Ese es el nombre de uno de los primeros relatos policiales de tinte autóctono, publicados en el país. Lo escribió Saturnino Muniagurria y el trabajo de un estudioso de la literatura argentina lo reivindica a la par de Rodolfo Walsh y de su comprovinciano, Velmiro Ayala Gauna. El texto narra la investigación de un crimen en el ambiente rural, pero es también una forma de conocer a este escritor nacido y criado en la «Tierra sin Mal».
Por Noelia Irene Barrios
EL LIBERTADOR
En 1951, un libro llamado Narraciones correntinas, salió a la luz y sólo el nombre ya es una clara referencia a la provincia. El autor fue Saturnino Muniagurria, un sanroqueño residente en la ciudad de Goya que para entonces ya tenía 76 años. Si bien, no se trataba de su primer libro, este cuenta con una historia que lo ubica ahora en un lugar destacado para la literatura policial argentina. El caso de Apolonio Menéndez, tal vez, uno de los primeros relatos del género, con tinte autóctono, publicados en el país.
Fue gracias a un artículo del doctor en Estudios Hispánicos por la Universidad de Pensilvania, Gerardo Pignatiello, titulado Un policial correntino olvidado: El caso de Apolonio Menéndez de Saturnino Muniagurria, en el que se pueden reconocer las principales características de este texto del escritor correntino y su relevancia para este género en la literatura argentina.
«Posiblemente no lo conozca nadie», decía Pignatiello en la presentación de su artículo sobre Muniagurria, en las Jornadas de Literatura y Cine policiales en Argentina que se realizaron en 2014 en la Biblioteca Nacional. Sin embargo, su trabajo sirvió para revalorizar la figura del correntino.
Explica, por ejemplo: «Muniagurria comparte con los relatos de comisarios la revisión del sistema legal. Pero en su caso específico, se centra en el Poder Judicial provincial». También resalta que, a diferencia de los otros escritores relevantes del género que sobresalieron poco después como Rodolfo Walsh y el otro correntino, Velmiro Ayala Gauna, el autor del caso de Apolonio, cuestionó algo que pocos se atrevieron: el relato detalla la situación de la policía rural correntina en la época. «Precariedad salarial, de instrucción y hasta procedimental, hechos que se suman a designaciones que no esconden prebendas o favoritismos», detalla Pignatiello.
UN ASESINATO POR RESOLVER
El relato ficticio de Muniagurria cuenta la investigación que realiza un Juez del Crimen de la ciudad de Goya. La víctima fue un inmigrante español al que encontraron apuñalado en un campo correntino. El principal sospechoso es el que le da el nombre a la historia, Apolonio Menéndez, porque su puñal es el que aparece clavado en la espalda del muerto.
El Juez, que narra todo en primera persona, no cree que Apolonio sea culpable, pero nadie más que él confía en esa inocencia y por ende, como nadie colabora, debe echarse al hombro la investigación. En este punto, el autor critica el sueldo miserable del Comisario que ya quería cerrar el caso, en clara referencia a la situación que atravesaba la institución policial correntina.
El personaje central de Muniagurria, debe convertirse en un investigador, pero uno distinto al personaje de los detectives de las clásicas novelas policiales. Pignatiello destaca esta particularidad, como una cuestión central en la historia ya que la diferencia de las de otros escritores del género. «El Juez es un hombre de escritorio al que la inoperancia del entramado burocrático policial y las relaciones de poder, unidas a un imperativo ético, arrastran a la aventura y lo convierten en un hombre de acción», describe el especialista en literatura.
Pignatiello también destaca la trama de la narración. Apolonio es «el caudillo político más importante del Departamento». Mientras que la víctima es uno de sus colaboradores más allegados. El misterio y la necesidad de entender qué pasó es la gran guía del relato.
El cuerpo de un hombre apuñalado por la espalda aparece en un campo. El principal sospechoso es un reconocido político cercano a la víctima. El final se da con un giro completamente inesperado y creativo, pero para saberlo, hay que ir a buscar y desempolvar el libro de un escritor correntino casi olvidado.
Una obra ligada a los recuerdos de la infancia, en los campos de la provincia
«Los cuentos de ficción policial son perfectamente posibles de desarrollar dentro de una atmósfera argentina y, entre los ya publicados, es grato indicar uno que posee originalidad y suspenso, pero es poco conocido por quienes están familiarizados con las aventuras de Ellery Queen, el padre Brown, Hercule Poirot, JG Reeder, Max Carrados, entre otros, y se trata de El caso de Apolonio Menéndez, que figura en el libro Narraciones correntinas de Saturnino Muniagurria», decía Velmiro Ayala Gauna, en su prólogo del célebre libro: Los casos de Don Frutos Gómez. Así le daba trascendencia a su comprovinciano que no llegó a gozar de tanto reconocimiento como él.
Sin embargo, en un trabajo de rescate de su memoria y legado, el blog Literatura de Corrientes, le dedica un espacio en el que cuentan su biografía y sus producciones más destacadas. Mencionan, por ejemplo, que Saturnino Muniagurria nació en San Roque, en 1875 y que «vivió los primeros años de su vida en el campo, donde no había maestros ni escuelas rurales, por lo que su instrucción comenzó recién a los diez años».
También relatan que su primera publicación data de 1910. Fueron tres composiciones poéticas, tituladas: El parnaso correntino, donde habla de los paisajes de su infancia. «Esta vida telúrica se interrumpe cuando Muniagurria marcha a Buenos Aries para estudiar abogacía», agregan, en respuesta a un vacío de producciones hasta su regreso e instalación definitiva en la ciudad de Goya, donde retomó la escritura. «A partir de 1946 publica frenéticamente, totalizando ocho libros en los próximos diez años: Yata-i apiteré, poesía (1946); El guaraní, compendio gramatical y vocabulario (1947); Poemas de tierra adentro, poesía (1948); Carau, teatro (1949); Arriba, poesía (1951); Narraciones correntinas, cuentos (1951); Como pájaros libres, autobiografía (1955) y Lastre, poesía (1956)».
Muniagurria tuvo una vida larga y prolífica que se apagó en 1972.
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