La visita de Javier Milei al foro empresarial del hotel Llao Llao hizo inevitable el recuerdo de lo que había ocurrido el año pasado, en plena campaña electoral. Milei había levantado polvareda con su polémica propuesta sobre la dolarización, y se había llevado ido con una sensación de rechazo por parte de un «círculo rojo» que lo veía imprevisible y demasiado radicalizado.
Prueba de ese estado de ánimo había sido el simulacro de votación que hicieron los empresarios luego de escuchar a los candidatos, en la que el libertario había obtenido apenas tres votos, contra 28 de Patricia Bullrich y 25 de Horacio Rodríguez Larreta.
Un año después, a juzgar por lo visto en la nueva visita de Milei a Bariloche, esa votación lo habría dado ganador por mayoría abrumadora. Los concurrentes, en especial aquellos que abogan por la desregulación de la economía y una mayor competencia, se mostraron entusiasmados por el discurso presidencial.
No por esperados, los tópicos que tocó Milei dejaron de causar impacto. Sobre todo, la promesa de un futuro alivio en la presión impositiva, algo que todos tienen asumido no ocurrirá este año, en el que la prioridad absoluta es consolidar el objetivo del superávit fiscal.
En todo caso, la promesa de que el país adopte el «modelo irlandés» sirvió como consuelo para aceptar que, en el corto plazo, la presión tributaria no sólo no aflojará, sino que se hará más pesada.
Milei fue enfático respecto del sentido que quiere imprimir a su programa económico: una retracción del Estado que tendrá, como contraparte, un aumento en el protagonismo del sector privado. «Los que tienen el poder de sacar a la Argentina adelante, cambiando el futuro y creando riqueza, son los empresarios y los emprendedores, no un político», dijo el presidente, en uno de los pasajes que genero más aplausos.
LA APUESTA AL REGRESO DEL CRÉDITO
Pero la parte sustancial de su mensaje fue la que dedicó a justificar algunos de los aspectos más polémicos del plan económico: el ancla cambiaria y las tasas de interés negativas.
Son, en este momento, dos temas que generan dudas entre el establishment financiero, al punto que en Washington, el ministro de Economía, Luis Caputo, dedicó la mayor parte de su esfuerzo argumentador a defender esos puntos ante la plana mayor del Fondo Monetario Internacional y ante 400 gerentes de fondos de inversión de Wall Street.
Milei planteó que su política de licuación de pasivos, lograda mediante la remuneración de tasas reales muy negativas para los ahorristas, tiene al final del camino un objetivo noble: el incremento del crédito al sector privado.
Actualmente, el crédito para el sector productivo está en uno de sus mínimos históricos, representando apenas un 4,4% del PBI, cuando hace una década se había llegado a un 12% -otros países de la región tienen ese índice encima del 80%-. La tónica del gobierno de Alberto Fernández fue la canalización de más de dos tercios del ahorro hacia los pasivos remunerados en el Banco Central, sobre todo en forma de Leliqs.
Los bancos estuvieron todo ese período en una situación ambigua: se quejaban de su alta exposición al riesgo estatal, pero al mismo tiempo lograron una elevada rentabilidad sin tener que asumir el riesgo propio del crédito productivo, ya que toda la renta provenía del BCRA, el prestamista de última instancia.
Los economistas veían con temor cómo la «bola de Leliqs» crecía al punto de que ese déficit cuasifiscal arañaba 10 puntos del PBI, y todos los meses se inyectaban más de $2 billones por concepto de pagos de intereses. Según Milei, ahora ese déficit cuasifiscal representa 4% del PBI y seguirá en caída.
Mientras duró la «bola de Leliqs», los bancos se defendían con el argumento de que no eran ellos quienes se negaran a dar crédito al sector privado, sino que, por la situación de incertidumbre, las propias empresas se negaban a tomar préstamos, aun cuando en muchas situaciones las líneas podían hasta resultar neutras en términos reales.
El mensaje que dieron Caputo en Washington y Milei en Bariloche es contundente: la forma de hacer que el dinero de los ahorristas deje de financiar al sector público y se transforme en crédito privado es la profundización de la «licuadora».
