Por Gustavo Adolfo Ojeda
Especial para EL LIBERTADOR
Recientemente, se llevó a cabo en la ciudad de Mercedes el importante encuentro literario que año tras año se organiza. En septiembre de 1982, se conocía con prólogo de Florencio Godoy Cruz el libro Epopeya Correntina, que en esta edición reproducimos textualmente como un homenaje a Florencio y a Hicha Paiz. Moni Munilla, especialmente invitada, estuvo en el encuentro, como así también en el homenaje goyano a Marta Egul de París, en el marco de la exitosa feria del libro que se realizó en la segunda ciudad de nuestra provincia.
«Un querer expresa» -Epopeya Correntina-, de María Luisa Paiz, es la invitación al canto. A un canto latinoamericano.
Es una canción o un ruego, una carta abierta, un largo romance que venía escribiéndose desde muy lejos, desde muy hondo, y que ahora surge enhiesto, sostenido, firme, como la piedra nueva de las antiguas vetas mercedeñas.
Se alza el extenso poema de ochocientos setenta y seis versos, organizados en doce cantos, con todos los caracteres de la composición épica. Y si los antiguos romances nacen del latín hablado, deberíamos convenir que algunos de estos cantos nacen de la fuente oral del castellano/correntino: el guaraní. O, si desde el medioevo los romances significan referencia a todo poema narrativo, exaltador de gesta, esta obra narra los heroísmos del nacimiento de una raza y de un pueblo: el latinoamericano.
En todo momento la obra de Hicha Paiz es, en la concepción hegeliana, la imagen escultórica de la vida, a través de las acciones de los hombres y de los dioses. Y el cantor, el rapsoda, lo recita lentamente, con un ritmo cuya regularidad se aproxima al movimiento mecánico. Su palabra tranquila brota, con calma y uniformidad, se desliza, y transcurre sin pausa, con una cadenciosa y deleitable morosidad que le permite, explayarse en cada uno de los cantos con plena independencia, como si cada uno conservara su sentido completo, aunque todos mantengan la unidad orgánica.
Esa independencia de las partes dentro de la unidad del todo constituye, según Schiller, una característica primordial de la poesía épica; es lo que permite a la autora llevar a su universo poético un amplio mundo de personas, sitios, tiempos, ideas, episodios, moviéndose dentro de las tres estructuras kayserianas y resaltando, según los cantos, algunas de ellas, ya los personajes, los acontecimientos o el espacio.
Así, con una poética recreación de hechos pasados, el rapsoda del Paiubre, hija de ese pueblo, identificada con los heroísmos y la historia legendaria de la Madre Patria, que es España, de la Patria Grande, que es América Latina y de la Patria Chica que es su Argentina, su Corrientes y su Guarán, compone su canto épico-lírico.
Sin embargo, por este amplio universo de su contenido, cuya nobleza temática lo engarza con el tono heroico de la Araucaria de Ercilia, esta composición, más que un canto épico, se aproxima a la epopeya; vastísimo e idealizado, poema narrativo, cuya acción esboza toda la historia germinal de un continente, de una nación, de un pueblo y una civilización indígena y de su apoteótica simbiosis dentro de la cultura hispanoamericana. Es decir, que esta obra de Hicha Paiz deberá inscribirse entre las epopeyas evocadoras del descubrimiento, donde el héroe es España, América, Argentina o el Guarán… Donde la raza es la hispana, la americana y la indígena, amalgamada en el pueblo del habla de miel. O bien, dentro de esta mitología nacional inaugurada por el Romance Elegíaco de Luis de Miranda -al cual asociamos su último canto-, cuando no a aquel otro larguísimo poema épico de la Argentina, de don Martín del Barco Centenera, afín por su simbolismo.
… Dentro del nivel del significado, al cual nos aproxima fácilmente la lectura de la obra, la sustancia del contenido, se unifica temáticamente en la conjunción de los valores hispanoamericano y más precisamente latinoamericano. Y es esta sustancia la que determina la forma verbal del extenso poema, dentro del género épico. En torno de este gran tema exultante surgen los doce cantos con su propio leit motiv, con los cuales la autora nos da a conocer progresivamente, la fabulación épico-lírica de su mensaje poético, mensaje abierto dentro de la universidad de su simbolismo y ofrecido a la captación y al goce de los lectores más diversos.
Es en este ámbito socio-cultural en que se realiza la comunicación, donde el simbolismo se carga de especiales connotaciones significativas. España, América, Argentina, Corrientes, el Paiubre, el Guarán, se abrazan y confunden en sus raíces, en su lengua, en su religión, en sus costumbres. Es allí donde el valor sígnico del autor impregnado de emotividad, será intensamente captado por la conciencia colectiva a la cual se halla dirigido su mensaje. Y es allí, particularmente en los últimos cantos, donde la autora, en su consciente proyección de su yo, se ubicará en un claro plano sintomático e, irguiéndose dentro de su realidad espacial latinoamericana y partiendo de su propio y mítico terruño correntino, proclamará el sentir que hace tiempo latía en sus entrañas.
