La impresionante bola de las Letras de Liquidez, que fue el cuello de botella de la economía en los últimos años, terminó por desarmarse. Un logro que se asocia a la baja de la inflación -que se sigue manifestando- y al control del dólar con mercados que apuestan a la consolidación del rumbo económico, que además destacan la decisión del Gobierno de no transigir con el déficit cero. Sigue el ajuste sobre las provincias, mientras se espera que el Congreso avale la Ley Ómnibus que es considerada como la palanca impulsora del crecimiento. A menos de dos meses de la firma, en Córdoba, del llamado «Pacto de Mayo», en alusión a que su firma está prevista para el día de la Patria, el 25 de ese mes, en la docta. Las expectativas están centradas en la posición de los legisladores, particularmente en los llamados dialoguistas, que tienen la llave para la aprobación de las leyes que son condicionamientos a que lo del suelo cordobés tenga un final feliz. El estilo Milei ha producido, en estos casi cuatro meses, una severa reconfiguración del escenario político nacional. En los distintos espacios ha habido una profunda mutación que se manifiesta en una fragmentación inédita que se advierte en las cámaras parlamentarias nacionales. Dueño de la iniciativa y del centro del ring, el Presidente apela a «golpes de efecto», con medidas de alto impacto que sacuden aún más el escenario político y contribuyen a mantener alta su imagen en la opinión pública, con una mayoría de argentinos que esperan ver la luz a la salida del túnel. Los mercados «la ven» y siguen dando crédito al rumbo de la economía. En las últimas horas, el Gobernador de Corrientes dio un explícito respaldo al Jefe de Estado, con declaraciones que levantaron polvareda y que marcaron un alineamiento que dejó varias lecturas.
03-CONFUCIO-4 04-CONFUCIO-4 05-CONFUCIO-4 06-CONFUCIO-4 07-CONFUCIO-4Por CONFUCIO
«La casa está en orden», supo decir, hace casi tres décadas, el ex presidente, Raúl Alfonsín. Fue en 1987, luego del levantamiento de los «carapintadas» comandados por el coronel Rico.
Hoy, en Domingo de Pascua, el Presidente argentino podría decir lo mismo, más allá de que tiene varios frentes, algunos deliberadamente abiertos, en los que basa su estrategia de consolidación económica con «golpes de efecto» que apuntan -ahí- donde la opinión pública expresa sus preocupaciones.
El equipo que dirige su asesor estrella, Santiago Caputo hace de la profesionalización de la política y del uso de las herramientas tecnológicas el principal soporte para el cuidadoso manejo que el propio primer mandatario hace de la información copilada, tanto en las redes, de las cuales hace uso y abuso, como de los medios de prensa, tanto televisivos como radiales y gráficos, en los que, muchas veces, sobreactúa hasta en sus enojos, así como con el tono de sus palabras para llegar al corazón de la gente.
Para muchos, más que loco -un apelativo que le gusta al Presidente- se hace, y muy bien, el loco para mejor conexión con la gente.
Tarea esta que le insume varias horas al día, en las largas jornadas de su propio 24×7, en la Residencia de Olivos, desde donde gobierna con un nivel de centralización en la toma de decisiones inédito en la política argentina. Con una mesa chica, una un poco más amplia y una tercera que reúne al elenco primario de un Gobierno que, para afuera, delibera en la Casa Rosada, en las habituales y semanales reuniones del Gabinete nacional que se realizan con la máxima reserva a partir del enojo que originó la eyección del equipo de ministros del ex titular de Infraestructura, quien, luego de largos días, formalizó su renuncia. Aunque, en los hechos, sigue teniendo roles secundarios en la gestión.
Otra gran parte del día, el Presidente lo dedica al estudio de la marcha de la economía y al repaso de sus fuentes de apoyo, fundamentalmente de la escuela austríaca de la que se nutre.
No le falta tiempo para el repaso del parte de prensa, en el que, no pocas veces, se incluyen publicaciones de este medio que elabora -con profesionalidad- el vocero presidencial, hombre de acceso directo a Milei, al cual brinda la información del día que va actualizando -en tiempo real- en el transcurso de cada jornada, todo lo cual lo convierte en una pieza central del esquema gubernamental, en un vínculo que es absolutamente directo, como que del propio Milei recibe las directivas para las habituales rondas matutinas con la prensa en las que el vocero realiza anuncios y, muchas veces, interpreta el alcance de algunos mensajes de las distintas áreas gubernamentales.
El Presidente, que muchas veces despotrica contra los medios gráficos, prefiriendo a su contacto directo con la gente a través de las redes, se toma su tiempo para el análisis de la información publicada y la propia interpretación que los medios hacen sobre su gestión, la de sus colaboradores y de la misma oposición.
En los hechos, el primer mandatario no se mete -todo lo que la gente pueda imaginarse- en los temas de gestión directa. Ahí manda Karina, junto a Santiago Caputo y Nicolás Posse.
