La campaña continúa. Sobrevive en los andenes y las góndolas. La picardía fullera de empapelar las estaciones con el precio de los pasajes es «garpadora» y prolonga los efectos de la campaña del miedo en tiempo y espacio. Puede que no sea suficiente. Todo está por verse.
Que te amenacen con un pasaje a 1.100 pesos es aterrador, pero más asusta la disparada de precios de los alimentos básicos. La leche, el azúcar, los aceites, los fideos, el arroz, los últimos recursos para la sobrevivencia de los más vulnerables, lideran la estampida inflacionaria. De carnes y vegetales, mejor ni hablar.
El país está en pausa. La economía está paralizada. Los bancos detonados: los ahorristas hacen fila en las cajas físicas y de seguridad. El que tenía un peso salió a quemarlo, a lo que dé lugar. Considerando los dichos del candidato libertario y falta de acceso al verde, la gente salió a dolarizarse en productos comestibles y de los otros. Antes que dejar pesos en los bancos, a tirarselos encima. Mucho miedo a la mañana del 23.
La campaña languidece fatigando desde IG, X y Tik Tok. Las cartas están echadas. La moneda está en el aire. Nadie tiene la posta. Nadie sabe quién va a ganar. Todas las brújulas están deterioradas, han quedado obsoletas. Todo parece posible. La incertidumbre manda.
Los voceros de los espacios se esfuerzan en vender optimismo. La máquina de fabricar humo está a full. Todos se auto perciben entrando al podio de los ganadores. Ninguno se repliega, mantienen alta la moral. Mientras, por lo bajo, se deja correr un creciente estado de preocupación.
Degradación discursiva e inconsistencia de propuestas marcaron la campaña. Una oferta electoral extraña, confusa, basada en personalidades inestables. Exhibición explícita de corrupción y obscenidad. Batería de procedimientos amañados y artilugios para evitar que la tarea de la Justicia llegue a tiempo. Los candidatos reivindicaron su derecho a cambiar de ideas y propuestas. Una labilidad ideológica que impide encuadrarlos.
En el cierre de campaña de La Libertad Avanza montó un impactante mega show. Un escenario de «rock star» con luces y efectos especiales para recibir a Javier Milei. Los errores no forzados de los exponentes más caracterizados de los libertarios no parecen hacer mella en el «mileísmo».
Alberto Benegas Lynch, considerado un «prócer» por el mismísimo Milei propuso cortar relaciones diplomáticas con el Vaticano y Lilia Lemoine, cosplayer y candidata a diputada, asegura que presentará un proyecto de ley que libere a los varones de hacerse cargo de la paternidad a libre demanda.
Bertie Benegas Lynch propone salir a corregir los desvíos papales desde la política.
El delirio llega a la campaña. Milei lo desmiente, pero reivindica el derecho a pensar diferente. Lo mismo pasó con la inefable Lilia Lemoine. La candidata a Vice y otras féminas libertarias tomaron distancia de la influencer, pero nadie la mandó a callar.
Ni todos piensan igual, ni nadie está obligado mañana a pensar igual que hoy. Ideas y propuestas en constante fluidez. Corren tiempos de política en estado líquido.
Patricia Bullrich puso punto final a su campaña montada en el «Yate gate». En Lomas y con todos los suyos a bordo, desplegó su intensidad confrontativa en orden a golpear la línea de flotación tanto de Massa como de Milei.
Bullrich, que también tuvo sus traspiés discursivos. La candidata propuso que se graben las conversaciones de los acusados de narcotráfico con sus abogados. Ganadora de una interna que, de tan feroz, terminó dañando gravemente a su coalición, nunca pudo superar el peso de la frustración que sobrevino a las Paso.
«La mafia tiene miedo», fue su consigna de cierre. Cualquier parecido con la de Milei («La casta tiene miedo») es pura casualidad.
Sergio Massa aplicó todas sus artes y artilugios en llegar en pie hasta el final. Su principal empeño estuvo signado por la contradicción: tomar distancia del Gobierno al que pertenece y al mismo tiempo halagar al núcleo duro kirchnerista, que es su base de sustentación y que otorga densidad a sus listas de legisladores. «Transicionó» entre el Ministro y el candidato, de acuerdo a su propia necesidad. Fue y vino a voluntad.
Con todos los fierros del oficialismo a su disposición no perdió el comando de su propia campaña. Al cierre, no obstante, en soledad. Ni Máximo, ni CFK, ni La Cámpora le hicieron el aguante. Llegó al final abrazado a Axel Kicillof. Una alianza de mutua y desesperada conveniencia. Se necesitan más que nunca.
Hasta aquí llegamos. Es el momento de decidir. Este domingo, al menos por unas horas, todos volveremos a ser iguales. Cada voto vale, cada voto cuenta. Volvemos a disponer de la posibilidad de elegir.
No tires tu voto. No lo regales. No te distraigas. Jugá fuerte. Es tu oportunidad. Es ahora. Disponés de la libre posibilidad de votar en positivo, también de ejercer el voto útil. No hay espacio para lo meramente testimonial. Después no te quejes.
Todavía disfrutás de los beneficios de la democracia. No la arriesgues, cuidala. Que no te vengan con juegos de magia ni fantasías. Que no te compren con espejitos de colores. Que no te lleven puesto tu único derecho. No te dejes ganar por el miedo, tampoco por la ira o la emoción. Enfría. Concentrate.
Estamos en una situación pavorosa. No hay manera de salir de esta sin esfuerzo. No te dejes convencer con lo que sabés que no van a poder sostener las promesas con las que te pretenden enganchar.
Hacete fuerte en tu voto. Y si no sabés a quién entregar el poder, pensá a quién no querés dárselo. En esta elección de tres tiempos llegó el momento para cerrarle la puerta definitivamente a quien no querés ver manejando el futuro de todos. Pegá el portazo.
Cerrá el camino de aquellos a los que prefieras lejos del poder.
Es mucho lo que se pone en juego este domingo. Como nunca antes estamos ante un punto de inflexión. La fuerza que se quede afuera de un muy probable balotaje, implosionará. Si Patricia Bullrich no gana, Juntos por el Cambio desaparece y sus dirigentes verán de encontrar algún lugar a la sombra de quien finalmente se imponga en las urnas.
Si Massa se queda afuera, el peronismo entrará en un proceso de inexorable desintegración.
Si Kicillof pierde la provincia de Buenos Aires, el kirchnerismo pierde toda base de sustentación y cuesta imaginar qué pasará con ese núcleo duro irreductible que supo acompañar a la ahora desaparecida CFK y su hijo Máximo. Refugiado en el primerísimo lugar de la lista de diputados de la provincia, pero absolutamente ausente de la campaña. El sucesor de la dinastía K quedó sepultado bajo la lava corrosiva del «Yate gate».
La advertencia de Milei de posibles maniobras fraudulentas y falta de transparencia en el comicio enciende una luz de alarma. Tras las Paso, el libertario dijo que le robaron al menos cinco puntos. Nunca presentó una denuncia formal ante la Justicia. Se sabe que los líderes carismáticos se ponen nerviosos si pierden.
La definición de esta elección está en los bordes, está en los márgenes, está en los casi diez millones que no fueron a votar, también en los que votaron a las fuerzas que no llegaron a entrar. En los que decidieron cambiar su voto. Está en todos y cada uno de nosotros.
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