Se llama Juan Maiz, y es el saxofonista que se lleva las miradas en la calle con sus buenas intervenciones artísticas.
En diálogo con EL LIBERTADOR, contó sus inicios en la música y el arte. También nos comentó sus distintos proyectos como artista y su interpretación a los estilos musicales. Además, nos explicó los motivos por los cuales da clases en los comedores comunitarios.
– ¿Cómo inició tu historia con el saxofón?
– El saxofón me lo regaló mi mamá cuando tenía 15 años, lo tuve siempre archivado en mi casa y lo tocaba cada tanto. Y un día me junté con músicos, donde empezamos a hacer música, comenzamos a tocar, y cuando probé el gustito de vivir de la música, dije “esto es lo mío”.
Al principio fue durísimo, los primeros dos o tres años, no hacía mucho dinero, pero hasta que encontré la forma de trabajar y me fui asentando.
– ¿Qué estilo preferís?
– A mí me gusta el arte que toca el corazón y está hecho sinceramente. No sé qué es lo que mueve a las personas que hacemos arte, a veces uno está sentado en la casa tocando la guitarra y decís “para qué estoy tocando”. Es algo que ni el mismo artista comprende, pero es algo que quiere compartir, algo que se utiliza para comunicarse con las personas.
Cuando el arte está hecho de esa manera, como una propuesta, no me interesa el estilo, mientras que sea algo hecho de corazón.
Pero prefiero el jazz porque tiene un acercamiento más profundo a las emociones humanas y lo que nos pasa, y por ahí rellena espacios que otros estilos no. Por decirte, Ramón Ayala es chamamecero, pero a mí me re llega lo que hace, y es una persona que hace las cosas con el corazón también. Tampoco pasa por la complejidad de escala, sino más bien por el corazón que uno le pone al arte.
– ¿La satisfacción como artista?
– Es lo que le da humanidad, el arte es algo enaltece la humanidad de las personas. Eleva las capacidades comunicativas, de comprensión y comunicación entre la gente. Y cuando el arte logra eso, a mí me llega, sin importar el estilo.
– Sos viajero con el arte
– En un tiempo arme un dúo musical con un muchacho de Buenos Aires, un dúo de teatro musical que se llamó La Tunga Maiz. Y viajando en bicicleta recorrimos varias localidades de Uruguay y de Paraguay.
Luego también recorrí Bolivia y buena parte de Argentina, como Misiones que me recorrí todo en bicicleta.
– ¿Cómo fue la aceptación del saxofón en los correntinos?
– Al principio era como un bicho raro, me ponía a tocar en la peatonal y no se entendía muy bien. En esa época no había muchos músicos en Junín, de hecho, los inspectores te echaban cuando ibas a tocar. De tanto ir, es como que la gente se fue acostumbrando, de a poquito empezaron a pedir temas, me empezaron a invitar a cumpleaños, y eventos. Hasta que pase a ser el saxofonista de la peatonal, después de varios años. Pero fue a base de estar, de tener una propuesta fija y artista, y que la gente se vaya acostumbrando a valorar eso.
– ¿Tiene su complejidad el instrumento?
– Todos los instrumentos son iguales, requieren tiempo y dedicación. Mientras más tiempo y dedicación, mejor suena.
El violín es un instrumento difícil, el saxo no lo es. Es más fácil que la guitarra, que el acordeón. Pero tocarlo bien, es difícil como tocar otro instrumento.
– ¿Intervenís en los comedores comunitarios?
– Desde chico siempre quise trabajar en lugares donde no es fácil el acceso para el arte. He recorridos merenderos y comedores de la ciudad, y había chicos que no habían escuchado Kilómetro 11 por ejemplo, y decís, “bue estas en Corrientes y no conoces Kilómetro 11”.
Son espacios sociales que están totalmente marginados y excluidos de todos, y el arte no es una excepción. Llevar el arte a esos lugares, es algo que siempre me gusto y lo sentí como una responsabilidad porque he tenido la suerte que me manden a estudiar, de que me compren instrumentos. Creo que es una responsabilidad de las personas que tuvimos esa suerte de compartirlas con otras personas para que tengan la misma suerte que nosotros, y enriquezca su vida de la misma manera.
Vos podes el día de mañana tener absolutamente nada, ni un peso en el bolsillo, pero vos tenes arte y es un tesoro gigantesco que nadie te lo quita.
A mí me apasiona el arte como una herramienta social, me importa más que como una cuestión estética. Ir a tocar en los bares y escenario me interesa muy poco.
– Juan Maiz ¿qué sueño persigue como artista?
– Mi sueño lo estoy viviendo porque es vivir de la música y dedicarles todo el tiempo a los instrumentos hasta que me de las fuerzas del cuerpo. La gente lo recibe muy bien, pagó mi alquiler y mis cuentas. Para mí es una vida soñada.
– ¿Dónde te encuentra hoy la gente?
– Me pueden encontrar tocando en los semáforos, en lo que es mi proyecto solista porque tengo varios proyectos artísticos. Son todos temas estándares de jazz, y ahí tengo también temas de Raúl Barboza, Cocomarola, de todo un poco. Es una propuesta que está hecha especialmente para el semáforo porque dura 60 segundos, es un laburito que me tome en mi casa preparando temas y acortándolo.
Y si quieren ver algo más preparado, el 19 de diciembre voy a estar tocando con mi banda de funk-jazz, que se llama Sopa de Pato, en El Nido, un bar que está por la calle La Rioja antes de llegar a la Costanera.
En el Instagram (@juanmaizvendeta), me pueden encontrar para eventos, y en los que participe, los voy subiendo a esa cuenta.