Su preocupación ronda en la economía (léase Luis Caputo), en lo social (léase Pettovello), o la Seguridad (Patricia Bullrich). A esta última ya la considera «tropa propia», a la cual -incluso- le delega alguna responsabilidad para defender ante los medios algunas de las políticas de su gobierno que no pertenecen -precisamente- al área de seguridad.
ADORNI, UNA FIGURA CENTRAL, PERO QUIZÁS INSUFICIENTE
EN EL ROL DE COMUNICAR
Más allá de la hiperactividad del Presidente en las largas jornadas que cumple en Olivos, y que muchas veces se extienden ya entrada a la madrugada por su afición a las redes, algo común en siete de cada diez argentinos que le dedican más de una hora promedio a estar conectado.
Lo que sobresale, y muy nítidamente, es la falta de estado mayor para el procesamiento de la información, el debate, la toma de decisiones y su ejecución.
Los ministros son funcionarios sin poder que muchas veces se enteran por los medios de decisiones tomadas por el propio Milei, en soledad, sin escucharlos.
Situación incómoda, por cierto, pero que hace al estilo de un Presidente que hace sus primeras armas en el arte de gobernar y que -recién- está aprendiendo a que el manejo de la cosa pública se hace según normas de cumplimiento inexorable en un Estado de Derecho y, además, con personas que tienen sus propias características, que se hacen más evidentes dada la heterogeneidad de los incipientes equipos que, con notable lentitud, se van formando en las distintas áreas.
Cuando hablamos de situaciones incómodas, valga como ejemplo que la propuesta del Ejecutivo para la Corte Suprema de Justicia de la Nación se tomó sin participación directa ni del ministro del área, Mariano Cuneo Libarona, ni de la titular del Senado, que tiene la responsabilidad de gestionar el complejo trámite del acuerdo senatorial que, como se sabe, requiere de una mayoría calificada, o sea, de las dos terceras partes del cuerpo.
Una desprolijidad en el fondo, por la naturaleza y entidad del tema en análisis, así como por la forma que, muchas veces, adquiere una importancia superlativa para mantener el nivel de respeto entre los poderes del Estado.
En esto, Victoria Villarruel mostró varias veces que, aun siendo consecuente con el Presidente, no deja de marcarle la cancha. Algunas, de manera pública, como para dejar en evidencia la institucionalidad del Senado y su propio perfil que se va dibujando como el de una dirigente no fácil de arriar, con una impronta propia y con la decisión de hacer funcionar el Senado, más allá de las necesidades del Gobierno, en un marco de respeto a todas las parcialidades e individualidades del cuerpo.
Milei ha tomado nota de esta circunstancia. Victoria no está «a tiro de decreto» y no tiene «pelos en la lengua», más allá de que cuida la imagen del primer mandatario, sin menoscabo de la propia.
A esta altura, el Presidente sabe que con su número dos no tiene el margen que tiene con los demás colaboradores de su elenco. Lo ha comprobado y debió arrollar el lazo.
No es poca cosa y así lo han reconocido senadores de distintas vertientes, que la rescatan como una dirigente con luz propia, como que en las encuestas está dentro de las tres figuras con mejor exposición pública, junto a la Ministra de Seguridad y al propio Presidente. Es más, en muchas de ellas, supera en el diferencial entre la imagen positiva y negativa.
No en balde la Vicepresidente fue sondeada respecto a la posibilidad de encabezar en la elección de medio tiempo, la oferta electoral en la Provincia de Buenos Aires, desafío que podría asumir con la tranquilidad, al menos al día de hoy, que no tiene oponente con peso propio.
Ella se siente cómoda en el Senado, «la casa de las provincias», como ella misma dijera. Allí, acaba de tener un nuevo y sorprendente logro, al haber vuelto a reunir a los 39 senadores que, por un momento se dispersaron, volviendo a dejar en clara minoría al kirchnerismo para la formación de las comisiones que faltaban.
Al no haber debate ni definición de estrategias claras, que obren como coordenadas para tener unidad de acción y de criterio, muchas cosas del Gobierno se implementan mal, con marchas y contramarchas que son el signo de una administración que está dando sus primeros pasos, pero que ha tenido logros, para algunos, sorprendentes, que le siguen dando un fuerte respaldo social pasados ya los 100 días de gestión, que suelen ser los límites habituales que la sociedad les da a los nuevos presidentes.
Milei sigue siendo el político con mayor aceptación y mejor imagen. No es poca cosa, en el medio del ajuste que viene llevando a cabo, que se centra -en gran medida- en la clase media y baja, con la particularidad sobresaliente de que, en dicho segmento, es donde sigue gozando de mayor aceptación. Acaso como si la gente, aun sintiendo en carne propia la magnitud de las medidas, las considerara necesarias para «ver la luz» -luego de un tiempo-. A la vez, responsabiliza al anterior gobierno por los males de la inflación y valora las acciones ordenatorias del Estado que se vienen aplicando.