Las claras referencias histórico-geográficas, socio-políticas y psico-culturales que contiene el poema, son representativas del universo del cual surgen y del pueblo al cual se hallan destinados. Es lo que producirá en nuestro Nordeste, en nuestro país, América Latina y España, el cálido encuentro entre el lector y la obra Encuentro que se irá haciendo más ceñido a medida que nos introduzca en cada uno de los catorce cantos y en la alegoría de su contenido: El Guarán, la Conquista, la Evangelización, la ambición, el paisano, la Tierra sin Mal, el Descubrimiento, la fusión, los reclamos de la estirpe, el materialismo cientificista, el canto americano, el mensaje de hermandad.
Organizada dentro de los cánones de la poesía épica, no hallaremos en esta obra, dentro del plano del significante, ni del estilo, es decir, en el uso de los recursos lingüísticos o en la selección, disposición y transformación de los elementos del habla, otros caracteres que los propios de los cantares de gesta. La presentación poética de verdades históricas, la lenta descripción de los hechos, las disquisiciones morales, filosóficas y científicas, como las del canto cuarto y décimo, las repeticiones y enumeración acumulativa de sustantivos, los paralelismos, las expresiones metafóricas y cuadros virgilianos en las descripciones de la naturaleza son elementos que maneja hábilmente la autora, la cual, por otra parte, se mueve con absoluta libertad en la estructura irregular de cada canto, «con sueltos versos libres». Será en el detenido análisis de estos cantos, labor que dejamos para el ensayo y la crítica literaria, donde se revele la riqueza poética de la obra. Sin embargo, ningún lector del Nordeste podrá dejar de admirar el conocimiento y el dominio de lo guaranítico que apasionada y orgullosamente, refleja la autora.
Profundo conocimiento de esta cultura, de su lengua, territorio, mitología, de su eterna migración en busca de su Tierra sin Mal.
Tal es el dominio de estos conocimientos que Darwi Berti, autor de los «Pre-textos de los grecoguaraníes», no dudaría en inscribirla entre los Arandúes, aquellos que oyen el tiempo, el mundo la naturaleza o entre los Avakuaháes, los que tienen el poder de penetrar el tiempo, el mundo, el universo, como ya lo fueron y son los poetas de esta tierra del Paiubre: Carlos Alberto Castellan, Tito Arsuaga, Mario Ovidio Camacho, Román Vallejos, Alfredo Asuad, Julián Zini.
Más, si estos títulos no le fueron atribuibles por ser prerrogativas de varones, sin ninguna duda que esta autora se ubicará entre aquellas mujeres guaraníes destinadas a custodiar el fuego sagrado, a marcar el compás de la danza ritual con sus huecos bastones, takwapu, y a recibir los mensajes de los dioses para trasmitir a la tribu. Y lo ha hecho. Aquí está su alma-palabra.
Con este elevado canto épico, que se inscribe en la mejor literatura del Nordeste, María Luisa Paiz habla a su pueblo.
Y este pueblo que hunde sus raíces en sangre española y americana indígena, este pueblo suyo correntino a cuyo lado la entrañable Hicha Paiz sufre, padece y sueña, recibirá su canto y su mensaje, e indudablemente, con el corazón abierto, responderá a su voz.
Florencio Godoy Cruz, septiembre de 1982.
Síntesis biográfica
María Luisa Paiz, nacida en Mercedes, provincia de Corrientes, el 19 de agosto de 1911. Este año hubiera cumplido 112 años. Cursó sus estudios Primarios y Secundarios en la Escuela Normal Manuel Florencio Mantilla de la misma ciudad, graduándose de Maestra Normal Nacional y posteriormente la Alianza Francesa de Santa Fe le otorgó el título de Profesora de Francés.
Cultora del arte en todos sus aspectos, ha participado de exposiciones pictóricas en diversos lugares del país, obteniendo numerosos y destacados premios.
Como escritora, sus lectores la conocen por el poemario publicado en 1957, denominado Amor tu eres, donde se destaca ya su pasión por el folclore correntino.
Sus cuentos, relatos y poesías han sido premiados a nivel provincial y nacional y publicados en periódicos, revistas y recopilaciones de autores correntinos.
Elogiosos conceptos de la crítica especializada, ha recibido la nominación Paiubre en la toponimia guaranítica. Como docente, ocupó diversos cargos como profesora en los establecimientos Secundarios de su ciudad natal y como maestra de grado de la escuela Normal, donde se educó.
Integró la Embajada Cultural Paiubre, cuando en 1978, acompañada de jóvenes escritores, rindió su homenaje al bicentenario del natalicio del Padre de la Patria en el Luna Park de Buenos Aires.
Su vasto conocimiento de la historia y costumbres de su provincia hicieron que permanentemente fuera requerida por las Direcciones de Cultura, establecimientos educacionales y asociaciones artísticas, entre otras, para el dictado de conferencias, charlas y simposio.
Su libro Epopeya Correntina, prologado por el profesor universitario de letras, Florencio Godoy Cruz, dedicado a su hermana Potoca, a sus sobrinos y sus descendientes, especialmente a Soledad, fue impreso en los talleres gráficos de Paiubre Editora, Juan Pujol y Pedro Ferre. En el año del Sesquicentenario de la fundación de Mercedes, en el mes que se cumplió el Cuarto Centenario de la muerte de Santa Teresa de Jesús, octubre del año del Señor de 1982.
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