Poca gente sabe que cada 11 de junio se conmemora el Día del Vidriero en la Argentina, según refiere la efeméride, instaurada en 1944, la fecha tiene como objetivo «reconocer esta actividad profesional que combina la creatividad del artesano con la tecnología industrial aplicada a los materiales». En la ciudad de Corrientes quedan pocos negocios que se dediquen exclusivamente a trabajar con este elemento y uno de ellos, tiene una historia que nació en Rusia y trajo a la provincia los secretos de este antiguo oficio.
«Mis abuelos escaparon de Rusia y se vinieron a la Argentina en el año 1933. Ahí eran perseguidos por ser judíos así que no tuvieron otra alternativa que huir. Primero pasaron por Buenos Aires, pero como eran tiempos de crisis, se trasladaron a Corrientes. Llegaron y abrieron el negocio de vidrios en un local que estaba por calle La Rioja al 700. Ahí iniciaron sus trabajos acá, pero ellos ya tenían esta profesión en Rusia», dijo a EL LIBERTADOR, Carlos Fidel, heredero de la profesión familiar y actual propietario de Fidel Cuadros & Cristales, que hoy se encuentra por Santa Fe al 1.033.
El negocio es uno de los más antiguos de la ciudad que continúa abierto. Carlos relató cómo sus abuelos, sus padres y él se tuvieron que ir adaptando a los cambios a través del tiempo.
«Hablamos, por ejemplo, de que en la época en que mis abuelos abrieron el negocio, el transporte del vidrio era muy diferente al de ahora. Hoy se traslada a través de las rutas, pero en ese entonces se hacía con barcos. Entonces había todo un problema logístico porque los vidrios venían en cajones que se bajaban en el puerto y de ahí tenían que llegar al negocio que estaba a unas cuatro cuadras más o menos. Muchos llegaban rotos, además el cajón se tenía que desarmar en la calle porque no entraba por la puerta, entre otras complicaciones».
«Además, con las técnicas que se utilizaban antes, el vidrio tenía muchas imperfecciones y se notaban más en los espejos. Cortarlo era todo un arte porque tenía que salir perfecto. Había una persona que era el especialista que sabía cómo hacerlo para que no se rompa», recordó.
LOS CAMBIOS
«En Corrientes, en ese entonces, había mucho trabajo porque había pocas vidrierías y la población empezaba a crecer, entonces la demanda era mucha. Además, se hacían muchas obras importantes y nosotros trabajamos en ellas. Por ejemplo, en toda la parte de vidrios de la Basílica de Itatí, en el aeropuerto Cambá Punta y varios edificios como hoteles que aparecieron en esa época y otros que requerían la colocación de vidrios», rememoró sobre el auge del oficio en la ciudad.
«Luego, en el año 78 fallece mi padre, que estaba al frente del negocio y yo, que tenía 23 años, me hice cargo con mi madre. Y funcionaba moderadamente bien, habíamos acoplado la construcción de marcos de cuadros que era un trabajo muy lindo», destacó.
Pero también mencionó que después, el avance en las técnicas y los nuevos materiales terminaron por afectar la demanda. «Apareció el aluminio para hacer las aberturas y la gente que trabajaba con este material comenzó a hacer también la colocación de los vidrios. La competencia aumentó mucho. De cuatro vidrierías en Corrientes, luego llegaron a haber 40, por dar un ejemplo, para una población que no aumentó tanto como para abastecernos a todos», dijo Carlos.
«Yo dejé la parte de colocación de vidrios porque el costo-beneficio no era el mismo y desde entonces me quedé con la colocación de cuadros que ya me había hecho de clientela y nos conocían. Si bien no es un trabajo barato, el cliente sale satisfecho. Hoy sólo estamos con eso, y de vidrios, sólo gruesos porque nos especializamos en el corte de los bordes, en terminaciones específicas que demandan un pulido particular», detalló.
Finalmente, explicó que desde 2020, la demanda se vio aún más golpeada por otro hecho. «La crisis nos llegó a todos. A partir de la pandemia, empezó a bajar el consumo de cuadros. Nos tocó a nosotros porque la gente prioriza la comida, los impuestos antes que los cuadros».
Sin embargo, con todas las dificultades que atravesó, Carlos todavía agradece a quienes confían en su trabajo. «La gente que viene acá es una gente linda. El cuadro es primo hermano de los libros. El cliente que manda a hacer un cuadro es un buen lector, entonces el ambiente es muy agradable al tratar con ellos», completó.
Así, resistiendo al paso del tiempo, Carlos Cuadros & Cristales es, como otros negocios de este tipo en la ciudad, un refugio de defensa para el trabajo artesanal.
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