Por Hugo Gonzalo Garcia
“Yo soy veterano de guerra, no ex combatiente. Si la Nación me llama para armarme en defensa de la Patria, mientras tenga salud y esté físicamente apto, voy», dijo con voz firme para EL LIBERTADOR el correntino Entesto Orlando Peluffo, coronel retirado que fue herido en combate en la guerra de Malvinas, de la que participó como subteniente en comisión. Su vocación de servicio va más allá de su carrera militar, que terminó en 2016, y eso lo llevó colaborar en la lucha contra los incendios que arrasaron más del 12 por ciento de la provincia durante el verano.
En 1982, con 20 años, debió interrumpir sus estudios en el Colegio Militar de la Nación, a pocos meses de recibirse de oficial del Ejército, ya que fue convocado para movilizarse a las islas del Atlántico Sur con el Regimiento de Infantería Mecanizado N°12, que en ese momento se encontraba en Mercedes. En esa localidad correntina vive actualmente, y se dedica a la actividad ganadera.
ROCE CON LA MUERTE
A Peluffo le poco importó su juventud y no estar graduado al recibir el mando de una sección de tiradores que sería protagonista en la batalla de Darwin, el 28 de marzo de 1982, cuando fuerzas argentinas y británicas combatieron encarnizadamente y casi cuerpo a cuerpo durante alrededor de 36 horas, hecho que le costó la vida a 50 argentinos y 19 británicos.
También hubo aproximadamente 200 heridos entre ambos bandos y uno de ellos fue el protagonista de esta nota. «Fui herido en la cabeza con un impacto de fusil que me rozó el cráneo y me sacó la punta de la oreja derecha, y con una esquirla de mortero en la pantorrilla de la pierna izquierda«, recordó el coronel.
La herida en la cabeza la sufrió mientras les tiraba a los británicos con su fusil afuera del «pozo», resguardado solo por algunos parapetos. Es un momento que recuerda en detalle: «Recibo un tiro en la cabeza que me roza el cráneo, caigo desplomado en el fondo del pozo y en ese momento me zumbaban los oídos, estaba muy mareado y tenía mucha hemorragia».
«Siempre me pregunté por qué Dios me dejó vivir»
En esa situación límite, cuando la muerte lo rozó, un comprovinciano fue el primero en asistirlo y tranquilizarlo. «Un soldado correntino entra al pozo, me saca el casco y el pasamontaña, y me dice ‘no se aflija mi subteniente, es el cuero nomas’, para que no me preocupara porque había visto que la herida no me había entrado en el cráneo», detalló el veterano de guerra
Después de ese gran susto, que casi le cuesta la vida, siguió batallando contra el enemigo. «Combatimos hasta en distancias cortas de 100, 70 y 50 metros, donde nos veíamos con los británicos y nos tirábamos», afirmó.
EL CAPELLÁN Y EL MILAGRO
Otro hecho imborrable es uno que considera lisa y llanamente un «milagro», y que tiene como protagonista al capellán militar Santiago Mora, que recorría las posiciones de las fuerzas argentinas entregando rosarios y cartas que escribían alumnos de escuelas de todo el país.
Antes de relatar el milagro, Peluffo destacó que la presencia del sacerdote fue fundamental, dado que «en Malvinas vivimos intensamente nuestra vida espiritual; estuvimos siempre rezando el Rosario y tuvimos misas de campaña».
Respecto a las cartas escritas por los niños, valoró: «Esas cartas nos dieron muchos ánimos, fuerzas y fortaleza; nos alentaron y nos hicieron ver que había todo un pueblo detrás nuestro que nos quería, que rezaba por nosotros, que nos alentaba y que estaba pendiente de nosotros».
Además, recordó que el cura le regaló una biblia y siempre le daba cigarrillos que, como él no fumaba, utilizaba para premiar a los solados que realizaban bien sus funciones. «Todos querían hacer bien su trabajo para que el subteniente le entregara algún cigarrillo», comentó.
