En la 8ª Jornada Mundial de los Pobres, que se conmemoró este domingo, el tercero de noviembre, el obispo diocesano, monseñor Adolfo Ramón Canecín, recordó que «los pobres tienen un lugar privilegiado en el corazón de Dios», e instó a llevar adelante iniciativas que «ayuden de manera concreta a los pobres».
El Pastor mayor de la Diócesis de Goya, presidió la celebración eucarística el domingo en la parroquia Nuestra Señora de Itatí de Goya, en cuya homilía indicó que «la oración del pobre no cae en saco roto. Dios está expectante como una mamá o un papá para con su hijo», dijo.
El Obispo se refirió al Evangelio según San Marcos, capítulo 13 desde el versículo 24 al 32, proclamado ese día, señalando que «la Iglesia Madre ordena los textos para pensar en el fin. La Iglesia se vale de la Palabra de Dios con el género literario apocalíptico que nos ayuda a pensar la realidad, a ver la meta hacia la cual vamos».
LEMA DE LA
JORNADA
En cuanto al lema de la Jornada de este año, tomado del libro de la Sabiduría: «La oración de los pobres asciende a Dios», monseñor Canecín destacó «que la oración de todos llega al Cielo, pero, en particular la del pobre. La oración del pobre no cae en saco roto. Dios está expectante como una mamá o un papá para con su hijo».
Señaló que el mensaje del Papa Francisco para esta ocasión vincula la celebración con el año dedicado a la oración en vistas al Jubileo de 2025. «El verdadero pobre es el humilde, como afirmaba el santo obispo Agustín: El pobre no tiene de qué enorgullecerse; el rico tiene contra qué luchar. Escúchame, pues: sé verdadero pobre, sé piadoso, sé humilde», recordó del texto del Sermón 14,3.4 de San Agustín.
En la octava Jornada Mundial animó a «no desentenderse del pobre», porque «Jesucristo siendo rico se hizo pobre. Se identificó con cada ser humano, pero de manera particular, con el ‘poriahú’ (pobre en guaraní)», y recordó que Jesús dice «tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber», por lo cual remarcó «que los pobres tienen un lugar privilegiado en el corazón de Dios».
Finalmente, instó a llevar adelante iniciativas que «ayuden de manera concreta a los pobres».
EL PAPA
Mientras tanto en El Vaticano, el Papa centró su homilía en dos realidades: angustia y esperanza. «Realidades, -aseguró- que siempre están combatiendo dentro de nuestro corazón».
El Pontífice definió la angustia como «ese sentimiento extendido en nuestra época, donde la comunicación social amplifica los problemas y las heridas, haciendo que el mundo sea más inseguro y el futuro más incierto», y explicó que, «si nuestra mirada se limita sólo a la narración de los hechos, prevalecerá en nosotros la angustia».
Para ejemplificarlo, indicó que «actualmente vemos el hambre y la carestía que oprimen a muchos hermanos y hermanas; también vemos los horrores de la guerra y las muertes inocentes». Frente a esta dura realidad, el Sucesor de Pedro recordó que «corremos el riesgo de hundirnos en el desánimo y dejar pasar inadvertida la presencia de Dios dentro del drama de la historia».
Ante la injusticia que provoca el dolor de los pobres, el Obispo de Roma exhortó a no dejarse llevar por la «inercia de aquellos que, por comodidad o por pereza, piensan que ‘el mundo es así’ y ‘no hay nada que yo pueda hacer'». De hecho, -explicó- «si nos dejamos llevar por ese pensamiento, la fe cristiana se reduce a una devoción pasiva, que no incomoda a los poderes de este mundo y no produce ningún compromiso concreto en la caridad».
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