Llegó el día menos pensado. Por lo menos para los kirchneristas (¿y massistas?) y tantos otros que nunca creyeron que el histriónico economista libertario daría el batacazo que dio en el ballotage, ganando por más de 12 puntos.
El rey Felipe VI, el ucraniano Zelensky, entre otras personalidades de relevancia mundial ya marcaron presencia en Buenos Aires, con sus respectivas audiencias junto al Presidente.
Javier Milei bajó el perfil mediático. Lo hizo favorecido por las calamitosas últimas 48 horas de Alberto Fernández, que se llevó toda la atención ciudadana.
Aprovechó la exposición del ahora ex primer mandatario que ofreció un discurso alejado de la realidad, en el que dijo que dejó «una Argentina mejor», para después contradecirse al reconocer que no cumplió con los objetivos y que guarda «un profundo dolor por no haber podido resolver la pobreza».
Ni qué decir con el decreto que Fernández se auto rubricó para asignarse una custodia policial de por vida para él y para su círculo familiar, tanto dentro como fuera del país.
Todo esto ofició de bálsamo para el líder de La Libertad Avanza, que pudo transitar las horas anteriores a su asunción ocupado en los latifundios de la política institucional, definiendo el armado de su mesa chica.
Los Macri, los Menem, los Caputo, entre otros apellidos largamente conocidos por los argentinos que parecieran prever el retorno de un menemismo recargado. Aunque con la diferencia, crucial, de que quien dirigirá los destinos no vivió toda su vida de la política ni se formó en ella.
Quizás en sus formas esté la diferencia. Aquellas que Milei intenta asegurarse con nombramientos como el de Carlos Guberman, un experto en Presupuesto, que será el secretario de Hacienda, así como la propia canciller, Mondino que, sólo con su nivel de inglés al hablar, ya marcó una diferencia abismal con el último que ostentó ese cargo, el «comodín» albertista, Santiago Cafiero.
Por JAM. Jefe de redacción, Coordinador multiplataforma.
Una simbiosis necesaria
El kirchnerismo acordó una agenda retórica, basada en remarcar en las redes sociales y medios informativos que Milei prometió el fin de la casta, pero se nutrió de ella para conformar su Gobierno.
De esa manera arremeten con la elección de Bullrich, al frente de Seguridad; de Menem, como titular de Diputados, ni qué decir de Mauricio Macri, como el «operador tras las sombras», tal como lo vinieron instalando desde el acuerdo post 22 de octubre.
Más allá de la estrategia opositora. Lo cierto es que al Presidente no le quedó otra. Es libertario, pero no ingenuo. Es consciente de la necesidad, en Argentina, de no romper todo en la primera jugada. Sabe que debe lograr un andamiaje tal que le ofrezca cierta capacidad de maniobra para soportar el embate que siempre aplica el justicialismo (kirchnerismo, en este caso) a cada gobierno que asume y que no es afín.
Para ello, no tuvo más remedio que abrir las puertas para un sector que bien le cabe el mote de «neo» menemismo. Una alquimia de dirigentes de peso con nuevas figuras de cierta habilidad dentro de la política lisérgica que se practica en los corrillos de Buenos Aires.
Juventud y experiencia, dirigentes y profesionales distinguidos en sus rubros, todos a punto de embarcarse en un desafío que, necesariamente para más de 44 millones de argentinos, debería traducirse en un círculo virtuoso.
Todo está por verse.
¿Durará más de 6 meses?
Fueron dos los dirigentes correntinos que lanzaron una especie de advertencia previa a la vorágine electoral presidencial. Un radical y una justicialista. Fue Ricardo Colombi quien, en una entrevista radial realizada en septiembre lanzó: «Si Milei gana dura 6 meses en el poder». Y después se sumó Nancy Sand, quien refichó su banca en Diputados de la Nación. Es más, la bellavistense acortó el plazo y manifestó: «Coincido con Ricardo en que si Milei gana, dura cuatro meses». Y argumentó: «Si este tercer espacio (por La Libertad Avanza) gana, no trascenderá todo lo que imaginan sus militantes. Lo que dice Milei es impracticable y alejado de la realidad. Gobernar un país no es fácil y en un contexto como el que vivimos no se puede decir que el Estado debe desaparecer. Es un discurso peligroso y la sociedad no aguanta más. Por eso digo que si llega a la Presidencia será dañino y sabemos cómo puede terminar todo. Hay que decirlo claramente: en tres o cuatro meses tendremos que volver a votar», advirtió.
El kirchnerismo se repliega para contraatacar
Corrupción, casta, adoctrinamiento, populismo, pobreza, atraso, inseguridad, inflación. Todos términos que se terminaron adosando al kirchnerismo que este año se escudó detrás de la denominación Unión por la Patria (UxP).
Les llegó la hora de retirarse, pero no de despedirse. Sólo de apartarse, quizás -otra vez- sólo por 4 años.
A pesar de todo lo antes mencionado, están convencidos de que sólo es un interregno.
Es que no se debe olvidar lo que ocurrió entre 2015 y 2019, período en el que mostraron fortalezas más allá de haberse quedado sin Nación ni Provincia de Buenos Aires. Incluso así supieron acodarse en los sindicatos, en su peso parlamentario y en varios gobernadores que le picaron el boleto a un Macri que cometió demasiados errores no forzados.
Están al tanto de que los libertarios son «verdes» en las maniobras de la vieja política, «perfeccionada» a lo largo de cuatro décadas, aggiornada con innumerables herramientas capaces de desorientar al más avezado gobernante.
Desde De la Rúa, pasando por la etapa del macrismo, los argentinos se convencieron de que el peronismo, en cualquiera de sus «ismos», sabe apretar donde más duele a las gestiones contrarias.
NÚMEROS QUE ALGO DICEN
Otra variable que colabora con una mirada no tan desalentadora para el kirchnerismo tiene que ver con los números cosechados en materia electoral a lo largo de este 2023.
A pesar de la derrota y de todo el descalabro socioeconómico que dejarán como herencia, casi la mitad de la población acompañó con el voto presidencial al candidato que además fue el Ministro de Economía responsable de los últimos desbarajustes financieros del país.
Sí, Massa no dejó de subir desde las Paso hasta la segunda vuelta. El 13 de agosto, el titular del Frente Renovador quedó tercero, sumando 27,27 por ciento. El 22 de octubre, alcanzó el primer lugar, obteniendo el 36,69 por ciento.
Así mismo, casi 10 puntos más que los comicios anteriores y dos escaños más en el podio.
Después fue el momento de la derrota. Pero en ella obtuvo el 44,31 por ciento del apoyo popular. O sea, 7,62 puntos porcentuales más.
Una escalada electoral de 17 por ciento. Casi 20 puntos de mejora en acompañamiento ciudadano durante todo el calendario electivo.
De todas formas, estos guarismos repercutirán en una batalla importante que implosionará en UxP, entre el Partido Justicialista, el kirchnerismo y el massismo, teniendo en este último núcleo partidario a Sergio, que intentará colgarse de esos laureles para sostener territorio y poder. Algo que ya pareciera haber asegurado en el distrito bonaerense.
El tiempo dirá.
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