Esto es al día de hoy. La política, la realidad y el ánimo de la gente es, por naturaleza, variable. Habrá que ver en el curso de los tiempos si la sociedad que hoy acompaña mantiene el mismo nivel de aceptación.
Un tema para analizar, aun en el ámbito de la oposición, que deberá redefinir su discurso con una autocrítica muy fuerte, todavía pendiente en el PRO, en la UCR y particularmente en el propio justicialismo, que perdió la elección por no haber entendido las demandas populares. Una insatisfacción que dio lugar a la irrupción del fenómeno Milei, hábil comunicador que supo traducir ese descontento, transformándolo en votos en tres elecciones que fueron distintas: las Primarias, las generales del 22 de octubre y el ballotage del 19 de noviembre.
El PRO, la UCR, y el PJ podría decirse, sin temor a equivocarnos, que hicieron todo para perder. Por ello, Milei, a la postre, más que ganar se benefició por la mediocridad extrema de la política tradicional, que le entregó servido un triunfo que ni el propio libertario esperaba.
Ello se evidencia -hoy- por la dificultad en la conformación de su equipo de Gobierno, con amplios sectores de la administración pública aún sin ser cubiertos.
En el medio, el inesperado divorcio de la relación Massa- Milei, que va haciendo que se siga recortando responsabilidades que habían quedado, el 10 de diciembre, en manos del ex Ministro de Economía, sponsor, financista, soporte político e intelectual de una candidatura que se imaginó como para quebrar Juntos por el Cambio y facilitar el triunfo del por entonces Gobierno nacional.
Las cosas no salieron como se imaginaron, algo que no pocas veces ocurre, tanto más cuanto hay algunos que creen que descubren la pólvora y actúan como si jugaran solos, como dueños de una verdad que sólo la realidad -con sus reglas- dibuja.
Milei es economista. Massa no lo era. Hoy, aún seguimos pagando lo que dio en llamarse el «plan platita», la emisión descontrolada con un Ministro que multiplicó casi por cuatro el valor del dólar desde la salida, tan traumática como desordenada del ex ministro, Martin Guzmán.
En esto, la economía, como la política, tienen sus propias reglas, comprobadas por la experiencia de los tiempos en distintas sociedades y a lo largo de la historia.
Acá no es cuestión de ideologías. De derecha o de izquierda. Los países, las empresas, las familias deben ordenar sus presupuestos y no gastar más que sus ingresos, tanto más cuanto deben detraer una parte para el repago de deuda acumulada y sus intereses.
En el país se venía, año tras año, con un presupuesto dibujado. Año tras año, la deuda se aumentaba para cubrir los déficits que se atendían con más endeudamiento o con la emisión que llevaba a la inflación, convertida en el peor de los ajustes para las clases populares.
Un desfasaje de 30.000 millones de dólares por año, producto de un gasto descontrolado no podían sino llevar a la necesidad de un ajuste para sincerar los términos de una economía desquiciada.
Milei fue quien capitalizó. Fue el beneficiario inesperado de la suma de errores, de los unos y de los otros, particularmente del entonces Gobierno nacional que por momentos pareció una réplica de la tira de «los tres chiflados», al mando de un país en el que 46 millones de argentinos manejaban una agenda muy distinta y esperaban soluciones realistas que no llegaron.
En esto, quizás, sea injusto «cargar la romana» sobre Alberto para convertirlo «en el chivo expiatorio» de una aventura que, por lógica, no podía terminar bien.
El Congreso peronista de Ferro, sin posibilidad de acordar un sucesor para un liderazgo hoy vacante en el PJ, prefirió la opción de darle una licencia, no -precisamente- una salida benévola para él, sino «una solución salomónica» para un peronismo sin conducción, estrategia ni Norte, y sin candidatos a la vista para un 2027 que, paradójicamente, se muestra favorable en términos objetivos.
Hoy, lo que el justicialismo no termina de definir, en el marco de la confusión en que ha quedado (sin estrategas brillantes como supieron haber en otros tiempos) quién es el adversario, por no decir el enemigo, a vencer. Hasta la última elección era claramente Mauricio Macri, quien con su solo nombre lograba abroquelar al PJ en su contra.
Ahora, no queda clara esta circunstancia, más allá de que continúa agazapado, desfavorecido en las encuestas, pero rearmándose para «un imaginario segundo tiempo», convencido de que Milei llegará sin aire para una reelección en 2027.
El peronismo, sin liderazgo, conducción, estrategia ni discurso no hace foco en su futuro. Es devorado por internas que sacuden el PJ nacional, al bonaerense y no pocos distritos que tienen por delante su reorganización, entre ellos, Corrientes.
En esto, Córdoba sigue siendo una particularidad. Juega desde hace años su propio juego. En verdad, nada distinto a lo que hacen los otros cacicazgos provinciales, pero con la particularidad que lo hace -desembozadamente- por fuera de la orgánica partidaria sin que ninguna voz se alce en los Congresos partidarios para pedir la intervención al distrito.
