En Corrientes, las técnicas de artesanías tradicionales se mantienen vivas a través de las manos que a partir de la materia prima tomada con respeto de la naturaleza, dan forma, tejen o entrelazan, saberes e identidad. Un mapa impresionante de talentos y oficios se dibuja entre los ríos Paraná y Uruguay, y el LIBERTADOR en reconocimiento a su trabajo, recogió algunas de estas historias que cuenta el monte.
Llovía en el Museo de Artesanías Tradicionales, en la esquina de Fray José de la Quintana y Salta de la Capital correntina. El caserón de arquitectura colonial resguardaba del repentino chaparrón a turistas que recorrían las salas de exposición, un joven en plena labor de armar un cesto en el corredor con techo de tejas españolas, y a tres tejedoras con sus estudiantes en una de las cálidas estancias usadas como taller.
En el umbral de su entrada una niña con uniforme escolar y su padre esperaban con su paraguas a que amainara, entre fotografías históricas del edificio que dan testimonio del paso del tiempo y, enmarcadas en las paredes, atestiguan el trabajo hecho desde la dedicación, el amor y también el respeto a la naturaleza.
En la tienda del museo, el talabartero Horacio Bonassies (55) contó a EL LIBERTADOR que lo suyo comenzó como un pasatiempo. “Siempre me gustó lo que era el trabajo en cuero y con el tiempo me acerqué al Museo. Un maestro de apellido Quiroz, de Esquina, me transmitió la técnica y me acompañó en los primeros pasos”, relató.
“Como bien se dice, la artesanía es algo que se transmite a través de la técnica y fui adquiriendo varias, en distintos lugares del Interior”, agregó quien desde hace 20 años se desempeña como artesano en suela y cuero crudo, para trabajos de talabartería y soguería. “La idea era enseñar también, seguir transmitiendo la técnica para que no se pierda”, subrayó.
TEJER SABERES
Al escampar, la tejedora Susana Esquivel (60) vio la oportunidad de irse luego de su clase en el taller de la mañana. Nació en el paraje de Karanda´yty, al Este del estero Santa Lucía, en el departamento de San Miguel, pero hace años vive en la Capital.
En el Museo se dictan cursos para la transmisión de técnicas en diferentes especialidades de la artesanía tradicional correntina, así como talleres de danzas y teatro. La entrada es libre y gratuita, y el costo de las clases lo establece cada maestro. Las tejedoras Alicia Pintos (53), Mirta Zorrilla (73) y Mirta Cabral (58), están de lunes a viernes por las mañanas, y compartieron con EL LIBERTADOR el valor que encuentran en la enseñanza de las distintas técnicas a las que se dedican.
Pintos enseña la técnica de tejido en bastidor de manera gratuita en el Museo de Artesanías, gracias a la beca Manta, un incentivo de producción otorgado por el Ministerio de Cultura de la Nación. Recientemente, comenzó a dar clases en Casa Iberá, una institución que también acompaña el trabajo de artesanos y emprendedores a través de su programa Iberarte.
Entre sus ofertas actuales de actividades se encuentran los talleres de cuero y tejido, con un bono contribución a cargo del artesano, y el espacio de “Infusiones literarias del Iberá”, una interesante propuesta que combina la lectura alusiva a los humedales correntinos y meriendas típicas. Además, se repetirá la clase de tango, milonga y vals el sábado 7, y sigue abierta la muestra artística de Marcos Kura y Sonia Cabrera hasta el viernes 13.
HISTORIAS I: TALLAR EL AMOR
Rosa Rodríguez (46) y Eduardo Román (50) desde hace más de 20 años que a su historia de amor acompañan con una dedicación similar al trabajo artesanal en madera. Rosa nació en Ita Baté y pronto en su vida se trasladó a Ituzaingó, donde conoció a su marido, que desde niño abrazó el oficio de artesano. “Tenía un tío que trabajaba en madera y aprendió de él, y cuando yo me caso, también me hago artesana porque me encantaba el trabajo que hacía mi esposo”, contó.
“Trabajamos con madera nativa y madera dura, lo que poda el Municipio o el vecino y nosotros la reciclamos. Estamos orgullosos de nuestro trabajo. Hacemos tablas, cuencos, bandejas ovaladas, redondas y rectangulares, depende del corte de la madera. Cucharas, morteros y algunos otros diseños que sean parecidos a lo que nos pide el cliente, porque en la artesanía no se pueden hacer cosas parecidas”, aclaró.
Rosa forma parte de la Feria Franca Che Reta, de la red de Artesanos del Iberá con su marido y también integra la red de Cocineros del Iberá. “En este momento estoy haciendo más cosas de artesanía, porque son cositas que cuestan y el cliente a veces no entiende que un artesano no es lo mismo que un fabricante con máquinas que pueden producir más rápido. Hacerlo con herramientas de mano no es lo mismo que usar un torno”, explicó.
HISTORIAS II: CRIADA ENTRE MADERAS
Norma Leguizamon (53) contó a EL LIBERTADOR que fue “criada entre maderas”, al ser cuidada por su hermana y su cuñado, quien trabajaba en un aserradero. “Visitando un museo, allá por los años ’90, conocí al maestro Gregorio Cabrera y mirándolo trabajar aprendí el oficio”, explicó.
“Me dijo que tenía manos para tallar”, recordó. Por años, lo ayudó con pedidos que le hacían al trabajar con él hasta que hizo su propio camino como artesana. Trabaja en madera de urunday, quebracho palo santo, cedro, entre otros. Y sobre la sequía e incendios que afectaron directamente la materia prima, manifestó sentir mucha impotencia y que deseo mucho que lloviera.
“Mis productos son variados, figurativos y se combinan con abstracciones. Algunas tallas tienen sentido religioso, como por ejemplo, la Virgen de Itatí. También hago carteles, imágenes de mitología y leyendas. Lo que más disfruto es ver que la madera va tomando forma y poder verlo terminado”, concluyó.
RETRATOS DE ARTESANOS