Se llamaba Aparicio Garay, aunque él decía que tenía 16 nombres. Se lo recuerda como el autor de uno de los asesinatos más atroces de la historia policial argentina. Su confesión sobre por qué comió carne humana y la extraña voz que se lo ordenó provocó pesadillas. Tras su detención se lo acusó de varios crímenes cometidos durante sus viajes en canoa recorriendo el río y llegando hasta Paraguay. Uno fue un homicidio en Corrientes.
Por Noelia Irene Barrios
EL LIBERTADOR
A mediados de mayo de 1936 un crimen atroz sacudió a la opinión pública nacional. Un hombre fue detenido por las autoridades de un pueblo costero de Santa Fe acusado de haber raptado, asesinado y comido partes de un niño de tan solo once años. El caso reveló la historia de un oscuro personaje que pasaría a ser recordado como «el caníbal del Paraná» sobre quien pesaban otros hechos escabrosos que cometió durante años mientras recorría las costas del río en su canoa con la que incluso llegó varias veces hasta Corrientes, donde después se supo que también había matado a un hombre. Siempre dijo que fue un ser al que llamaba «El Horario» quien le daba esas órdenes poniendo una voz en su cabeza.
El jueves 21 de mayo de 1936, los dos diarios más importantes de Santa Fe dieron a conocer la noticia que causó conmoción. «Un horrendo caso de antropofagia han descubierto las autoridades de Helvecia, departamento Garay. Un individuo que habitualmente recorría las islas en canoa, asesinó y devoró luego a un niño de once años», publicó entonces El Litoral. Mientras que La Orden, con un tinte más sensacionalista tituló: «¿Un antropófago en Helvecia?».
El responsable de este crimen cuyos detalles causaron estupor, era un hombre de unos 45 años a quien las autoridades decidieron registrar como Aparicio Garay. No tenía documentos y ese fue uno de los nombres con los que él se identificó. Aunque dijo que tenía un total de 16 identidades, no contaba con ningún tipo de documentación y por eso, los policías optaron por el primero. De todas formas, en toda la región litoraleña, solo iba a ser recordado de una forma: «el caníbal del Paraná».
Se dice que Garay cometió varios crímenes a lo largo de las zonas costeras del río por las que navegó durante años. Pero como se movía en su canoa y se ocultaba en las islas, nunca antes lo habían podido identificar. Sin embargo, el asesinato del que no pudo escapar fue, justamente, el más atroz: el secuestro, los abusos y el asesinato de Eusebio Lugones, un niño de once años a quien luego desmembró para comerlo, según dijo porque «una voz» se lo ordenó.
ENAJENADO
En una de sus declaraciones a un periodista de El Orden, Garay confesó que tuvo casi tres meses al niño. No admitió las torturas y abusos a los que lo sometió, pero dijo que una tarde, cuando el pequeño intentó escapar «una voz» le dio la orden: «El Horario me dijo entonces, lo oí bien. ‘Agustín (así lo llamaba el ser)… Se le va a ir! No lo deje ir, Agustín'».
El periodista lo interrogó por ese ser misterioso del que hablaba y Garay respondió: «El Horario es mi Dios. Él manda, yo soy un sirviente. Manda a todos los hombres. En el Horario están las horas. Las horas son el tiempo. Es la vida de los hombres. Sin el Horario no hay vida…». Y fue más allá con su idea porque sostuvo desde entonces que fue esa voz la que le dijo que cometiera el acto de canibalismo. «Comí. Le aseguro que sin necesidad. Sí señor. Comí sin necesidad. Pero tenía que comer para poder salvarme. Después de lo que había hecho tenía que comer. El Horario me lo decía: Yo tenía que comer, sin necesidad, porque solo comiendo podía salvarme», declaró, según la nota publicada el 22 de mayo de ese año.
Para el periodista que entrevistó al «Caníbal», la peor parte, además de escuchar los detalles del crimen, fue una afirmación del homicida: «Comí con miedo. Uno se envicia. Come y después siempre quiere comer».
A partir de entonces, el caso y la historia del Garay tuvieron amplia repercusión mediática hasta que se lo encarceló a la espera de la definición del juez, que tardó varios meses en llegar. Recién en octubre se supo cuál fue su decisión. En la edición del 23 de ese mes, El Orden publicó: «Aparicio Garay, autor de un caso de antropofagia, será internado en un hospicio de alienados de Buenos Aires».
El juez Dana, a cargo del caso determinó que era inimputable. «Es un sujeto senil con delirios sistematizados y peligroso para la sociedad», dictaminó y por esa razón ordenaron su traslado al famoso Hospicio de las Mercedes, que hoy es conocido como hospital Borda en Buenos Aires.
En el informe oficial, se mencionó una vinculación de este peligroso personaje con la provincia: «Un anormal hereditario, autor de otro crimen cometido en Corrientes, donde dio muerte a un hombre». Aunque no se dieron más detalles sobre este hecho.
El peligroso criminal que asoló las costas del Paraná terminó sus días en el hospicio, no sin antes cometer otro asesinato. Mató a un compañero de cuarto porque roncaba. Se cree que murió allí, aunque la fecha es un misterio.