Es una muestra del enorme peso político propio del «cordobesismo», que inclina la balanza no sólo en los procesos electorales de los últimos años, sino, muchas veces, en el Congreso de la Nación, con legisladores cuyo voto está en sintonía con las necesidades y prioridades de una Provincia con personalidad, con juego propio, en línea con sus intereses.
UN 2019, CUANDO PARECÍA QUE HABÍA MACRISMO
POR MUCHOS AÑOS
Allá por 2019, cuando luego de la elección muy buena del macrismo, en la mitad de su mandato, parecía muy lejana la posibilidad de que el justicialismo volviera al gobierno, hubo un conjunto de dirigentes, de entre los que se destacaron nítidamente tres: Alberto Rodríguez Saá, Jorge Milton Capitanich y José Luis Gioja, que se jugaron por un lema: «Hay 2019». Ellos fueron los constructores del proyecto que paradójicamente terminó coronando tres figuras que, por entonces, estaban fuera del partido. Massa, con su Frente Renovador; Cristina, con Unidad Ciudadana, y Alberto, con su partido Parte. Fueron estos, a la postre, beneficiarios de una ola impensada de resurgimiento interno y, de la noche a la mañana y después de muchos años, reaparecieron por la sede del PJ de la calle Matheu, todos más peronistas que Perón, marcha incluida y la reivindicación de Evita.
A la hora de la verdad, ninguno de los tres gestores de 2019 fue reconocido ni pagado. Gioja, ganador de mil batallas, que soportó estoicamente la intervención del PJ nacional, fue relegado. Aunque, como «todo viejo», en el buen sentido de la palabra, siempre se guarda «una bala de plata que le alcanzó no sólo para herir de muerte, sino para «matar» a su delfín, Sergio Uñac, quien, luego de perder la posibilidad de su reelección por imperio de un fallo de la Corte, sin poder ser reelecto, prefirió negar a su mentor la posibilidad de volver al sillón que le cedió años antes. Terminó haciendo que el peronismo de San Juan perdiera la Gobernación. Simplemente, porque ese viejo y cansado luchador tuvo fuerzas que, si bien no le dieron para llegar, sirvieron para impedir que lo hiciera el hermano de quien, según el viejo, lo había traicionado. Una acción que, en la política y por estos tiempos, pareciera estar de moda.
«Coqui» hizo de todo, incluso el desvarío de romper, frente a las cámaras, en el marco de una conferencia de prensa, un ejemplar del diario Clarín. Un error que, con el tiempo, pagó. Algo que ocurre con los que se ponen de punta con los medios, a quienes el tiempo le juega a favor. Los gobiernos cambian, por la temporalidad propia de la naturaleza de las funciones, y los que creían que el gobierno es el poder, terminan por volver al llano.
Los gobernantes necesitan más de los medios que los medios de estos. La lógica invita a armonizar intereses, algo que pocos entienden, en tiempo y forma. Cuando están en el Gobierno los necesitan «para blindar», al menos medianamente, la gestión. Y cuando vuelven al llano, para cubrirse de eso tan traumático como es quedar «a la intemperie», ya sin las mieles de un poder que, como tal, es efímero y hace recordar aquella frase del recordado Juan Ramón Vidal, nieto de la dama Patricia Dolores Vedoya de Molinas, que se dio el lujo de ser abuela de tres gobernadores de Corrientes.
Por entonces ya existía la «grieta». No es una cosa de estos tiempos. La grieta, que en los sucesivos tiempos de la historia tuvo otros exponentes de uno y otro lado. Dolores Vedoya es recordada por su lucha y por lo que dio en bienes por la causa de la revolución. Su con suegro, Félix Ponciano de Llano, estaba del otro lado. Era el representante del rey y fue muerto de un lanzazo por la espalda en la Plaza de Mayo, gritando «viva al rey». Los hijos de ambos estaban casados y compartían una misma mesa, donde las pasiones de la política los separaban. La expresión más nítida de una grieta que ya entonces existía.
Juan Ramón Vidal decía: «Un día en el llano es una eternidad, treinta años en el gobierno es un suspiro».
Un hombre que fue parte fundamental de la historia de Corrientes. Gobernador por primera vez a los 26 años, fue Presidente del por aquellos tiempos poderoso Partido autonomista, durante 54 años ininterrumpidos hasta su muerte, a los 80 años. Fue el armador indiscutido de los sucesivos gobiernos en ese largo periodo, con una capacidad negociadora y un conocimiento de los actores de la política que le aseguraban -siempre- un buen resultado. Tal fue así que murió en una banca en el Senado de la Nación, siendo uno de los legisladores que más tiempo estuvo en el Congreso, donde fue uno de los correntinos que no pasó desapercibido.