Retomando el suceso milagroso que protagonizó el sacerdote, Peluffo relató: «En una oportunidad tuvimos una misa de campaña y para esa misa habíamos hecho un altar de circunstancia, con cajones de munición de mortero y una manta arriba. Justo en ese momento atacaron cuatro aviones Sea Harrier británicos nuestra posición y lanzaron sus bombas».
«Estábamos en el medio de la misa, todos nos cubrimos en nuestras posiciones, en los pozos, nos colocamos los cascos y el sacerdote (Mora) se quedó rezando con el Cuerpo de Cristo al lado del altar de circunstancia. Entonces, una bomba beluga, de 150 kilos, cayó a 50 metros aproximadamente del altar, revotó, no estalló, pasó zumbando por nuestras cabezas y terminó 500 metros más adelante, donde quedó trabada en unas piedras», continuó.
Para concluir el relato, afirmó: «Eso fue un milagro. El padre se incorporó, recorrió las posiciones entre el ¡viva la Patria! y el grito de sapucay, y dio la comunión pose por pose«.
MISIÓN DE VIDA
Estar al borde de la muerte hizo que Peluffo se haga una estremecedora pregunta durante mucho tiempo, que afortunadamente pudo contestarse. «Siempre me pregunté por qué Dios me dejó vivir, a lo que respondí que era para dar testimonio del heroísmo de aquellos que combatieron conmigo por la defensa de la soberanía territorial argentina, por la defensa de las Malvinas. Además, para continuar mi vida, para seguir sirviendo a mis compatriotas y comprovincianos, como lo hice durante 38 años en el Ejército, y para poder proyectar mi vida y ser esposo, padre y abuelo como soy ahora», expresó.
«Me sentí protagonista de la historia»
Reflexionando sobre su participación el conflicto armado, dijo: «Para mi Malvinas fue un antes y un después. Fue un jalón en mi vida y en mi carrera militar. Siento que pasaron muy rápido estos 40 años. Me siento afortunado de haber sobrevivido a una guerra, porque sufrí una herida que me pude haber costado la vida y, sin embargo, sobreviví, cuando soldados y suboficiales míos murieron en combate».
DEFENSOR DE LA PATRIA
A diferencia de la gran mayoría de los veteranos de guerra, que fueron a Malvinas mientras realizaban el servicio militar obligatorio, Peluffo había elegido una carrera militar que sabía lo podía llevar a arriesgar su vida e integridad física en un conflicto armado para defender a la Patria. De todas maneras, en aquel momento lo tomó por sorpresa combatir sin haber terminado sus estudios militares. «Yo siento honor, privilegio y orgullo de haber defendido a mi Patria, a mi Nación. Me sentí protagonista de la historia, pero para mí fue algo impensado en principio, porque era muy joven», afirmó.
Continuando con lo anterior, reveló: «No pensaba ir del Colegio Militar de la Nación a Malvinas. Nos interrumpieron nuestro cuarto año de estudio. Yo me tendría que haber recibido a fines del 82 y, en abril del 82, nos mandaron a las unidades que se movilizaban a las islas. Nunca pensé que me iba a ir antes de terminar mis estudios».
Sobre su juventud y la de sus tropas, mencionó: «Yo tenía 20 años; mis soldados, 18 o 19 y los suboficiales que estaban conmigo tenían también 20, 21 y 22. Éramos todos jóvenes, pero éramos hombres. Éramos soldados y ese era el Ejercito que tenía la República Argentina«.
VOCACIÓN DE SERVICIO
Hoy, retirado de las Fuerzas Armadas, con 60 años y dedicado a la ganadería junto a sus hermanos, Peluffo mantiene intacta su vocación de servicio, como lo demostró en febrero de este año cuando decidió sumarse a la lucha contra los incendios que pusieron en jaque a la provincia.
Al hablar de la catástrofe ígnea que afrontó Corrientes, que muchos llamaron «guerra contra el fuego», el militar retirado reflexionó: «La guerra es muerte, destrucción y odio. Si bien el fuego destruye, uno no tiene un enemigo que le está tirando para matarlo y en la guerra sí».
