Doña Caloja Gómez era la lavandera del pueblo, conocida entre los vecinos como la última afroamericana. Una fotografía suya, enmarcada, está expuesta en la oficina de Turismo de San Carlos donde se reciben a los visitantes y su piel oscura en contraste con su cabello blanco la hace un retrato muy llamativo.
Según el relato común, vino de niña al pueblo siendo parte del último grupo de esclavos que había arribado a la zona.
La directora de Turismo María Rosa Rojas y la directora del Museo Jesuítico Cristina Rettori explicaron a EL LIBERTADOR la importancia que tiene para la comunidad el reconocimiento póstumo a quien consideran un «emblema» de la historia local.
«Ella era quien lavaba las ropas de casi todas las familias. Las ponía todas en una sábana grande que se colocaba sobre su cabeza. Las lavaba, planchaba y traía. Primero, teníamos un lavadero, y luego, en los arroyos», contaron.
Sobre las prácticas de invisibilización que se hace a la ascendencia afroamericana en la región, lo compararon con la indígena. «Las facciones que a veces se quieren tapar, da la casualidad que son las facciones más lindas que hay en nuestra tierra», apuntaron.
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