El fallecimiento de quien ocupara el cargo de ministro de Transporte de la Nación, Mario Meoni sacudió el tablero político e institucional del país. Ello conllevó además masivas expresiones de condolencias, entre ellas la de Gustavo Valdés y -claro está- del presidente de la Nación, Alberto Fernández, las cuales quedaron como meras anécdotas tras verse lo sucedido en el cementerio Parque Rosedal.
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Luego de una ceremonia en la que participaron familiares y amigos, también el Jefe de Estado, todo fue un desmadre. Es que en este tipo de acontecimientos pareciera aplicarse un estado de desaprensión total en el cual no se tiene en cuenta ningún control.
En plena segunda ola del coronavirus, ayer se vieron hordas de vecinos de Junín que se acercaron a saludar en el cortejo fúnebre. Claro, después de ser tres veces Intendente de la localidad bonaerense, Meoni tenía una popularidad reconocida por propios y extraños.
Sin embargo, tal como ocurriera en el sepelio de Diego Maradona, así como otros eventos relacionados con la política y la institucionalidad, sin olvidar las manifestaciones opositoras y oficialistas, todo fue descuido.
Ningún tipo de operativo para exhortar a la gente a cumplir los protocolos. Siquiera la clase dirigente dio el ejemplo, puesto que son (el Presidente como exponente recurrente) los que a diario instan y hasta «retan» a los argentinos por incumplir los cuidados.
Las imágenes hablan por sí. Un «déjà vu» lamentable de una argentinidad que padece sobremanera la pandemia y que no da muestras de aprender de los errores cometidos o que constantemente cometen.