La inminente confirmación de la fecha de elecciones abre un escenario de puja interna en el partido de Perón que, desde hace más de dos décadas, no tiene una interna con todas las de la ley, acentuando su dispersión interna, pérdida de identidad y falta de rumbo, con dos elecciones fallidas tras sus espaldas que marcaron el fin de la llamada «Cooperativa», con resultados que tocaron sus pisos históricos.
Hoy, con el Partido Justicialista intervenido, las expectativas se centran en la muñeca que deberá mostrar Juan Zabaleta, el intendente de Hurlingham, que se juega una carta fuerte en una Provincia tradicionalmente esquiva a los interventores federales y partidarios que pasaron por ella. Las más de las veces, porque no entendieron que las elecciones se ganan o se pierden en la provincia y que la idiosincrasia litoraleña, como sus reglas, son diferentes a la realidad de otras partes del país.
No faltaron quienes quisieron hacerse la América o pretender descubrir la pólvora, terminando por salir por la puerta de atrás.
Muchos de los actores políticos que surgieron de la noche a la mañana se extinguieron al poco tiempo, mostrando aquello de que es más fácil llegar que mantenerse y proyectarse en un escenario político como el de Corrientes, donde pesan una multiplicidad de factores, todos ellos íntimamente relacionados.
De cara a 2023, que está a la vuelta de la esquina, es necesario entender la diferenciación de las elecciones provinciales de las nacionales. No sólo en los diferentes tiempos en que ellas se producen, con más de cuatro meses de diferencia, sino en las distintas reglas de juego que las rigen.
Las Primarias, que tanto costó afianzarlas por el empeño de los gobernadores y sectores del kirchnerismo en suspenderlas, se manifiestan como el sistema más transparente que permite la sana competencia con participación real del cuerpo electoral en la elección de candidatos. Un voto obligatorio que contribuye a la movilización siempre tan difícil en internas cerradas y el control del Estado, que no es poca cosa.
Respecto a las Paso, y centrado ya en Corrientes, la elección despeja toda posibilidad de incidencia exógena que sí se daría en la provincial. Es que, al estar el partido intervenido, la selección surgirá de la decisión del delegado nacional, donde todas las ofertas competirán en igualdad de condiciones, en lo que es una verdadera ley de lemas hacia adentro que permite sumar votos del mismo espacio y consagrar la lista más votada que, a la postre, se beneficia por lo que colecten los otros candidatos en la natural empatía que generan en los diferentes segmentos electorales los distintos exponentes de un mismo frente político.
Hay dos definiciones a tomar, una de ellas previa, para el armado de la grilla electoral.
La primera cuestión a resolver, que va estrechamente relacionada a la segunda, que será la nominación de los candidatos para por la definición de la política de alianzas que implementará el peronismo para estas elecciones de medio tiempo, donde al no elegirse Gobernador, por el ballotage, el aporte adicional de los aliados pasa a ser menos determinante.
Aquí se plantea, en el análisis estratégico, la inserción de los aliados del PJ, en la intercalación de las candidaturas. Un tema no menor que está siendo motivo de un intenso debate interno, con opiniones contrapuestas que, a la hora de la verdad, las pondrá en la balanza quien deba bajar martillo.
La segunda definición, posterior a la primera y ya con los espacios que se le atribuirán a los aliados, es la nominación de los candidatos a concejales en los 73 municipios, como la grilla de legisladores provinciales, diputados y senadores que constituyen la columna vertebral del que es el partido más importante en cantidad de afiliados y que muchas veces -a nivel de sus representaciones legislativas- no supo mantener la identidad ni coherencia, lo que terminó pagándose en términos electorales con resultados que no fueron los esperados.
EL LLAMADO
«CONSENSO»
Cada vez que suceden situaciones de esta naturaleza vuelve a quedar sobre el tapete ese término mágico, tan mágico como la declamada «unidad», siempre tan difícil de plasmar. Simplemente porque no se la concibe en términos de poder y en torno a objetivos ni proyectos, sino tras personas vinculándoselas a «ismos» que, en el tiempo, se diluyen inevitablemente.
Para un partido que hace más de dos décadas no tiene internas como Dios manda y que el último remedio de ellas se dio hace 8 años, con cuatro años de intervención, escuchar el término «consenso» vuelve a poner sobre el tapete el recuerdo poco edificante de la llamada «Cooperativa», en la que unos pocos dirigentes, de dudosa representatividad, entre cuatro paredes terminaban con el control del aparato partidario. Fantasma éste que generó hace un par de años la eyección del chaqueño Julio Sotelo, que terminó cooptado por el círculo cerrado que lo entornó en procura de lograr objetivos distantes de la realidad partidaria.
EL FANTASMA
DE UNA NUEVA
COOPERATIVA
ASOLA EL ESCENARIO
Más allá de que es el Interventor quien tiene la potestad de ordenar la oferta electoral, no es un secreto que se ha sucedido una serie de reuniones, muchas de ellas a hurtadillas y otras ampulosamente informadas sin lograr el objetivo perseguido, que no era otro que constituirse en una referencia de poder propia, paralela a la Intervención, arrogándose facultades que no tiene.
El error y el motivo consecuente de los sucesivos fracasos de estas convocatorias fue que algunos pretendieron primar sobre otros, sin acuerdo previo en torno a la definición de los sectores, el ámbito de la reunión y la forma cómo se invitaría a todos, los esfuerzos terminaron en saco roto.
A ello se sumó la pretensión de intendentes y legisladores, de atribuirse el ejercicio de una conducción que, como tal, carece de fuerza y predicamento sobre el conjunto del peronismo que difícilmente se resigne a acatar presuntas jefaturas surgidas de oscuros ámbitos. La mayor parte de ellos, próximos al fin de su mandato, que no están legitimados por procesos de selección legítimos ni avalados por resultados electorales validatorios.
EL 2024, AÑO DE
LA NORMALIZACIÓN
Está claro que, luego de cinco años de intervención, el venidero será el de la normalización institucional que supone la redefinición de las reglas de juego para que, en un pie de igualdad, emerja una conducción legitimada.
Será el momento para que se anoten todos los que quieran someterse a la soberana voluntad de los afiliados, en elecciones transparentes, sin que nadie esté autorizado a desechar ninguna pretensión.
Más allá de que algunos quizás deberían tomar nota de que han sido los que llevaron al partido a la Intervención o han sido la cabeza visible de ofertas electorales rechazadas por los correntinos -en 2019 y en 2021- y que, como candidatos, aun con un Gobierno nacional peronista, no pudieron articular un apoyo económico para competir de igual a igual a la estructura del Gobierno provincial.
De todas formas, esto será materia de análisis en otro tiempo. Hoy, a poco tiempo ya de las elecciones de junio, lo importante para el peronismo es reposicionarse de cara a 2025. Para ello es necesario levantar fuertemente el piso electoral. Sin duda será difícil si no bajan el nivel de exposición quienes son vistos como los mariscales de las dos últimas derrotas electorales.
LA COMPETITIVIDAD
DEL PERONISMO
Algo parece tener en claro el Interventor. Es la necesidad de lograr que el justicialismo vuelva a ser competitivo. Que la cosa no pasa con algunos lugares en las listas, sino en mostrar una fuerza capaz de aparecer como opción en términos de futuro para los correntinos.
En la medida en que en todas las localidades del Interior prime el espíritu de reunirse y acordar las mejores listas, sin reconocer tutelajes provinciales que no existen, seguramente que la suma de los resultados de toda la provincia volverá a mostrar el potencial del león dormido que es el peronismo correntino.
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