Aunque suele ser una fecha que pasa un poco desapercibida en la provincia, el próximo 30 de octubre se cumplen 55 años del último viaje del trencito Económico. Fue un emblema de desarrollo productivo y cultural que permitió la conexión entre localidades del Interior correntino con la Capital, su impronta marcó a generaciones enteras e incluso, el reconocido escritor y periodista, Rodolfo Walsh le dedicó una crónica que lo inmortalizó como «el trencito de la siesta». Un registro audiovisual conservado por el Archivo General de la Nación rescata del olvido esa vez que Corrientes le dijo «adiós» al sonido de su locomotora.
«Desde la estación Terminal, en la ciudad de Corrientes, va a emprender su último viaje sobre la diminuta trocha que lo llevaba hasta las distantes poblaciones en el Interior de la provincia, a las que aún hoy resulta difícil llegar en los días de lluvias copiosas, el popularmente denominado ‘tren económico’. Más de un centenar de hombres, mujeres y niños, trepa a los desvencijados coches de pasajeros y colma la capacidad de los viejos vagones de carga», relata el locutor en el video que dura poco más de un minuto y es el último registro del Económico en movimiento.
En esa última oportunidad, el trencito llegaría a la parada final tras un viaje de 89 kilómetros. «Todos quieren acompañar a su trencito durante los 89 kilómetros que recorrerá rumbo a General Paz, en viaje de despedida», agrega el locutor en la filmación.
¿La alternativa? Para ese entonces, los caminos y proyectos de rutas que permitirían la llegada de la gente a las poblaciones alejadas prometía, junto con la lenta, pero creciente adquisición de automóviles, una nueva forma más cómoda y rápida de llegar a los distintos destinos. Ya lo anunciaba el mismo video que se despedía al trencito: «Mientras tanto, el Gobierno provincial anuncia la construcción de caminos para reemplazar este servicio ferroviario inaugurado el 24 de julio de 1887».
FIN DE UNA ERA
La historia del trencito comenzó a finales del siglo XIX, cuando se presentó el proyecto del Ferrocarril Económico en Santa Ana. La colocación de los rieles se inició en 1887 y el primer viaje se inauguró en 1892. Todo fue financiado con capitales privados, principalmente por el del empresario azucarero Francisco Bolla, que necesitaba construir una vía de comunicación entre Santa Ana y la ciudad de Corrientes.
Con el paso del tiempo y la ampliación de las obras de colocación de rieles, llegó a tener un recorrido total de 178 kilómetros y constaba de dos ramales principales. El primero unía Lomas de Vallejos con General Paz con un recorrido de 31 kilómetros; y el segundo, el Ingenio Primero Correntino con San Cosme, a lo largo de 13 kilómetros. De esta forma, la red ferroviaria, se extendió por los departamentos: Capital, San Luis del Palmar, San Cosme, Mburucuyá y General Paz.
Como utilizaba leña para combustible de sus locomotoras a vapor, alcanzaba una velocidad media de apenas siete kilómetros por hora y una máxima de 20. En los registros se cuenta que el viaje entre las estaciones Corrientes y Mburucuyá demoraba casi 26 horas.
En sus últimos viajes el precio por pasajero era de 12 pesos para primera clase, y de ocho pesos, en segunda, con los paquetes, los animales y las valijas. Postales que muchos todavía guardan en su memoria.
El golpe final vino de la mano de la declaración de quiebra del Ingenio, en 1968. Eso marcó el tramo final del trencito que sobreviviría apenas un año más. Su recuerdo, sin embargo, sigue todavía muy presente.
Inmortal en las grandes letras
Dos grandes figuras de las letras y periodismo argentino pudieron viajar en el trencito Económico y registrar con sus plumas, una experiencia que serviría para ilustrar a las futuras generaciones sobre lo que significaba subirse a esta emblemática locomotora. Fueron Roberto Arlt y Rodolfo Walsh y ambos le pusieron su impronta al paseo en el ferrocarril correntino.
En su artículo El expreso de Shanghai correntino (1931), Arlt describió: «Vi una locomotora pequeña y ventruda, con bielas minúsculas y ruedas del diámetro de un plato de cocina y vagones que no eran más anchos que un automóvil».
Pero fue Walsh el que le dio el nombre con el que sería reconocido para siempre. En su artículo de El expreso de la siesta (1966) escribió: «El 9 de febrero de 1966 la locomotora 682 del ramal 060, Ferrocarril Urquiza, salió a las 9 de la mañana de la Capital correntina arrastrando seis vagones de pasajeros y cuatro de carga y correspondencia. Su destino era Mburucuyá, a 178 kilómetros de distancia. Llegó el día siguiente a las 10.47 de la mañana, empleando 25 horas y 47 minutos, con un promedio algo inferior a siete kilómetros la hora. No es un caso excepcional, sino apenas reciente, en la historia del tren más chico, más lento, más exasperante y más divertido del mundo».
Con sus complicaciones, ambos escritores no pudieron evitar maravillarse con la experiencia y así lo hicieron notar. En especial Walsh, que cerró su crónica así: «Un tren mágico, tripulado por personas mágicas».
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