DESDE AQUELLA JUNTADA DE LA PEDRERA EN SAN LUIS, «EL
ALBERTO», «COQUI» Y GIOJA FUERON LAS CARAS VISIBLES
A la hora de la verdad, el kirchnerismo no revalorizó la figura de Capitanich, a quien le tocó pagar, con motivo de un hecho policial ajeno a la política, las deudas con el multimedio más poderoso del país, que logró instalar el crimen cometido por los Sena como expresión de los manejos de la política, en un símil a la muerte de María Soledad en 1991, que se llevó puesta a la dinastía de los Saadi.
Por entonces, tras esa operación estuvo sin duda la mano del ex presidente, Carlos Menem, que se anticipó al abortar una ambición de Ramón Saadi por ser el sucesor de quien, en sus planes, estaba el quedar por muchos años como efectivamente fue, Pacto de Olivos mediante.
En este marco, Leandro «el Zorro» Zdero se encontró, de golpe, con un triunfo que no esperaba. Algo parecido a lo de Milei. En el caso del chaqueño, que venía de hacer un muy buen trabajo interno, tuvo dos cosas que lo catapultaron. Por un lado, la ofensiva de la prensa nacional sobre Capitanich, emblema del kirchnerismo y blanco privilegiado de los medios hegemónicos. Por el otro, la autosuficiencia del entonces Gobernador, que se confió en demasía, sin extremar en tiempo y forma la posibilidad de sumar a dirigentes valiosos como Gustavo Martínez, Bacileff Ivanoff o Domingo Peppo, cuyos votos, a la postre, fueron los cinco que faltaron para el peso.
Lo cierto es que, tal lo que pasa con Milei, también Zdero está pagando el derecho de piso. Por un lado, una situación provincial complicada en lo económico que «Coqui» sabía manejar merced a sus contactos nacionales. Por otro lado, la dificultad en armar los equipos de gobierno luego de tan larga siesta del radicalismo en el llano. Nada sencillo, por cierto. Aun así, Zdero la viene remando. Con sentido de oportunidad y de realismo ha sido uno de los primeros gobernadores que se acomodó a la impronta libertaria, logrando entrar en el círculo de los afectos de un Milei nada fácil, pero absolutamente previsible en tanto se sintonizan sus particulares códigos.
Este medio lo dijo desde el principio. Para tratar con el Presidente hay que saber que su estructura mental dista de la del político tradicional. Si se quieren logros hay que sintonizar la onda de un Jefe de Estado que parte de ciertas ideas fijas y que está dispuesto a ir a fondo, consciente de que lo suyo es una misión, que su tiempo son cuatro años, y que juega sobre los límites, con un fundamentalismo que sorprende, haciendo valer aquello de que en el riesgo está la ganancia.
Es un hombre de asumir riesgos, que no teme a perder ni pagar costos políticos. Tiene en claro que esta es una batalla cultural con objetivos definidos, que pasan por integrar a la Argentina al mundo occidental, estabilizar las cuentas públicas, reducir el Estado, eliminar la emisión, recrear la confianza de los mercados, apostar al crecimiento y el desarrollo, avanzar con las desregulaciones, la generación de empleo, actualizar la legislación laboral y no cejar en el desafío de llegar al déficit cero, cueste lo que cueste.
EL 2027, OTRA HISTORIA
A tres años vista de la nueva elección de la que surgirá el sucesor de Milei, los distintos espacios políticos, aunque deban expresar en términos políticos su contrariedad, no disimulan que el trabajo sucio que está llevando a cabo esta gestión será el marco de un nuevo tiempo en que el peronismo volverá a ser el favorito, frente a un Gobierno al que seguramente el 2025 le dará grandes satisfacciones en términos electorales, pero lo más probable es que no pueda en 2027 llegar con fuerza para un segundo tiempo. En el resto del arco político, un interrogante mayúsculo. Qué quedará del PRO con un Macri que no despega. Qué será de la UCR, que vive una crisis profunda. Y qué quedará de los libertarios al fin de la primera gestión.
El resto de la oposición, en términos electorales, no existe. Llámese Nicolás Massot, Miguel Pichetto, Margarita Stolbizer, Graciela Ocaña, Juan Miguel Urtubey, «Lilita» Carrió, el diputado Monzó. Son actores que hoy gravitan en la escena legislativa, pero no tienen correlato en el plano electoral, donde la pelea volverá a ser peronismo, ya como expresión superadora al kirchnerismo que cierra un ciclo, y no peronismo. Todo en el marco de un sistema electoral en el cual hoy siguen las Primarias y donde la elección se define en segunda vuelta. En este contexto, Sergio Massa, que hoy no controla ni siquiera el Municipio de Tigre, difícilmente esté en el bolillero.
Dentro del peronismo habrá que mirar a Axel Kicillof, si logra zafar de las penurias económicas; y a Martin Llaryora, si logra encolumnar al resto del PJ. De ambos, el segundo, con mejor perfil de ballotage. Otro lugar no se ve en el tablero, aunque sí está claro que el peronismo corre siempre con ventajas. Es más que nada un sentimiento y el voto, claro está, es esencialmente emocional. De ahí aquello que dijo Kicillof hace un tiempo, de que necesita una nueva melodía.
