Lo que para la mayoría parecía impensado terminó, al menos hasta ahora, convirtiéndose en realidad. El Presidente esta vez fue consecuente hasta el final. Desde hace meses, dice que «no» a la suspensión de las Primarias, primeramente, impulsada por los gobernadores, y -últimamente- por estos mismos con el acompañamiento de Sergio Massa, Cristina, La Cámpora y la CGT. El primer mandatario habilitó a sus funcionarios más leales para actuar en favor de Daniel Scioli que, en términos de competencia y motivación, es un hueso duro de roer. Juega a su favor el alto grado de conocimiento, su perfil moderado, así como el respeto de dirigentes, gobernadores e intendentes. El secreto está en las reglas de juego, un actor en sí mismo, un punto central que fue el que impidió en estos cinco años la normalización del PJ correntino. Las mismas son determinantes para una compulsa interna que apunte a la unidad mediante el voto.
Las miradas volvieron a posarse sobre el oficialismo gubernamental, luego de semanas en las que la trifulca en Juntos por el Cambio copó la atención de los medios.
La imposibilidad del kirchnerismo de lograr lista única sorteando las Primarias, obligó a abrir el juego ante la insistencia de dos figuras de peso como las del jefe de ministros, Agustín Rossi y el ex gobernador de Buenos Aires, actual embajador en el Brasil, Daniel Scioli. Se plantaron en la postura de dar batalla, decisión que hasta ahora se mantiene y que ha cobrado fuerza con la incorporación de un peso pesado como es Aníbal Fernández al apoderamiento de la lista sciolista.
Esta es una disputa que se librará en forma yuxtapuesta en tres andariveles: el político, el mediático y el judicial. De ahí la importancia superlativa de la incorporación de quien pasó a ser el principal vocero y sostén del Presidente, el caso de su Ministro de Seguridad.
De nada valió la presión de los gobernadores que hasta llegaron a exigir, sabe Dios con qué autoridad, cuando ellos mismos se desentendieron de la elección nacional anticipando la de sus provincias. Y la arremetida, aún más fuerte, del Ministro de Economía, cuya firmeza pareció por momentos que sería determinante.
Nada de eso alteró la dinámica dentro del PJ, que parece encaminarse a la reedición de aquella célebre interna, la única que tuvo el partido de Perón después de su muerte, que concluyó con el triunfo de Menem-Duhalde sobre Cafiero-De la Sota, que fue la que allanó el retorno del peronismo al poder con la legitimación que logró el riojano con un triunfo sobre el aparato partidario. El eje Buenos Aires-Córdoba, con sus dos principales exponentes y la plana mayor de la llamada «renovación peronista» que completaban Carlos Grosso -en Capital- y José Luis Manzano -en Mendoza-, apoyado por la casi totalidad de los gobernadores e intendentes en ejercicio cayó derrotado por quien, desde 13 años antes recorría el país cosechando apoyos desde muy abajo.
La discusión por el piso y por el reglamento
Hace tres décadas y media, Carlos Menem lo tenía a César Arias. Antonio Cafiero, a Carlos Corach. Ambos se sacaron chispas en cada punto y coma, pero tuvieron la inteligencia como para dar el debate dentro del ámbito de la Junta Electoral del PJ, en la cual había un equilibrio lógico. Por entonces, la Justicia Electoral respondía al alfonsinismo, con dos de los tres camaristas de afiliación reconocida a la UCR, aunque juristas respetados. Y un tercer juez, el doctor Rocca, puesto por el PJ de la mano del presidente de la Comisión de Acuerdos, Vicente Leónidas Saadi, quien fue además el que impulsó la designación de Enrique Petracchi, por entonces veedor del PJ, como Ministro de la Corte Suprema en 1983, en la que fue la mejor integración del Tribunal en su historia, presidida un corto lapso por Genaro Carrió e integrada por Carlos Fayt, Augusto Belluscio y José Severo Caballero.
Ahora, la discusión pareciera haber perdido nivel. Quizás porque no está clara la necesidad de dar señales hacia afuera, y la conveniencia, en términos de resultados, de plasmar la unidad mediante el voto.
En este marco, es obvio que la disputa debe acotarse a las categorías en las que hayan más de un postulante. En el resto, lo lógico es que se permita morigerar el nivel de competencia para no generar conflictos donde no los hay.
En política, está claro, que el manejo de los tiempos y las formas es determinante. El plazo vence el 24 a la medianoche, pero en unos días deben estar claramente determinadas las reglas para el armado electoral. En este contexto, lo ideal es que se profundice el diálogo puertas adentro para que la disputa no trascienda a los medios ni se dirima en los tribunales.
.