Las fiestas de fin de año traen de regreso algunas costumbres que mezclan tradición y religión. Se dice que son las fechas en que se enseñan estas prácticas «sanadoras» que sobreviven al paso del tiempo y que parecen cobrar más fuerza.
Las fiestas de fin de año son una época en la que se mezclan la religión y las tradiciones ancestrales. Hay quienes dicen que sólo en esas fechas se pueden realizar ciertas prácticas que muchas veces rozan el misticismo y que, por lo general, apuntan a mejorar distintos aspectos de la vida cotidiana. En el caso de Corrientes, es también en esta temporada que vuelven a cobrar relevancia unos personajes que durante mucho tiempo ocuparon un rol fundamental entre la población. Se trata de las curanderas y los curanderos que eran responsables del bienestar físico y espiritual de la gente de la comunidad.
Esta semana en las redes sociales se volvieron virales algunas publicaciones en las que se mencionaba a la curandería por una cuestión que viene desde hace mucho. Se dice que es sólo durante la Noche Buena que se puede enseñar a las jóvenes generaciones a curar el mal de ojo y el empacho. Por eso, hubo varios usuarios que decidieron compartir ese día lo que sabían.
Sin embargo, en Corrientes, así como en otras provincias del Norte del país, el tratamiento de ambas «afecciones» está más íntimamente vinculado al curanderismo y a las personas que lo practican como una especie de profesión.
En su Diccionario de Creencias y Supersticiones, el folclorólogo Félix Coluccio describía al «curandero» como la persona que curaba en los lugares «donde no llega el verdadero médico». También remarcaba que era la fe que les tenían sus pacientes una parte esencial en la cura.
También en Corrientes: medicina, tradición e historias populares, Carlos Ginocchi decía sobre el curanderismo: «Entre los usos y costumbres está la medicina casera, que utiliza métodos de transmisión oral para la cura del ‘empacho’ (su medición) o cortar el ‘ojeo’ (daño o halago que se hace a una persona) y el uso de hierbas y yerbas medicinales (poha caa) ejercida por el Curandu (Arandu Caa-Tï), Curandero».
MEDICIONES
Si bien, se les solía atribuir capacidad para actuar en cualquier tipo de problema, las facultades que pocos se animan a discutirles son justamente las de medir y curar el empacho y tratar el ojeo o mal de ojo.
Sobre el empacho, una indigestión que es muy común en los niños, Coluccio mencionaba que «en realidad no se cura, sino que se quiebra». «La curandera, primero debe medirlo en el paciente para saber cuál es la importancia del mal y cuánto tiempo va a durar. Como por lo general se ordena unos días de ayuno, los chicos mejoran», describió.
En cuanto al ojeo o mal de ojo, el autor decía que se trata de una «superstición universal según la cual ciertas personas pueden provocar en otras y a través de su mirada, el mal». «Está considerada como una de las formas de provocar daño, el cual sólo pueden anular las personas especialmente capacitadas para ello», agregaba y aquí mencionaba a los curanderos.
VALOR CULTURAL
El especialista en folclore, Ertivio Acosta decía sobre las curanderas que el valor de estas mujeres radicaba en el cúmulo de conocimiento mediante el cual podían identificar ciertos males de sus pacientes. «La auténtica curandera tradicional es aquella que por obra de la transmisión oral que dio de generación en generación ha acumulado un vasto conocimiento basado en la observación y la experiencia lo que le garantiza ciertos resultados positivos en su acción, aunque no comprenda el porqué de los mismos», destacaba en Cultura regional popular.
Pero además, contrario a la idea de que la práctica debía quedar en el pasado, el autor resaltaba que muchos especialistas en distintas ciencias, siguen encontrando en el curanderismo un objeto de estudio social. «Hoy no sólo se ocupan del tema los estudiosos del folclore, sino también se han sumado antropólogos, psicólogos, sociólogos y médicos que hallaron en el tema, hechos positivos que permiten exponer los resultados sin prejuicios aunque sin sobredimensionarlos», decía.
Por eso no es de extrañar que aún hoy, aunque muchos no lo reconozcan, en el fondo creen que hay personas con la capacidad de sanar algunos males que no se pueden explicar.
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