UN DÉFICIT EN LO
COMUNICACIONAL
Más allá de la dedicación del vocero presidencial, está claro que la falta de equipos de gobierno, al menos hasta ahora, le produce algunos claros oscuros en la gestión y en la capacidad de comunicación.
Uno de ellos, trascendente si lo hay, es que el Gobierno acaba de cumplir una promesa que en su momento hizo Alberto, y luego la hizo bandera de campaña Milei. Desarmar la impresionante bola de las Leliqs. Algo que le generaba al Estado un costo impresionante de intereses difícil de manejar, con una progresión exponencial que era una hipoteca para el futuro de los argentinos.
Días atrás se cumplió con ese objetivo. En lo comunicación, por lo menos hasta ahora, no se sacó rédito de este logro trascendental.
Otra de las cosas en las que el Gobierno se enredó fue en la llamada fórmula jubilatoria. Con marchas y contramarchas, producto de la incomprensión de los legisladores, que se centraron en lo fácil que es la justa recomposición de los haberes claramente retrasados, sin considerar la necesaria contrapartida de no desfinanciar las cuentas públicas. Esto es, a mayor gasto, ingresos que tornen neutro el mayor compromiso social.
Al Gobierno le faltó explicar con mayor claridad que el retraso que se advierte y que, en el caso de la mínima, ha llevado el beneficio de 104.000 pesos se debe a una ley aprobada por el gobierno de Alberto, que se suponía mejoraba la fórmula elaborada por el macrismo en 2017. Esto no se dio, de ahí la necesidad de actualizar un bono complementario y aprobar una nueva fórmula.
El Gobierno planteó dos opciones para financiar el mayor gasto. Por un lado, atacar los llamados fideicomisos que, en los últimos años, fueron cajas negras de la política y cuyo control pretendía asumir, delegación de poderes mediante. Esta iniciativa fue bloqueada en la Cámara de Diputados, por un conjunto de legisladores que -de manera transversal- a los espacios políticos hicieron «lobby» para mantener esas cajas cuya eliminación hubiera reportado miles de millones de dólares suficientes para financiar el mayor costo social.
La segunda opción era la reforma laboral, incorporada al DNU, que varios fallos pusieron en crisis. Los legisladores, a la hora de respaldar por ley pusieron reparos, más que en la legislación propiamente dicha, en la pelea por algunos privilegios o monedas de cambio pretendidas como compensación y, en este marco, para disgusto del Presidente, una Corte Suprema que se hizo la desentendida a la hora de dar cobertura a las decisiones políticas en el marco de una verdadera emergencia nacional.
El criterio del alto Tribunal, respetable, por cierto, pero no compartido en las cimas del poder, es que la política debe resolver sus entuertos sin buscar en la Justicia soluciones que los propios políticos deben brindar.
LA REFORMA O, MÁS PRECISAMENTE, LA
ACTUALIZACIÓN DE LAS LEYES LABORALES
Una necesidad que luce evidente, al punto de que los principales gremios comienzan a aceptar, es la discusión sobre los alcances de la misma.
Para las arcas públicas, el hecho de tener estancada la cantidad de aportantes al sistema en 6 millones de personas, en lugar de ampliarlo por lo menos a 10 millones, sobre un universo de 15 millones, hace que la caja sea insostenible, con un rojo que impide aumentarlo para mantener las jubilaciones «sin retraso». Es un simple cálculo matemático. Hay más beneficiarios y menos aportantes activos. Una ecuación que no cierra.
Más allá de esta circunstancia, el Gobierno pone el acento en lo anacrónico de la legislación laboral, cuyo origen se remonta 80 años atrás, con otro mundo y otra Argentina. Luego vino una explosión en el campo de la tecnología de la mano de Internet, y los efectos de la pandemia que revolucionaron el mercado.
Hoy, se da que las leyes laborales pasaron a ser un privilegio para los 6 millones de trabajadores que están en la formalidad, pero un perjuicio notorio para otra cantidad igual de argentinos que no logra pasar «al empleo en blanco» porque los nuevos emprendedores, las Pymes y las empresas en general no se animan a contratar personal bajo el fantasma de «la industria del juicio».
Hay capitales nacionales e internacionales que podrían realizar fuertes inversiones en beneficio del crecimiento y el desarrollo del país, que no se animan por la circunstancia antes apuntada, así como el descontrol en el plano gremial. En lo aeronáutico coexisten 37 gremios yuxtapuestos que – recurrentemente- ponen «en jaque» a la aeronavegación con perjuicio para cientos de miles de viajantes que, cada tanto, sufren las consecuencias de paros.
Lo propio ocurre en el sistema de transporte y se ha vivido en Corrientes como en el Chaco, con la posición extrema adoptada por UTA que fue finalmente quebrada por la decisión política del Gobierno, que priorizó el interés de miles de usuarios del transporte automotor.
