motor de cambio social.
«Una sonrisa por un turbaNte» es el nombre de la actividad donde ellos se ocupan de la confección de estas prendas, con las que buscan ayudar a pacientes oncológicos. «Los chicos se enteraron de que esta docente había perdido su cabello y sólo querían hacer algo para que sienta mejor. Así empezamos», dijo a EL LIBERTADOR, la profesora Fernández, quien junto a otros colegas acompaña la labor de los alumnos.
El trabajo se da dentro de un proyecto entre Provincia y Nación, el cual les brinda un espacio donde ellos aprenden a través de sus propias dudas. «Con todo esto de la pandemia, a los chicos también les pasaron cosas buenas y malas, y necesitan un espacio para compartirlas, más allá del contenido de las materias. Estos talleres me sirvieron mucho para conectar con ellos desde otro lado. Estamos en una silla, fuera del horario de clases, sin nota, y sólo con ganas de estar en la escuela. La respuesta fue tan buena que hasta tengo salita de espera», agregó la docente.
La educadora destacó las reflexiones de sus alumnos sobre muchas cuestiones. «Fueron ellos los que comenzaron a pensar: ‘Tenemos que devolver algo a la comunidad’, ‘¿Qué podemos hacer por el otro que también está?’. Así comenzamos a trabajar, pero siempre por iniciativa de ellos», aclaró.
COMPROMISO
En el proyecto trabajan alumnos de 1º, 2º y 3º del turno tarde, que son los de la profesora. Pero a medida que se fue conociendo la actividad en la institución, se fueron sumando otros de 5º, 6º y 7º porque les interesó involucrarse.
La docente donó su máquina de coser para que ellos pudieran trabajar y se organizaron de tal forma, que todas las tareas están distribuidas para que nadie se quede sin participar.
«Todo es voluntario, no me gusta que el alumno se sienta obligado a hacer algo. Les permito que observen todo y algo les va a gustar hacer. Coser, por ejemplo, es algo que les gusta mucho, tanto a los varones como a las mujeres. Cuando están con un tiempo libre, vienen y piden la bolsa con las cosas y se ponen a coser y están tranquilos compartiendo ese momento», relató.
Sobre cómo recaudaron los fondos para comprar las telas, Fernández dijo que los propios chicos pusieron de sus ahorros. «Ellos hicieron una colecta con lo que podían aportar y también hablaron con los papás y los otros profesores y así recaudaron lo necesario para comprar las telas, el hilo, etcétera».
La actividad, los unió como compañeros y también los ayuda a conectarse con sus familias, ya que la mayoría aporta su granito de arena al proyecto. «Una abuela, que es costurera fue la primera que se sumó y nos hizo los moldes, nos mostró los modelos y controla si las costuras están bien. Todos se van sumando y se comprometen como pueden», relató la docente.
DE CORAZÓN
Este viernes 26, van a llevar a cabo la parte más importante. «Ese día vamos a ir hasta la peatonal Junín con los chicos. Ahí vamos a hacer una especie de picnic en la plaza Cabral o la Vera y luego vamos a hacer entrega de los turbantes», dijo la profesora.
Cada turbante va en un envoltorio junto a una carta escrita por los chicos. «Esto lo pensamos para que no quede todo muy vacío. La verdad es que me sorrprendí de las cosas hermosas que escribieron para quien sea que reciba las prendas», contó.
Entre 100 y 110 alumnos participan del proyecto y confeccionaron 70 turbantes. «El año que viene queremos llegar a los 300, pero necesitamos una nueva máquina de coser para trabajar mejor. Vamos a hacer todo lo posible para conseguirla y así poder continuar con esta actividad donde los chicos aprender a ser solidarios e interesarse por los demás», cerró la educadora.
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