Es decir, se prevé una continuación de los recortes de tasas de interés, acompañando la baja de la inflación. Actualmente, los bancos reciben por sus depósitos a 24 horas en el BCRA -los pases pasivos- una remuneración de 5,8% mensual. Al momento del recambio presidencial, esa tasa era del 9,2%.
La argumentación del gobierno es que, si se hubiese seguido el consejo de quienes pedían una suba de tasas como remedio contra la inflación, se habría tenido que emitir el equivalente a una base monetaria por mes durante los meses de verano.
EN DEFENSA DE LA TASA NEGATIVA
El propio Milei repitió en el Llao Llao la argumentación sobre por qué no es relevante la comparación entra la tasa que se le abona a los ahorristas con la inflación. «Lo que cuenta es el arbitraje de la tasa en dólares», afirmó el presidente, en alusión a que mientras la tasa supere al ritmo de devaluación, el depositante verá la ventaja de permanecer en el plazo fijo.
De momento, los números parecen darle la razón: después de una seguidilla de siete meses de caída, el volumen de los depósitos en los bancos tuvo un punto de inflexión en marzo y subió un 5,6% respecto del mes anterior.
Ahora, el pronóstico de Milei es que se va a dar un «crowding in» al sistema financiero, y que eso permitirá que unos 15 puntos adicionales del PBI que antes iban a la financiación del déficit, ahora se vuelquen a la actividad productiva.
Hablando en plata, el volumen colocado en pases pasivos es de $34 billones, lo cual supera en más de tres veces la cantidad de pesos que circulan en la economía. Es decir, con que sólo una fracción de ese dinero se vuelque al sector productivo, ya implicaría una drástica suba del crédito, y además el Banco Central disminuiría su expansión indeseada de dinero por la vía del pago de intereses.
El mensaje entrelíneas de Milei es que, pese a las críticas, las tasas seguirán en terreno negativo, para que se siga limpiando el balance del BCRA.
Según estimó el propio comunicado de la entidad que preside Santiago Bausili, la base monetaria se viene reduciendo a un 10,5% cada mes. Y la base amplia -que incluye los encajes de los bancos- cae a un 5,8%. Gracias a esto, argumentan, se pudo retirar del mercado $800.000 millones.
LA PELOTA AL SECTOR EMPRESARIO
Pero la parte a la que Milei no se refirió de manera tan explícita en el Llao Llao es la del cepo cambiario. El presidente volvió a fustigar a quienes argumentan que hay un atraso del tipo de cambio y dijo que no tendría sentido acelerar la tasa de 2% de crawlin peg, a la que buena parte del mercado ve demasiado lenta en comparación con el nivel de inflación.
Pero, precisamente, Milei cree que si se llegara a tocar el precio del dólar se podría poner en riesgo el proceso de desinflación. En definitiva, el presidente reiteró uno de los pilares del programa: que debe ser la inflación la que confluya al nivel de la tasa devaluatoria, y no al revés.
Pero tanto esa ancla cambiaria como la contracción monetaria por la vía de la tasa negativa necesitan del cepo cambiario. Sin los controles, volvería la volatilidad al mercado del dólar paralelo, se pondría en riesgo la acumulación de reservas del Banco Central por el aumento en las importaciones y, además, se correría el riesgo de una salida de depósitos del sistema bancario.
Es lo que el ministro de Economía transmitió en su reciente visita a Washington y lo que Milei refrendó ante los empresarios argentinos. «Estamos generando las condiciones para que Argentina vuelva a crecer, del resto se van a encargar ustedes», afirmó
En definitiva, el mensaje es ajuste fiscal y cepo cambiario para el corto plazo, para pasar luego a un aumento de crédito y alivio impositivo para el mediano plazo. El presidente todavía no dio precisiones sobre cuándo empezaría la fase ascendente del ciclo, sino que se limitó a describir cómo será el crecimiento: primero un rebote post recesivo, utilizando la capacidad ociosa del aparato productivo. Y luego todo dependerá de la voluntad de los empresarios para invertir.
«No creo en una economía dirigista», dijo el presidente, que aclaró que no replicará los modelos de fomento a sectores en particular -el sistema conocido como pick the winner, «elegir al ganador»-.
Fuente: Ipro.