En el gremio de camioneros supo ser frecuente el avance sobre el normal funcionamiento de las plantas industriales, con bloqueos extorsivos para los cuales el Estado no supo tener respuestas que privilegien el derecho al trabajo por sobre el interés de los caciques gremiales.
Otro tanto, sólo por citar algunos casos, con los gremios que operan en los ríos, que hacen que la navegación se termine haciendo con empresas de bandera paraguaya y no argentina, cansados ya los empresarios nacionales por las maniobras también extorsivas de los sindicatos vinculados al ramo.
En este contexto trabaja, con alguna dificultad en la comunicación, el Gobierno para remover trabas que impiden el aumento de la inversión y la libertad del trabajo, así como apunta a la desregulación con la eliminación de regímenes distorsivos que se plasmaron en miles de normas y resoluciones que se fueron sumando a través del tiempo.
EL «PLAN B»
El Gobierno tomó nota de lo difícil que será lidiar, por un lado, con los políticos, léase gobernadores y legisladores; y por otro, con una Justicia principista que no está dispuesta a sostener las bases del plan que sustenta la transformación que pretende.
Ahí nace la llamada «solución Lorenzetti», a la medida de éste, claro está. Acorde con su irrenunciable objetivo de volver a la Presidencia de la Corte, donde fue amo y señor durante años hasta que fue desalojado por un golpe palaciego impensado, al que lo sucedió otro -años después-
Lorenzetti, de origen peronista militante, llegó de la mano de los Kirchner. Cuando Macri llegó al poder acordó con este. Una célebre foto junto a Claudio Bonadío y el juez brasileño Moro fue revulsivo para el kirchnerismo. Eran los tiempos que en Lorenzetti había cambiado de canal. Antes, todos recordaban que con el aval K logró la refirma del Código Civil, en una versión -como la actual- que nunca convenció como superadora a la ley Borda, dictada en tiempos de Onganía bajo el número 17.711.
El Gobierno creyó encontrar en Lorenzetti la posibilidad de una nueva relación de poder en la cúspide del más alto Tribunal de la Nación, para sumar tres votos que le permitiera al Poder Ejecutivo un sostén a las reformas necesarias ejecutadas y por ejecutar.
Milei sorprendió con una propuesta que desconcertó «a propios y extraños». Elevó el nombre de dos jueces a consideración del Senado. Fue una iniciativa audaz, con final abierto, que pone en contra a las mujeres, ninguneadas con la exclusión en la integración de la Corte. A esta altura, la aprobación resulta difícil por ser necesarios los dos tercios. Pero nada es imposible en un momento en el que la necesidad tiene «cara de hereje» y los principios son dejados de lado por las efectividades conducentes.
El partido recién comienza. Faltan varios meses, porque la vacante de Juan Carlos Maqueda recién se producirá en diciembre de este año y el Presidente, que no peca de ingenuo, tiene en claro que «son los dos o ninguno», en obvia alusión a que lo de Ariel Lijo está atado a lo del otro propuesto que es García Mansilla, el que -eventualmente- podría ser sustituido por una Ministra del Superior Tribunal de Entre Ríos, si la presión de 33 senadoras sobre los 72 que conforman el cuerpo hace imposible insistir con dos candidatos varones.
Aun así, todos los sensores están activados en la Casa Rosada. Se teme, y con algo de razón, que las mujeres terminen por imponer el criterio de que deben recuperar los lugares que dejaron Carmen Argibay y Estela Highton, esto es, se temen que vayan por todo. En esto resulta capital la palabra de Cristina Kirchner que, por ahora, guarda silencio
VALDÉS JUEGA FUERTE, BAJO
EL PARAGUAS DEL PRESIDENTE
Dos de las provincias que sigue con particular atención el Gobierno nacional son el Chaco y Corrientes. En el parte de prensa que elabora en la madrugada el equipo de Adorni es habitual que se reflejen las notas de El LIBERTADOR y de LA VOZ DEL CHACO. Habituales operadores del Ministerio del Interior no ocultan el seguimiento que tiene su razón de ser. Son dos gobernadores que forman parte del «Club de 10», donde Milei sigue ganando casilleros, ahora con el valor agregado de que Mauricio Macri entró a jugar fuerte con la chapa que le da la Presidencia del PRO. Además, Zdero y Valdés están en la vereda de enfrente de Martín Lousteau, considerado enemigo número uno por Milei.
En este marco, el Gobernador correntino salió con declaraciones al diario La Nación que levantaron polvareda y fueron música para los oídos del Presidente. Tuvo definiciones de altísimo voltaje político, tanto en el plano interno, al devaluar a Lousteau, como en el respaldo a la postulación de los dos ministros de la Corte Suprema, así como el apoyo irrestricto al programa económico y al ajuste encarado por el primer mandatario. «Este es el modelo correcto», indicó Valdés. Apoyó la iniciativa de que se vuelva a implantar el Impuesto a las Ganancias y que se siga trabajando por la nivelación de las cuentas públicas con profundización de las medidas de ajuste.