De todas maneras, hizo un parangón entre la falta de certezas que hay en un campo de batalla, donde no se sabe desde qué posición atacará el enemigo, con lo impredecible del fuego. «Lo más parecido que tiene la lucha contra los incendios con la guerra, es la incertidumbre del desplazamiento del fuego, que se mueve a mucha velocidad con el viento y uno tenía que sofocarlo desde los flancos», describió.
Refiriéndose a su decisión de ayudar durante la emergencia ígnea, subrayó: «Toda mi vida serví a mi Nación, a mi Patria y no fui ajeno en esta oportunidad en ayudar a apagar el fuego a mis comprovincianos y a mis vecinos, que son también parientes. No tuve dudas en ayudar, fui en dos oportunidades y apagamos el fuego con lo que teníamos».
LOS AÑOS POSTERIORES
Superados los incendios, aunque no sus consecuencias, Peluffo continúa trabajando en las tierras que heredó de su familia materna, sin olvidar ni un día aquella gesta patriótica que hoy cumple cuatro décadas y que es cada vez más honrada por el pueblo argentino.
«Malvinas, en la historia argentina, fue proceso donde poco a poco fue siendo valorada. Al principio, el mismo Gobierno militar no mostró a sus veteranos y a sus ex combatientes; los mandó de nuevo a sus regimientos, no les hizo un recibimiento acorde al esfuerzo ni al sacrificio y a la entrega que tuvieron», lamentó.
«No hay nada lindo en la guerra, es todo muerte, destrucción, rencor y odio»
Afortunadamente, los años fueron acomodando las cosas en su lugar y los héroes de Malvinas empezaron a ser cada vez más honrados y reconocidos. «A lo largo del tiempo hubo leyes, reconocimientos y beneficios para todos los veteranos de guerra, que fueron surgiendo espontáneamente de las autoridades civiles y de los veteranos que fueron gestionando sus propias soluciones de salud, vivienda y trabajo. Es así que hoy, a 40 años, todos los veteranos tienen ciertos beneficios en cuanto a becas, subsidios, pensiones; han sido atendidos en juntas médicas y tratan de continuar su vida normal», describió.
De todas maneras, cuestionó la postura que tuvo el Estado correntino con los oficiales y suboficiales que combatieron. «Todas las provincias, excepto Chubut, la Ciudad de Buenos Aires y Corrientes, extendieron la pensión provincial a los oficiales y suboficiales de Malvinas, como si las bombas nos discriminaban. Nos tiraban a todos por igual y las balas nos pegaban a todos por igual y si el enemigo nos identificaba como oficiales, nos reunían el fuego para dejarnos fuera de combate y que así colapse la conducción de la defensa», cuestionó y remarcó: «Los oficiales y suboficiales correntinos, que no somos más de 150, estamos flagrantemente discriminados en cuanto a la pensión provincial».
PALABRAS DE UN GUERRERO
Como oficial retirado con experiencia en combate, Peluffo puede, como pocos, describir lo que es una guerra, especialmente en tiempos en los que el mundo vuelve estar en vilo por un conflicto armado, como el que ocurre en Ucrania. «En el campo de batalla, en la guerra, se ven todas las virtudes de los seres humanos y también todos los defectos. La guerra es la máxima destrucción del hombre por el hombre. Es la máxima manifestación de la violencia humana y mientras exista la humanidad van a existir las guerras, porque se hacen por intereses políticos, territoriales, económicos y de todo tipo. No hay nada lindo en la guerra, es todo muerte, destrucción, odio y rencor», analizó.
De todas maneras, y pese a la lucha a muerte que mantuvo contra las fuerzas británicas, Peluffo no les guarda rencor a quienes fueron sus enemigos hace 40 años. «Entre los británicos y argentinos hay mucho respeto. A Malvinas concurrimos con honor, combatimos con valor y caímos con gloria, y los británicos eso lo saben».