Los dos terceros puestos conseguidos en el inicio del Circuito Mundial 2021/22 son la prueba de que el Seven ya camina con propulsión propia. Utilizado durante años como plataforma de desarrollo de jugadores para el seleccionado de 15, recientemente ha sido capaz de desarrollar un sistema autónomo que, si bien sigue alimentando a los Pumas, ha logrado trascender a las bajas que esto le ocasiona y tiene al bronce conseguido en Tokio 2020 como sustento para seguir potenciando al Seven.
Los Pumas 7s marcaron un hito en la historia del rugby argentino al ganar la medalla de bronce olímpica, superando a potencias como Sudáfrica, Australia y Gran Bretaña, que lo exceden ampliamente en presupuesto, competencia y cantidad de jugadores. Hacia atrás, este logro consolida todo el trabajo de largo plazo que comenzó luego de Río 2016. Con miras al futuro, obliga a seguir impulsando la disciplina y a profundizar su desarrollo.
El entrenador Santiago Gómez Cora demostró que, aún con recursos escasos, cuando se trabaja con dedicación y visión de futuro en el rugby argentino, hay materia prima como para competir con los mejores de igual a igual. El desafío ahora es lograr que este hito olímpico exceda lo coyuntural y se convierta en un proceso sostenido.
Argentina, históricamente, tuvo un seleccionado de Seven competitivo. Vivió su auge en la primera década de este siglo, con Gómez Cora como jugador (llegó a ser el máximo anotador de tries del Circuito Mundial, con 230). Los Pumas ganaron dos etapas del Circuito (Los Ángeles 2004 y San Diego 2009) y fue segundo en el Mundial de Dubai 2009. Sin embargo, excepto por un puñado de jugadores, cada vez que aparecía alguna figura era absorbida por el seleccionado de 15 y obligaba a volver a empezar.
A partir de que el Seven adquirió status olímpico en Río 2016, la disciplina se profesionalizó alrededor del mundo. Argentina forjó un plantel profesional, solventado por la Subsecretaría de Deportes de la Nación y el Enard, que se entrena todo el año y participa del Circuito Mundial (10 etapas alrededor del mundo) anualmente, y del Mundial y los Juegos Olímpicos cada cuatro años. A pesar de que el 15 sigue absorbiendo jugadores, el Seven logró reducir su impacto gracias a que forjó un plantel más profundo de jugadores, que empezaron a especializarse a más temprana edad.
«Apostamos por ampliar la base. Los procesos son largos y es difícil llevarlos adelante porque es un seleccionado y necesitás resultados», justifica el hombre de Lomas. «En vez de esperar que surjan jugadores, decidimos ir a buscarlos, generar jugadores especialistas con el perfil que necesitábamos para que, si uno se iba al rugby 15, no nos dejara un agujero muy grande. Nos ha pasado de tener a un jugador que prácticamente debute en la especialidad de Seven en un Mundial [Mateo Carreras en San Francisco 2018]. Eso no puede pasar. Cuanto más formación en Seven tiene un jugador, más fácil se hace la dinámica del juego».
Argentina no tiene jugadores de gran potencia física como Fiji, Sudáfrica o Nueva Zelanda, los dominadores de la especialidad, pero sí muchos jugadores dúctiles, elusivos y veloces. Gómez Cora ha sabido instrumentar un sistema de juego que potencia esas virtudes, fundamentado en la defensa, la disciplina y las posesiones largas, y en los últimos tiempos le ha agregado mucha verticalidad al ataque.
«El salto de calidad que falta para consolidar el Seven es una competencia interna», afirma Gómez Cora. «Eso facilitaría la captación, ya que hay muchos jugadores que no se insertan en el rugby de 15 que sí pueden destacarse en el de 7. Además, aceleraría el desarrollo de esos jugadores, que necesitan dos.
El próximo gran desafío del equipo, Circuito de por medio (las próximas dos etapas son en España a fines de enero), es el Mundial de Ciudad del Cabo, en septiembre. Es la escala más importante rumbo a los Juegos de París 2024. A largo plazo, la meta es «generar una cultura de trabajo e identidad de Los Pumas 7s más allá de los nombres», puntualiza Gómez Cora. Si se capitaliza bien el bronce de Tokio, todo es posible.
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