MILEI MIRA MÁS LEJOS
Al Presidente, hoy por hoy, para sacar la Ley de Bases, sostener el DNU y pasar airoso el Pacto de Mayo le interesa Valdés, «operando en favor del Gobierno», tanto en la UCR nacional como con el resto de los mandatarios radicales, así como en el exclusivo «Club de los 10″ gobernadores de Juntos por el Cambio». Aunque los que hacen política en el Gobierno nacional van más lejos.
No descartan sumar al valdesismo para la pelea de fondo de una Gobernación que «vale oro», en una elección de medio tiempo. Ellos creen que el Gobernador de Corrientes puede correr con los colores libertarios y hasta apuestan a que encabece la lista de diputados nacionales. Ambas cosas, difíciles. Lo primero, porque el ituzaingueño tiene un fuerte apego partidario; y lo segundo, porque si algo tendría que definir Valdés sería entre la Intendencia de Capital o estar a la cabeza de la lista de senadores para que su boleta esté en toda la provincia, siempre, claro está, que no se imponga la iniciativa de la boleta única, lo que modificaría la ingeniería electoral de todos los espacios.
Por ahora, con sentido de oportunidad e inteligencia, el mandamás correntino no dirá «no» a nada, por aquello de que «nunca digas nunca».
Lo primero es lo primero y ello pasa por los temas de coyuntura, del día a día de la gestión, y de oxigenar las cuentas públicas para evitar caer «en el rojo» al cual inevitablemente van catorce provincias argentinas.
UNA OPCIÓN PREVIA
«Lule» Menem, mano derecha de Karina Milei y principal armador a nivel país del esquema libertario, mira Corrientes, más que nada, por los ojos del senador, Eduardo Menem que, como pocos, conoce la provincia y ha operado en ella, en todas y cada una de las crisis institucionales.
Está claro que debe poner un jugador para la carrera de 2025. Saben que la realidad del escenario actual y el sistema electoral de doble vuelta dejan un final abierto. Conocen también que el oficialismo provincial no logra, hasta ahora, definir su propia interna.
En ese marco, se analizó la posibilidad en apostar por Camau, que nunca resignó sus aspiraciones, pero al cual el peronismo no está dispuesto a darle una nueva oportunidad.
Las continuas idas y vueltas del medallista olímpico en el Senado encendieron todas las alarmas y dieron pie a los que con él tienen reparos. Casi un símil de otro legislador, el diputado nacional Miguel Pichetto, abanderado del cambio que pasó por todos los espacios y que hoy no se sabe para dónde va a salir. De ahí el apodo de «mbiguá». Se tira al agua en un lado y es capaz de salir en el lugar menos esperado.
¿Y CHACO?
El Gobernador del Chaco no se quedará atrás. En verdad, y con un perfil más bajo, desde antes viene dando señales claras en el mismo sentido. Ha sido colocado por Milei «entre los amigos». Más allá de las acuciantes necesidades económicas que debe ir sorteando, «el Zorro» sabe que, en lo político, del otro lado está el siempre «omnipresente» «Coqui» Capitanich, agazapado para la pelea por el Senado el año venidero, con una vigencia que lo ubica como el beneficiario de cualquier error de cálculo que cometa el Gobernador que, de hecho, tiene poco margen en una situación de crisis como vive el país y, por lógica, también el Chaco que -por años- tuvo un trato muy especial de la Nación.
Otro gesto de similares características se espera del gobernador de Jujuy. Para disgusto de Gerardo Morales, otro de los radicales a los que el Presidente tiene cruzado desde hace tiempo y al que espera a la vuelta de la esquina.
En el Gobierno apuestan a sumar a un par de gobernaciones peronistas luego del salto dado por el de Tucumán, que fue el primero en «cruzar el Rubicón», en parte como forma de saldar su disputa con Juan Manzur, a quien terminó aplastando. Catamarca está ahí nomás.
Entre los mal ubicados en el cuaderno Rivadavia de Milei están los gobernadores de Buenos Aires, de La Rioja y de Formosa, en ese orden. Con ellos «no hay retorno».
Odios y amores propios de las pasiones de la política donde nunca está dicha la última palabra. A la postre, «nadie es tan amigo como para no pasar a ser enemigo ni nadie es tan enemigo como para pasar a ser amigo». Un interrogante indescifrable que envuelve la relación directa y personal entre Milei y Cristina. Todo un enigma que tiene muchas variantes que pocos conocen. Relación de amor, odio, mezclado con admiración y respeto recíprocos. En esto, el kirchnerismo lo mira de afuera. Entre ambos, un teléfono rojo que nunca dejó de sonar. Cristina siempre la tuvo clara. El enemigo fue, es y será Macri. No estuvo de acuerdo con no votar en el Senado a un libertario, algo de lo cual el tiempo le dio la razón: el PJ perdió después de cuatro décadas las llaves del Senado, no sólo una Presidencia provisional de relativo peso específico.
.