Con el «telón de fondo» de un operador todo terreno que supo estar ligado a la farándula, los interventores hicieron «un vuelo rasante» por la Capital donde estuvieron dos días, pero no dialogaron con la prensa ni convocaron al pueblo peronista, que todavía quiere saber de qué se trata. A tres meses de haber asumido, y en el caso de Máximo Rodríguez bastante más, los deberes siguen sin hacerse. Las especulaciones distan de ser alentadoras porque van quedando de manifiesto las operaciones de superestructura que apuntan al armado de una lista a la que, presumen, será la del «caballo del comisario». Con algo de ingenuidad, acaso como si jugaran solos, apuestan a que podría ser convalidada en una interna exprés, convocada de apuro, «entre gallos y medianoche».
20-CONTRATAPA-OKLas expectativas, al menos hasta ahora, distan de ser buenas para un peronismo que no logra «poner la casa en orden». Todo indica que, salvo un volantazo, el choque será inevitable. Contribuye a ello la ausencia de una conducción nacional legitimada que, de manera orgánica, restituya un orden que ni siquiera pueden establecer en la llamada cúpula nacional, donde el actual esquema político se debate en la impotencia de no poder darse un funcionamiento orgánico respaldado por una elección interna que requiere darle bastante más músculo al que ha venido exhibiendo en estos tiempos.
Los interventores volvieron a jugar a las escondidas, en su fugaz paso por Corrientes. Se movieron al compás de lo que le armaron quienes aparecen, «a ojos vista» coaptando una gestión que todo indica tiende a sectorizarse, en desmedro de un resultado que, necesariamente tendría que ser bueno, para colocar al PJ en un marco de competitividad de cara a 2025.
De hecho, los jefes comunales, más allá de «algunos espejitos de colores» que les venden, propios de la parafernalia fronteriza, podrían terminar siendo los más afectados en una elección en la que -los intendentes- se eligen en primera vuelta, donde se gana o se pierde por un voto.
En este marco, ordenar el partido y darle potencia a la oferta electoral es una exigencia de manual, habida cuenta del devastador efecto arrastre que tiene la candidatura a la Gobernación sobre el resto de la boleta, particularmente para la categoría de Intendente, ya que, en las demás, el efecto impacta en menor medida.
Y algo que no escapa a los mandatarios municipales, por la experiencia vivida en cuero propio por varios ex colegas, es que, en Corrientes, vale lo que recordó días atrás el ex ministro, Aníbal Fernández cuando, con algo de ironía, hizo mención a algo que siempre se escucha en Corrientes. «El que gana, gana, y el que pierde, angá». De ahí la importancia de tener las cuentas en orden, algo que intendentes y no intendentes muchas veces no pueden exhibir.
ROSCA CON POCO NIVEL
Una cosa son las operaciones de alto vuelo como las que, desde hace varias décadas, puede hacer un profesional de la política como es Enrique «Coty» Nosiglia, por citar a quien ha visto pasar gobiernos y ha mantenido una vigencia que es producto de su cintura y palabra. Algo que muy pocos pueden mostrar, menos en un período largo de vida política.
En Corrientes, los interventores han perdido de vista que su responsabilidad, única y excluyente, era la de acordar reglas de juego transparentes, que comenzaban por la aprobación y publicación de una carta orgánica que sirviera para ganar gobiernos y no para exhibir al partido como un trofeo deslegitimado por las derrotas.
Carta orgánica, reglamento, cronograma electoral, integración de la junta partidaria, definición de los lugares de votación y modalidades de la contratación del Correo Argentino era la carta de presentación ante una militancia que hoy aparece como «convidada de piedra», y asiste a una nueva versión remozada de la tristemente célebre «Cooperativa» del 19 por ciento, que fue el guarismo de la elección de 2019 y la de 2021.
Los interventores, lejos de convocar en el ámbito natural -que es la sede del partido- al gran pueblo peronista para darle a conocer un marco de participación transparente, consumen el poco tiempo que le dedican a su gestión a ser parte de algo que no les corresponde, que es el armado de listas. Participan de reuniones que les arman con la idea de relativizar la importancia de la interna como elemento ordenador de la legitimación política de los dirigentes.
Lo cierto es que pasaron más de tres meses de la incorporación de Teresa García a una normalización partidaria fuertemente desgastada. De la carta orgánica no hay nada concreto. Sí, que se aferran a una fecha que, en los hechos, está caída, porque resultaría poco serio implementar una interna que, en lugar de conducir a la unidad, convalide una fractura que asoma como difícil de evitar porque nadie imagina que -pacíficamente- se pueda entregar el control del sello del partido, al menos sin ofrecer resistencia.
La duda radica en el riesgo que lleva implícita una disputa que, de no encontrar un elemento ordenador, puede privar a la boleta dos de estar en los cuartos oscuros.
LOS FAROLES APUNTAN A MÁXIMO. Es el más antiguo de los interventores y al cual se le atribuyen, con o sin razón, las operaciones más reprochables. Los que saben aseguran que será «el fusible» que evite un cortocircuito que -la lógica indica- habría que evitar. La Intervención ha entrado «en la cuenta regresiva» y, salvo un imponderable, todo indica que terminará como las 9 intervenciones que se sucedieron desde 1987, cuando un peso pesado, de los quilates del ex gobernador, Rubén Marín «plantó bandera» en la primera semana de gestión, luego de dar una vuelta a todo el territorio provincial, comenzando por Capital, siguiendo por Goya, Paso de los Libres e Ituzaingó. Le fue suficiente para levantar vuelo desde el aeropuerto de Posadas y nunca más volver. Pasaron 37 años y además cinco interventores federales, quizás la evidencia más clara de que Corrientes no es para improvisados o para los que creen que van a venir a descubrir la pólvora.
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